Portada » Filosofía » Fundamentos del Pensamiento Marxista: Trabajo, Capital y su Relación con Hegel, Kant y Luxemburgo
En este fragmento, Marx explica que el modo de producción de la sociedad es la infraestructura, un modo de producción que puede cambiar la conciencia y la ideología de las personas (superestructura). Cuando los medios de producción y las fuerzas de producción que forman la infraestructura se desarrollan junto con las relaciones de producción, surge un conflicto entre estas últimas y las fuerzas ya mencionadas, porque el trabajo permite al hombre cambiar su entorno y a sí mismo. La historia humana no es más que el desarrollo de la capacidad del hombre para mejorar su situación, para sobrevivir y reproducirse, para imponerse a la naturaleza. Es gracias a este trabajo que se crean las relaciones sociales que gobiernan nuestra conciencia, conceptos y pensamientos. A medida que mejoran los medios de producción, las personas se transforman y, por tanto, también sus relaciones sociales (como ocurrió en la revolución industrial, cuando la llegada de las máquinas hizo posible aumentar los espacios de trabajo). Finalmente, este desarrollo culmina en una revolución social que cambia las relaciones existentes y cambia toda la ideología y superestructura de la época a la que pertenece. Entonces la base económica cambia nuestra ideología o superestructura.
El trabajo es la actividad mediante el cual el hombre se crea los recursos para satisfacer sus deseos físicos y mentales. Asimismo, la historia de la humanidad no es más que el desarrollo del trabajo y la perfección de los métodos de este. El trabajo, la transformación de la realidad para producir es lo que ha elevado a los humanos de los animales. Esta actividad debería ser algo más que un mero medio de producción, la humanidad debería aprender a verdaderamente gozar de trabajar y encontrar alegría en la labor. Esta actividad fue la que creó la sociedad de clases al dividirse la población en trabajadores y los que repartían el provecho de ese trabajo. Debido a esto y a que Marx considera que el trabajo es, esencialmente, la finalidad del ser humano, este, y las maneras de transformarlo, se convierten en aspectos muy importantes en la filosofía del pensador.
La plusvalía es un concepto central en la teoría económica de Karl Marx. Se refiere a la diferencia entre el valor creado por el trabajo de un trabajador y el salario que recibe a cambio de su trabajo. En el contexto del capitalismo, la plusvalía representa la ganancia que obtiene el capitalista al vender los productos o servicios producidos por el trabajador, que excede el valor del salario pagado al trabajador. Marx argumenta que la plusvalía es la base de la acumulación de capital y la explotación de la clase trabajadora en el sistema capitalista.
En corto, el capital es el valor que se valoriza. Se produce capital cuando se somete el valor de uso al valor de cambio y todo se convierte en mercancía. La forma inicial del capital es una masa de dinero cuya utilización en el proceso productivo capitalista permite a su dueño obtener una cantidad mayor que la inicial. El dinero sirve para comprar maquinarias y materias primas por una parte, y fuerza de trabajo por la otra, vale decir capital constante y capital variable. Teniendo capital, el capitalista puede organizar el proceso de fabricación de un bien para sacar el mayor beneficio posible. Una vez el capital se gaste, para un ciclo exitoso capitalista, la suma del capital tiene que ser menor que el dinero obtenido por la venta de lo producido.
La relación entre Marx y Hegel se fundamenta en una profunda influencia y simultánea crítica por parte de Marx hacia el sistema filosófico hegeliano. Hegel, influido por la Revolución Francesa y el pensamiento de Kant, desarrolló una filosofía que concedía un papel central al sujeto y al progreso, integrando la historicidad como elemento clave para la comprensión de la realidad. Su máxima «todo lo racional es real y todo lo real es racional» refleja una visión de la realidad como manifestación del espíritu humano y de la razón. Sin embargo, Marx critica esta concepción por considerar que ignora las contradicciones materiales y sociales existentes, especialmente la situación del proletariado, la cual desmiente la supuesta racionalidad de la estructura socio-política vigente. Marx, partiendo de su pertenencia a la izquierda hegeliana, realiza una crítica sustancial al idealismo hegeliano, proponiendo en su lugar una concepción materialista de la historia y la sociedad. Rechaza la noción hegeliana de la realidad como desarrollo del espíritu y argumenta que es, en cambio, la base material y económica de la sociedad la que determina las estructuras políticas y jurídicas, así como la conciencia social. Esta inversión del idealismo hegeliano al materialismo histórico marca el núcleo de la crítica marxista. Además, Marx cuestiona el carácter abstracto y teórico de la filosofía hegeliana, la cual veía en la reflexión filosófica la máxima realización del espíritu. Frente a esto, Marx propone una filosofía práctica, orientada a la transformación de la realidad social a través de la praxis revolucionaria. Considera que la verdadera tarea de la filosofía no es solo comprender el mundo, sino cambiarlo, en contraposición a la postura de Hegel, que veía en la comprensión filosófica un fin en sí mismo.
