Portada » Religión » Historia y Estructura de la Iglesia Católica
La historia de la Iglesia abarca casi 2000 años. Solo el Espíritu Santo puede recopilar datos acerca de su historia. La historia de la Iglesia cristiana comienza con el descenso del Espíritu Santo sobre los apóstoles. Estos realizaban muchos milagros. La abundancia del Espíritu Santo estaba presente en los creyentes. Los creyentes eligieron siete varones piadosos, sobre quienes impusieron, orando, las manos, produciendo el descenso del Espíritu Santo. De este modo, aparecieron los diáconos (servidores), estos ayudaban a los apóstoles en sus sermones y ejecución de los sacramentos.
En medio de los cristianos de Antioquía, surgió la cuestión acerca del cumplimiento de la ley ritual mosaica. En este Concilio Apostólico de Jerusalén (año 51) tomó parte el apóstol Pablo, aunque su presidente era el Santo apóstol Santiago, como jefe de la iglesia. Pedro estuvo presente en el Concilio Apostólico de Jerusalén ese mismo año. De toda la ley mosaica ritual, se dejaron tres prescripciones: abstenerse de las carnes, alimentos basados en la sangre y la fornicación. El apóstol Pablo se ocupaba de la predicación de la Palabra Divina a los gentiles y el apóstol Pedro, para los judíos. Ambos fueron denominados apóstoles supremos.
Pablo dice en una carta a Timoteo que todos los de Asia lo habían abandonado. Esta decadencia fue seguida por un tiempo de persecución. La décima y final persecución, bajo la mano de Diocleciano, fue la peor de todas. Todo el poder del Imperio Romano se combinó en un esfuerzo desesperado para exterminar todo rastro de cristianismo de la tierra. En el año 70 d.C. se puede hacer referencia acerca de la destrucción de Jerusalén. Más de un millón de personas sufrieron y murieron. La Iglesia fue perseguida y contraída con total ferocidad, pero continuó en medio de la persecución. Fue en una persecución de 200 años, aproximadamente, que los elementos de decadencia y alejamiento de la verdad comenzaron a profundizar en la Iglesia. Las persecuciones de los cristianos en la Antigüedad tenían la necesidad de defender la Santa Fe con ayuda de la palabra y las obras de escritura. La última persecución pagana de los cristianos tuvo lugar en el tiempo del emperador Juliano; este humillaba al cristianismo en las escuelas y la vida social, y les sacaba a los cristianos los sitios pertenecientes a los templos paganos. Con su muerte, finalizaron las persecuciones.
Constantino no aceptaba otra autoridad más que la suya. En el Concilio de Nicea, en el 325, Cristo recibió la sanción oficial y fue anunciada en el Credo Niceno. Constantino fue el responsable de la redacción del Edicto de Milán y concedía a los cristianos una libertad total para su religión.
La Iglesia designa al pueblo que Dios convoca y reúne desde todos los confines de la tierra para construir la asamblea de todos aquellos que, por fe y bautismo, han sido hechos hijos de Dios, miembros de Cristo y templo del Espíritu Santo.
La Iglesia es el pueblo de Dios porque Él quiso santificar y salvar a los hombres, construyéndolos unidos en un solo pueblo, reunido en la ciudad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Es Cuerpo de Cristo porque, por medio del Espíritu, Cristo, muerto y resucitado, une consigo íntimamente a sus fieles. De ese modo, los creyentes en Cristo, en cuanto íntimamente unidos a Él, sobre todo en la Eucaristía, se unen entre sí en la caridad, formando un solo cuerpo: la Iglesia. Es llamada templo del Espíritu Santo porque el Espíritu vive en el cuerpo que es la Iglesia, en su cabeza y en sus miembros; además, edifica la Iglesia en la caridad con la Palabra de Dios, los sacramentos, las virtudes y los carismas. Su función es santificar, actualizar la fe, dar efecto a los sacramentos, dar carismas, dar unidad.
La misión de la Iglesia es la de anunciar e instaurar entre todos los pueblos el Reino de Dios inaugurado por Jesucristo. La Iglesia es el germen e inicio sobre la tierra de este Reino de salvación. La Iglesia no está para sí misma, ella existe para salvar a los hombres; todos los que llegan a la salvación externa son salvados por medio de la Iglesia. La Iglesia es sacramento universal de salvación en cuanto es signo e instrumento de la reconciliación y la comunión de toda la humanidad con Dios, así como la de la unidad de todo el género humano. Cristo resucitado ya no es visible a nuestros ojos, pero está realmente presente por medio de la Iglesia, que es su cuerpo. La Iglesia mantiene presente a Jesús por medio de los sacramentos, que son signos de la presencia de Jesús y de su salvación. La Iglesia continúa la misión de Jesús: anunciar y llevar a todos los hombres el amor que Dios nos tiene. La demostración mayor del amor de Dios es Jesucristo. Siendo Dios invisible, se hizo visible, se hizo hombre para revelarle a los hombres su amor con palabras y gestos humanos, para que los hombres pudiéramos comprender la grandeza del Señor. Por medio de Jesús conocemos a Dios, descubrimos su amor y nos introducimos en la misma vida divina.
En la figura de la pirámide, se ve en el último lugar a los laicos, les siguen, más arriba, los religiosos, más arriba, los sacerdotes, y, primero, el Papa y los obispos; en este caso, se da aún más jerarquía y más dignidad a medida que se sube de nivel; la mayor dignidad sería el Papa y los obispos. En la figura circular, se da que ocupan mucho lugar los laicos y los religiosos, y los sacerdotes, obispos y Papa, no tanto; en este caso, se da mayor jerarquía e igual dignidad para todos.
La conciencia es la brújula de nuestro accionar, siendo verdadera o no. Cada uno sabe que hacer el bien y evitar el mal incide en la dignidad humana y como una ley universal que llevamos grabada en nosotros mismos. Cuando una persona realiza una acción buena, experimentamos que la voz de la conciencia aprueba y nos produce alegría. En la formación de la conciencia, la Palabra de Dios es la luz de nuestro caminar. La conciencia moral es un juicio práctico de la razón por el cual la persona reconoce, de acuerdo con la ley moral, si el acto es bueno o malo.