Portada » Historia » Historia de los Reinos Visigodo y Al-Ándalus en la Península Ibérica
La conquista visigoda se integra en una larga migración dentro del proceso de las “invasiones germánicas” y la caída del Imperio Romano de Occidente. Tras ser expulsados de la Galia por los Francos, los visigodos establecieron su reino en la Península durante el siglo VI d.C., situando su capital en Toledo. Será el rey Leovigildo el auténtico artífice de la unidad política de la península bajo el dominio de los visigodos. Las claves en el proceso de integración entre la población visigoda y los hispanorromanos fueron:
La organización política de los visigodos se sustentaba en el derecho germánico. La institución fundamental de gobierno era la Asamblea de Hombres Libres, que elegía al rey y le asesoraba en los asuntos políticos, militares y de justicia. En la práctica, el rey gobernaba con la ayuda del Officium Palatinum. En él intervenían dos órganos de gestión, el Aula Regia o Consejo del Rey y los Concilios de Toledo. Formaban parte del Officium Palatinum personajes de alto rango o Comes, que estaban al frente de diferentes servicios: Comes del Tesoro Regio, Comes de administración de las tierras de la Corona, Comes de recaudación de impuestos, etc. También participaban los grandes funcionarios territoriales y militares: Duces provinciales, Comites Civitates y Gardingos.
Los Concilios fueron una institución, en origen de esencia religiosa, que colaboró con los reyes en tareas legislativas y asuntos de gobierno. Los reyes ejercieron siempre el derecho a convocarlos, dirigirlos y determinar las materias a discutirse. Se trataron toda clase de temas religiosos y mixtos, pero después se examinaron cuestiones judiciales y políticas. Tenemos noticias de los veintiséis concilios celebrados desde la conversión de Recaredo hasta la caída del Reino visigodo, desde el año 589 al 711.
Los árabes musulmanes, alentados por la idea de la «guerra santa», iniciaron en el siglo VII d.C. una rápida expansión llegando hasta las costas del océano Atlántico. Aprovechando la crisis interna del reino visigodo, envuelto en una de sus constantes luchas internas por el poder monárquico, cruzaron a la península. Tras la batalla de Guadalete (711), en apenas tres años lograron conquistar la mayor parte del territorio, salvo las regiones montañosas. La conquista armada se realizó sin encontrar apenas resistencia mediante capitulaciones y rendiciones acordadas con los señores godos. Los musulmanes realizaron algunas incursiones por el norte peninsular, pero fueron derrotados por los astures en Covadonga (722).
La mayor parte de la península ibérica se convirtió en una nueva provincia del califato islámico con sede en Damasco, Al-Ándalus. Al frente de este territorio se colocó a un Emir. Tras la caída de la dinastía Omeya, víctima de la revolución Abasí, un miembro de la familia derrotada logró escapar refugiándose en Al-Ándalus y, gracias a los apoyos que encontró, se proclamó emir independiente de Bagdad: Abd-al-Rahman I (756). Se fijó la capital en la ciudad de Córdoba e inició la tarea de construcción de un nuevo emirato.
Un importante paso en el fortalecimiento de Al-Ándalus se dio en el año 929, cuando el emir Abd-al-Rahman III decidió proclamarse Califa, cargo en el que confluían el poder político y el religioso. El Califa residía en el alcázar de Córdoba, situado junto a la gran mezquita, pero unos años después de su autoproclamación ordenó construir, al oeste de la capital, la impresionante ciudad-palacio de Madinat al-Zahra como ejemplo de la centralización política y administrativa.
En las últimas décadas del siglo X, Almanzor se hizo con el poder efectivo en Al-Ándalus, ejercía el cargo de hachib, una especie de primer ministro. Mientras tanto, el califa, Hisham II (976-1009), vivía recluido en el palacio de Madinat al-Zahra sin ejercer en lo más mínimo el poder político. Almanzor, que basó su poder en el Ejército, organizó terroríficas campañas contra los cristianos del norte peninsular. Su muerte en el año 1002 inició el proceso de descomposición política que llevó al fin del Califato en el 1031.
La muerte de Almanzor en 1002 abrió en Al-Ándalus una larga etapa de fragmentación y disputa. En menos de treinta años, nueve califas se sucedieron en el trono y, finalmente, el califato de Córdoba terminó por desaparecer en el año 1031. En su lugar surgió un mosaico de pequeños reinos llamados de taifas. De forma paulatina fueron independizándose del poder central de Córdoba, llegando a ser hasta veintisiete reinos de taifas. Los más débiles fueron desapareciendo y fueron anexionados por los más poderosos. Estos pequeños reinos, mucho más débiles que el Califato, se mostraron sumisos hacia los dirigentes cristianos a los que entregaban unos tributos llamados parias. Los reinos cristianos aprovecharon esta fragmentación para ocupar de forma paulatina los territorios que habían estado bajo el poder musulmán. No obstante, ese proceso no fue lineal al haber momentos en los que la unidad andalusí pudo reconstruirse:
Sin embargo, el intento almohade de reunificación de Al-Ándalus también fracasó. El momento clave fue la aplastante derrota sufrida ante los cristianos en las Navas de Tolosa (1212). Las nuevas taifas no pudieron resistir el avance cristiano que resultó prácticamente incontenible.
Se mantuvo como única entidad política andalusí en la península en las actuales provincias de Almería, Granada y Málaga. Estaba gobernada por los Banu Nasr o Nazaríes, dinastía que se mantuvo independiente gracias a tres factores:
El reino alcanzó su esplendor en el siglo XIV bajo Yusuf I y Muhammad V, durante los cuales la Alhambra comenzó su configuración como fortaleza-palacio y emblema de la dinastía Nazarí. Desde finales del siglo XIV comenzó un largo proceso de crisis política, conspiraciones palaciegas y luchas nobiliarias. A principios del siglo XV, la estabilidad política comenzó a declinar, siendo aprovechado por Castilla las luchas por la sucesión al trono. En ese contexto, la guerra que comenzará en 1485 con la toma de Ronda y Málaga, y terminará con la rendición de Granada en enero de 1492.