Marx y Kant representan dos corrientes filosóficas distintas, pero ambas influyentes en la comprensión de la sociedad y la moralidad. Kant, en su filosofía moral, defiende el imperativo categórico, que dicta actuar según principios universalizables y tratar a los demás como fines en sí mismos, no como meros medios. Este enfoque ético, basado en la razón y la autonomía, establece un marco para la moralidad individual y social. Por otro lado, Marx, desde una perspectiva materialista e histórica, crítica la filosofía idealista de Kant y su enfoque en la moralidad individual desvinculada de las condiciones materiales y sociales. Marx sostiene que las relaciones económicas y sociales son determinantes en la formación de la conciencia y la moralidad, y que la lucha de clases es el motor de la historia.
Aunque Kant enfatiza la libertad y la igualdad como derechos innatos del individuo, Marx argumenta que estas ideas son insuficientes para comprender y transformar la realidad social. Mientras Kant establece límites claros a la libertad y la igualdad, Marx considera que la verdadera libertad y la igualdad sólo pueden alcanzarse mediante la superación de las condiciones económicas y sociales que generan alienación y explotación. Además, mientras Kant defiende la religión como fundamento de la moral, Marx la ve como una herramienta de dominación de la clase dominante. A pesar de estas diferencias, ambos filósofos comparten una preocupación por la justicia y la dignidad humana, aunque sus enfoques y soluciones difieran significativamente.
La relación entre Marx y Rosa Luxemburgo refleja una continuidad teórica y a la vez una expansión crítica del marxismo original. Luxemburgo, una destacada figura del marxismo ortodoxo, compartía con Marx la importancia fundamental de la dialéctica y la visión de que el capitalismo, por sus contradicciones internas, estaba destinado a colapsar, dando paso a una sociedad socialista. Sin embargo, Luxemburgo introduce críticas y expansiones
significativas al análisis marxista, particularmente en lo referente a la dinámica del capitalismo y su capacidad de sobrevivir mediante el imperialismo.
Mientras Marx enfatizaba la inevitabilidad de la revolución proletaria como resultado de las crisis internas del capitalismo, Luxemburgo señalaba que el capitalismo podía prolongar su existencia explotando economías no capitalistas a través del imperialismo. Esta expansión externa permitiría al capitalismo encontrar nuevos mercados para sus bienes excedentes y exportar sus crisis económicas, mitigando temporalmente sus contradicciones internas. Luxemburgo argumentaba que esta dinámica de expansión imperialista no solo atrasaba el colapso del capitalismo sino que también intensificaba los conflictos entre las potencias capitalistas, llevando a guerras por el control de mercados y territorios.
La crítica de Luxemburgo se centraba en cómo el capitalismo, en su búsqueda de mercados rentables, desplaza su propia crisis a través del imperialismo, una fase que ella consideraba como un estadio previo pero necesario dentro de la marcha hacia el socialismo. Este análisis introdujo una comprensión más profunda de la dinámica global del capitalismo y sus efectos en la lucha de clases internacional, ampliando el marco teórico marxista para incluir la dimensión imperialista del capital.
Aunque Luxemburgo mantenía una lealtad fundamental a las teorías de Marx, su trabajo representaba un avance crítico y una expansión de la teoría marxista, subrayando la importancia de la lucha antiimperialista como componente integral de la lucha por el socialismo. En este sentido, Luxemburgo contribuyó significativamente a enriquecer el marxismo con una perspectiva más global y con un análisis más detallado de las estrategias capitalistas para mantener su dominio.