Portada » Filosofía » Fundamentos del Pensamiento de Marx y Nietzsche: Sociedad, Alienación y Valores Humanos
Karl Marx, además de filósofo, fue un estudioso de la economía y un activista político. Su pensamiento se basó en tres influencias principales: la economía política inglesa, el socialismo utópico francés y la filosofía alemana del siglo XIX.
Para Marx, el ser humano es un ser concreto, sensible y productor que se transforma a sí mismo y a la naturaleza a través del trabajo. No es solo un «animal de trabajo», sino un ser social e histórico que cambia junto con la sociedad. Mientras Hegel veía la historia culminando en el presente, Marx consideraba que su verdadero fin llegaría con la abolición de la sociedad de clases.
En la sociedad capitalista, el trabajador sufre alienación debido a la propiedad privada de los medios de producción, lo que divide la sociedad en explotadores y explotados. Marx identifica cuatro formas de alienación en el proletariado:
Esta división impide que los individuos se reconcilien con su verdadera humanidad, atrapándolos en una estructura de explotación y deshumanización.
Para Marx, la ideología es el conjunto de creencias y doctrinas (religiosas, filosóficas, éticas, jurídicas y políticas) que reflejan las condiciones materiales de cada sociedad. Sin embargo, la alienación económica distorsiona esta conciencia, convirtiéndola en un instrumento de la clase dominante.
Marx, precursor de la «filosofía de la sospecha» (junto a Nietzsche y Freud), sostiene que la clave para entender la realidad es la economía y la lucha de clases, no la conciencia individual. Así, mientras la burguesía defiende sus intereses, el proletariado debe ser guiado por un teórico revolucionario para tomar conciencia de su opresión.
El Materialismo Histórico es la teoría marxista que explica la evolución de los modos de producción. Para Marx, la infraestructura económica (modo de producción) es la base de la sociedad, mientras que la superestructura (instituciones jurídicas, políticas y culturales) la refleja y mantiene el poder de la clase dominante.
El cambio social ocurre cuando las fuerzas productivas se desarrollan más allá de las relaciones de producción existentes, generando conflictos de clase que desembocan en revoluciones y nuevas formas sociales.
La historia avanza mediante la lucha de clases, impulsada por la contradicción interna de los modos de producción:
La historia sigue un esquema dialéctico:
El capitalismo se basa en la explotación del proletariado y, según Marx, se autodestruirá por sus propias contradicciones:
El capitalismo intensifica la desigualdad, preparando el terreno para su caída.
La revolución proletaria acabará con el capitalismo y establecerá la dictadura del proletariado, una fase transitoria previa al comunismo. En la sociedad comunista:
Este sistema garantizará la verdadera libertad y la igualdad real entre los seres humanos.
Nietzsche, influenciado por Schopenhauer, adopta la idea de la voluntad como fundamento del mundo, pero rechaza su pesimismo. Para expresar su visión, utiliza las figuras mitológicas de Dioniso y Apolo:
Para Nietzsche, la vida es el resultado del conflicto y la tensión entre ambos impulsos. Sin embargo, considera que Sócrates, Platón y el cristianismo traicionaron la visión trágica de la existencia al sobrevalorar la razón (Apolo) y reprimir los instintos vitales (Dioniso). La racionalización de la vida la aprisiona, ya que la existencia es fundamentalmente irracional y está en constante devenir.
Antes de Sócrates, pensadores como Heráclito ya asumían la vida como una lucha de contrarios irreconciliables. El héroe trágico acepta el destino con valentía, sin huir del sufrimiento. Nietzsche reivindica esta actitud y propone un sí a la vida, abrazando tanto el placer como el dolor.
Frente al pesimismo de Schopenhauer, Nietzsche celebra la alegría de vivir y la creatividad, reflejada en la figura de Dioniso como símbolo del artista, del niño que crea y destruye libremente. Esta es la verdadera voluntad de poder, la afirmación pura de la existencia.
Nietzsche rechaza la tradición cultural occidental por su carácter dogmático y contrario a la vida. Critica especialmente la moral, la religión cristiana y la metafísica desde Sócrates y Platón.
La moral tradicional es una «moral de esclavos«, impuesta por los débiles (el «rebaño») para someter a los fuertes (los «nobles» o «señores»). Se basa en la compasión, la humildad, la obediencia y la renuncia, convirtiendo en «malvado» lo que antes era signo de poder y vitalidad (fuerza, orgullo, individualidad). El cristianismo consolidó esta transformación al prometer recompensa en un mundo trascendente y castigo para los poderosos en este.
