Portada » Historia » Historia de la Península Ibérica: Visigodos, Al-Ándalus y Reinos de Taifas
Los godos llegaron como aliados de Roma, liderados por su rey Ataúlfo. El reino visigodo se estableció inicialmente en el sur de Francia. Poco después, el Imperio bizantino, bajo el mandato de Justiniano, intentó reconstruir el antiguo Imperio romano de Occidente, lanzando una ofensiva en el Mediterráneo occidental y estableciéndose en la costa mediterránea de Hispania. Sin embargo, desde comienzos del siglo VI, y especialmente tras su derrota en Vouillé ante el rey franco Clodoveo en el año 507, los visigodos se desplazaron hacia la península Ibérica.
Se distinguen dos etapas: la hispano-francesa y la española. El reino visigodo se trasladó desde la ciudad francesa de Tolosa hasta Toledo. El monarca Leovigildo dio pasos importantes para la consolidación del reino visigodo de Hispania. En cada provincia había un Dux (duque) y en cada ciudad un Commes Civitatis. Crearon un derecho basado en el romano: el Liber Iudiciorum (Libro de los Juicios). A partir del III Concilio de Toledo, todos se convirtieron al catolicismo. Los reyes no accedían al trono por vía hereditaria, sino por elección de los poderosos, según el VI Concilio de Toledo. Los reyes eran auxiliados por el Oficio palatino. Su economía era débil, con poca moneda. La cultura era tosca, destacando a San Isidoro de Sevilla. Debido a sus continuas guerras internas, cayeron ante los musulmanes.
La conquista musulmana comenzó en el 711 con la derrota del rey visigodo Don Rodrigo ante Tarik y los bereberes. El control del territorio peninsular fue muy rápido debido a la descomposición del reino visigodo, la firma de pactos y el apoyo de algunos grupos sociales, como la minoría judía. Políticamente, Al-Ándalus se organizó como un emirato dependiente del califato de Damasco, con capital en Córdoba. En el 756, tras un golpe de estado en Damasco contra los Omeyas, Abderramán I se independizó políticamente, estableciendo el emirato independiente. Las tensiones sociales y políticas fueron continuas. La llegada al poder de Abderramán III (912) permitió el fortalecimiento de Al-Ándalus, proclamándose califa. El prestigio alcanzado hizo que en 929 proclamara el Califato de Córdoba (929-1031). Durante el mandato de Hixam II, Almanzor asumió el control efectivo, relegando al califa a funciones protocolarias. A su muerte, las luchas internas condujeron a la fragmentación de Al-Ándalus en los reinos de Taifas, disolviendo el Califato en 1031.
El Califato se fragmentó en una veintena de reinos o taifas, identificadas por su origen étnico: árabe, bereber y eslavo. Este número fue disminuyendo a medida que las más pequeñas fueron anexionadas por las más poderosas. La división territorial vino acompañada de una debilidad política y militar, siendo obligados a pagar parias a los reinos cristianos, que a su vez consiguieron avanzar, llegando a conquistar Toledo (1085). Ante la amenaza de la reconquista, las taifas pidieron ayuda a los almorávides (nómadas saharianos), que derrotaron a los castellanos en Sagrajas, unificando Al-Ándalus mediante una ocupación militar hasta 1144, cuando comenzaron los segundos reinos de taifas. Un nuevo pueblo norteafricano, los almohades, llegó a unificar Al-Ándalus en 1172, paralizando el avance cristiano hasta su derrota definitiva en las Navas de Tolosa (1212). La formación de terceros reinos de taifas y el avance cristiano de San Fernando y Jaime I sobre el valle del Guadalquivir reagrupó los territorios musulmanes en torno al Reino Nazarí de Granada. Granada solicitó ayuda a los benimerines, pero finalmente fue derrotada por los Reyes Católicos en 1492.
El centro económico de Al-Ándalus era la ciudad. Su actividad mercantil y artesanal giraba en torno a los mercados. La actividad agraria mejoró en la producción con la construcción de norias para el regadío. En la ganadería destacó la ovina, para carne y leche, en las zonas cercanas a las sierras (bereberes). El comercio se desarrolló al amparo de una economía monetaria, las vías de comunicación romanas y los mercados urbanos. El comercio exterior se intensificó, exportando productos agrícolas e importando especias y productos de lujo del Próximo Oriente, metales, armas y esclavos de la Europa cristiana, y oro y esclavos de color del Sudán. La sociedad andalusí se dividía en dos grandes grupos: los musulmanes, unidos por el Islam, y los mozárabes y judíos. Los musulmanes tenían diferente origen étnico: árabes, bereberes, muladíes y sirios. Su estructura social estaba encabezada por la nobleza de sangre, que a partir de Abderramán III fue sustituida por las clases medias formadas por la burguesía y modestos propietarios rurales; el pueblo y los esclavos. Estos últimos alcanzaron importantes puestos en la administración. Los mozárabes (cristianos) y judíos debían pagar unos tributos especiales por practicar su culto y disponer de templos propios. Su cultura era amplia y poco condicionada por la religión, y el arte era sin imágenes (la mezquita).