Portada » Filosofía » Gnoseología, Teología, Antropología, Ética y Política en la Filosofía Clásica
El conocimiento intelectual o inteligible reside en el alma y su instrumento es la razón. Gracias a ella podemos captar lo esencial de todas las cosas, el carácter absoluto de las Ideas. El conocimiento sensible reside en el cuerpo y su instrumento son los sentidos, que nos dan a conocer la multiplicidad y escasa consistencia del mundo físico.
Las Ideas son fuente de unidad e inteligibilidad frente a la dispersión, multiplicidad e imperfección del mundo físico. Mediante la razón captamos la unidad, lo permanente, lo que es. Mediante los sentidos captamos la pluralidad, lo cambiante, lo que parece ser.
Platón relaciona el conocimiento matemático y el conocimiento de las Ideas por lo que ambos tienen de absoluto; en cambio, mediante los sentidos el hombre solo capta objetos materiales (conocimiento imperfecto) y el recuerdo de dichos objetos (conocimiento más imperfecto aún).
De este modo doxa y episteme constituyen los dos puntos de referencia de la gnoseología platónica que se corresponden con la materia caótica y el Mundo de las Ideas respectivamente.
Si el conocimiento de las Ideas es el más perfecto, dentro de las Ideas, el Bien será el conocimiento supremo, ya que es el principio que explica el orden y el sentido de todo lo real.
El Bien es además conocimiento teórico y práctico. Teórico porque expresa el orden del Universo y práctico porque proporciona a nivel individual las pautas morales y a nivel colectivo los principios de la acción política.
Platón considera que el alma pertenece al Mundo de las Ideas a cuyo conocimiento está destinada y por eso conocer no consiste en adquirir conocimientos sino en recordar lo que el alma efectivamente ya sabe.
Como condición previa es preciso el amor, entendido como amor a la sabiduría. Este Conocimiento Verdadero reside en el ALMA, que procede del Mundo de las Ideas y por tanto ha contemplado la esencia de todas las cosas. El instrumento o fuente de conocimiento verdadero es la razón que permite conocer lo uno frente a lo múltiple. El método es la dialéctica, sistema de preguntas y respuestas que permiten ascender en el conocimiento (ANÁBASIS) hasta la contemplación del principio supremo: el bien (reminiscencia) para después ponerlo en práctica (CATÁBASIS). De este modo se obtiene la CATARSIS o purificación, entendida como preparación del alma para dejar la cárcel del cuerpo.
Dado que los seres dotados de movimiento y estudiados por la Física no se han dado a sí mismos la capacidad de cambiar, Aristóteles aplica la Teoría de la Causalidad y da el paso de la Física a la Metafísica estableciendo la necesidad de un primer Motor Inmóvil. A este ente eterno, Aristóteles lo denomina Motor Inmóvil, Acto Puro o Forma Primera.
Motor porque es causa de movimiento, Inmóvil porque de no ser así habría recibido a su vez capacidad de moverse.
Forma porque no es en absoluto material, ya que si lo fuera estaría sujeto a cambios y Primera porque no hay otro anterior.
No es nada en potencia, pues de ser así cambiaría y por tanto carece de privaciones.
La actividad propia del Acto Puro debe ser la más perfecta y ninguna es tan sublime como el puro conocimiento y nada puede ser tan digno de conocimiento para el Acto Puro como él mismo, que es puro pensamiento de sí y por tanto ajeno al devenir humano, atento sólo a su propia contemplación y totalmente desvinculado del mundo.
Dentro de la Metafísica como área que estudia la totalidad de lo real distingue también Aristóteles una ciencia que estudia el ente en cuanto ente (ente es cualquier cosa que existe), es decir, la Ontología estudia todo lo que existe por el mero hecho de existir al margen de su modo particular de existencia.
El ser se dice de muchas maneras, dice Aristóteles, pero todos tienen algo en común: participan del ser. Según Aristóteles, el axioma fundamental de la Ontología es el principio de no contradicción: Nada puede ser y no ser a la vez y en el mismo sentido.
