Portada » Historia » Historia de Al-Ándalus: Desde el Emirato Dependiente hasta los Reinos de Taifas
El Islam se origina en el año 622 d.C. con la figura de Mahoma, quien se traslada de La Meca a Medina. El término «Islam» significa sumisión a la voluntad de Dios. Surge en la península arábiga y Mahoma representa esta doctrina. Sus pilares fundamentales son:
Los árabes llegan a la Península Ibérica en el año 711, dando inicio al Emirato Dependiente. Esta etapa se caracteriza por la conquista. La desintegración del reino visigodo facilitó la rápida expansión árabe. El conde Julián pactó con Musa, gobernador del norte de África, la conquista de la Península. Tarik, lugarteniente de Musa, desembarcó en Gibraltar con 7000 hombres y venció al rey visigodo Rodrigo en la batalla de Guadalete. Los árabes establecieron pactos con los poderes locales para facilitar la conquista.
Una segunda expedición, liderada por Musa con 18000 hombres, se unió a Tarik en Toledo. Juntos, conquistaron ciudades como León, Zaragoza y Astorga. Abd Al-Aziz, hijo de Musa, dominó casi toda la Península, excepto los núcleos cristianos del norte. En Covadonga, un grupo de visigodos resistió a los musulmanes, dando lugar a la famosa batalla de Covadonga, de la que existen dos crónicas: la de Alfonso III y la musulmana.
La facilidad de la conquista se debió en parte a las capitulaciones, pactos entre la aristocracia hispano-visigoda y los árabes. La población hispano-visigoda pudo seguir practicando su religión cristiana, siendo conocidos como mozárabes. La imposición de impuestos más altos a los no musulmanes propició conversiones masivas al Islam, dando lugar a los muladíes.
En el año 750, la dinastía Omeya fue derrocada en Oriente. Durante los siglos VIII y IX, Al-Ándalus fue un emirato del imperio islámico con capital en Córdoba. Inicialmente, los emires eran nombrados por los califas Omeyas de Damasco. Sin embargo, en el 756, tras el asesinato del clan Omeya, los califas abasíes trasladaron la capital a Bagdad. Abd al-Rahmán I, un superviviente Omeya, se hizo con el control de Al-Ándalus y estableció un emirato independiente en lo político y militar, aunque subordinado a la autoridad religiosa de los califas orientales. Inició la construcción de la Mezquita de Córdoba.
El emirato de Córdoba enfrentó problemas de estabilidad interna debido a la diversidad étnica y religiosa. Hisam I realizó ofensivas contra los núcleos cristianos. Al-Hakam I enfrentó revueltas de mozárabes y bereberes, destacando el Motín del Arrabal de Córdoba, donde los artesanos se sublevaron. Abd al-Rahmán II amplió la Mezquita de Córdoba y enfrentó la rebelión de Omar ibn Hafsún, líder muladí que extendió su revuelta por varias regiones.
Esta etapa representa el máximo esplendor de Al-Ándalus. Abd al-Rahmán III sofocó las revueltas, estabilizó el emirato y emprendió ofensivas contra los cristianos. En el 918, acabó con la rebelión de Omar ibn Hafsún. En el 929, al enterarse de que los emires de Marruecos se habían proclamado califas, Abd al-Rahmán III se proclamó Califa de Córdoba, asumiendo la máxima autoridad política y religiosa. A partir de este momento, el imperio árabe comenzó a fragmentarse.
Abd al-Rahmán III estableció acuerdos con los reinos cristianos y los contuvo. El segundo califa, Al-Hakam II, mantuvo la estabilidad. El tercer califa, Hisam II, delegó el gobierno en Almanzor, un líder militar temido por los cristianos, que llegó a saquear Santiago de Compostela y llevó las campanas de la catedral a la Mezquita de Córdoba para usarlas como lámparas. El último califa, Hisam III, fue depuesto, dando paso al período de las Taifas.
El califa era la máxima autoridad política y religiosa, con poder absoluto. Presidía la oración del viernes y era el jefe del ejército. Estaba asesorado por un primer ministro (Hachib) y consejeros (visires) encargados de diferentes ministerios. Los secretarios se encargaban de los asuntos de la casa real y la hacienda pública. La justicia estaba en manos de los cadíes, asesorados por los faquíes (expertos en leyes). Otros cargos importantes eran el alcalde de la ciudad, el juez del mercado y la policía.
Al-Ándalus se dividía en provincias (koras), que a su vez se subdividían en distritos (kilin) y comarcas (yuz). Cada kora tenía una ciudad principal y una fortaleza (alcazaba) donde residía el gobernador, designado por el califa. En las zonas fronterizas con los reinos cristianos se crearon marcas, koras especiales con mayor presencia militar:
Tras la caída del último califa, el reino se fragmentó en taifas, desapareciendo la unidad política. Se distinguen tres tipos de taifas:
Las Taifas se organizaban de manera similar al califato, pero estaban muy divididas y enfrentadas entre sí, lo que facilitó el avance de los reinos cristianos.