En la tradición filosófica griega se acepta sin discusión la existencia del alma, el problema lo plantea su naturaleza, es decir, en qué consiste el alma.
Para Platón el alma es principio de conocimiento y por tanto lo que distingue el hombre del animal. Para Aristóteles el alma es principio de vida y por tanto lo que distingue la vida de la muerte.
Platón distingue tres diferentes tipos de alma: alma racional, que reside en la mente; alma irascible, que reside en las extremidades y alma concupiscible que reside en el estómago.
Aristóteles manifiesta en su teoría moral la misma actitud teleológica que en su concepción de la Naturaleza: Todo ser tiende a realizar la actividad que le es propia para ser feliz y, para evitar subjetivismos y relativismos, Aristóteles establece teleológicamente que nada es tan propio del hombre como el conocimiento.
Las virtudes pueden ser de dos tipos: dianoéticas o intelectuales y éticas o de comportamiento. La virtud ética más importante consiste en tener una actitud mesurada, es decir, elegir el término medio, pero respecto siempre de quien elige; se trata de huir de los extremos excepto en aquellas cosas que ya son extremos de por sí, como es el caso de las virtudes propiamente dichas, a las que hay que entregarse por completo (honradez, sinceridad) y el caso de los vicios, de los que hay que alejarse también por completo (mentira, crimen).
Al igual que Platón, Aristóteles considera la moral y la política estrechamente unidas. Sin embargo, Aristóteles no diseñó ningún modelo político ideal, limitándose a analizar las virtudes y defectos de las tres formas de gobierno más frecuentes: monarquía, democracia y aristocracia.
Aristóteles considera que en primer lugar sucede la familia, por la que un conjunto de personas se organiza con vistas a conseguir un bien común; después la aldea, conjunto de varias familias con el fin de satisfacer otras necesidades; y por último la polis o ciudad (comarca o región) que tiende a lograr el bien supremo: la autosuficiencia.
Para Santo Tomás el conocimiento pleno de Dios no puede ser obtenido racionalmente, ya que no se trata de una realidad finita y limitada como las que habitualmente conoce la razón, sino que se trata de la causa infinita de todas las realidades. De este modo, el conocimiento pleno de Dios sólo es posible mediante la fe, que se añade a la razón para perfeccionarla y así razón y fe se complementan y no tienen por qué entrar en conflicto.
Santo Tomás distingue tres tipos de verdades: verdades cuyo contenido es de razón y en absoluto de fe, verdades cuyos contenidos son de fe y en absoluto de razón, y verdades que participan de fe y razón.
La razón debe colaborar con la fe proporcionándole sus datos, sus métodos científicos y sus instrumentos dialécticos para conseguir demostrar al escéptico la existencia de Dios. La fe sirve a la razón como guía o norma y establece el límite de su investigación. Aquellas verdades de razón que no coincidan con las de fe deberán considerarse erróneas.
En la concepción de la Naturaleza y del ser humano, Tomás de Aquino muestra una notable influencia platónica que se observa fundamentalmente en el uso del término PARTICIPACIÓN para explicar la relación existente entre Dios y los seres naturales.
Para Santo Tomás, el ser necesario es creador y los seres contingentes participan del ser creador en diferentes grados, cada uno conforme a su naturaleza. Esta semejanza de dios se da como semejanza de especie o imagen en el alma del hombre (imago Dei). El cuerpo por su parte es una huella de Dios (vestigium Dei); por el cuerpo el hombre participa de Dios igual que el resto de los seres.
Aquino trata de establecer las bases de la Ética mediante un previo conocimiento de la naturaleza humana en la mejor tradición del pensamiento griego. Siguiendo la línea teleológica de Aristóteles, Santo Tomás establece la felicidad como el fin último del (eudaimonía), aunque para él la felicidad no radica tanto en el conocimiento como en la perfección cristiana.
Es preciso distinguir tres niveles de ley: ley universal, ley natural y ley positiva (derecho).