Frente a esta moral, Nietzsche propone una «moral de señores«, basada en la afirmación de la vida, la fuerza, la voluntad de poder y la excelencia individual. La moral de esclavos conduce al nihilismo, anulando la voluntad y desvalorizando al ser humano.
Nietzsche analiza el origen de los valores morales a través del método genealógico, observando cómo los términos han cambiado de significado. Originalmente, «bueno» significaba noble, fuerte y aristocrático, mientras que «malo» se refería a lo vulgar, débil y plebeyo.
Con el tiempo, los débiles, movidos por el resentimiento, invirtieron los valores (transmutación moral) y transformaron lo «bueno» en obediencia, humildad y sacrificio. Esta inversión fue promovida por los sacerdotes judíos y continuada por el cristianismo, imponiendo la moral del resentimiento y debilitando la voluntad humana.
Los antiguos señores desaparecen, pero los esclavos no se liberan, sino que son sometidos por una moral que los convierte en culpables y temerosos, a cambio de la promesa de un mundo mejor después de la muerte.
El dominio de la moral de esclavos durante siglos ha conducido al nihilismo: la negación de la voluntad, la pérdida de sentido y la incapacidad de querer.
Nietzsche simboliza esto con la famosa frase «Dios ha muerto«, indicando que los valores supremos (cristianos y metafísicos) han perdido su poder y credibilidad sobre el pensamiento moderno. Sin embargo, esto genera dos tipos de nihilismo:
Esta creación de nuevos valores es la transvaloración de todos los valores, tarea que Nietzsche asume como fundamental para superar la decadencia de Occidente.
Nietzsche busca reorganizar los valores sin desvalorizar la vida ni la acción humana. Tras su filosofía crítica y nihilista, desarrolla una filosofía afirmativa basada en la voluntad de poder y el eterno retorno, junto con la figura del superhombre (Übermensch), quien encarna estos nuevos valores.
Nietzsche redefine la voluntad de poder (Wille zur Macht) no como un simple deseo de dominio político, sino como un impulso cósmico y vital fundamental, una fuerza afirmativa que impulsa a todo ser a crecer, superarse y crear. Es opuesta a la «voluntad de vivir» pesimista de Schopenhauer y a la «voluntad de verdad» de la filosofía tradicional. Es un querer creciente, creativo, sin límites ni dependencia del «yo» consciente.
La verdad no es lo esencial, sino aquello que fortalece la vida. Si la mentira o la apariencia la favorecen (como el arte), entonces son preferibles. La realidad se comprende mejor a través de metáforas, ya que no hay una relación causal objetiva y fija entre el sujeto y el objeto.
La voluntad de poder es la voluntad de crear, como lo hicieron figuras como Napoleón o Alejandro Magno, quienes moldearon la historia no solo con su poder militar, sino con su visión artística y creadora de la política y la guerra.
Al descartar la idea de un creador y un propósito trascendente, Nietzsche concluye que el mundo, siendo una cantidad finita de energía en un tiempo infinito, debe repetir necesariamente todos sus estados y combinaciones. Todo lo que ha ocurrido se repetirá infinitamente, exactamente de la misma manera (eterno retorno).
Cada instante adquiere un peso infinito, pues contiene la eternidad. El tiempo no es lineal, sino circular.
Consecuencia ética: El pensamiento del eterno retorno es la prueba definitiva. El hombre fuerte (el superhombre) dice sí a la vida, acepta su destino (amor fati – amor al destino) y quiere que cada instante se repita eternamente. El hombre débil (el esclavo) rechaza esta idea, no soporta la vida terrenal y depende de la promesa de un cielo o un más allá.
La nueva moral se resume en:
«Puedes hacer lo que quieras, pero aquello que hagas, has de quererlo de tal modo que desees también su eterno retorno.»
El superhombre (Übermensch) es el ideal humano que surge tras la «muerte de Dios». Es aquel que asume la voluntad de poder y el eterno retorno, creando sus propios valores sin depender de la moral tradicional, la religión o la metafísica. Nietzsche lo representa a través de tres etapas de transformación del espíritu:
El superhombre trasciende la moral tradicional del bien y del mal, afirma la vida en su totalidad y encuentra sentido en la existencia misma, sin buscarlo fuera de ella. Es un puente hacia una nueva humanidad.
En conclusión, el superhombre es el ser humano que supera la moral tradicional, abraza la voluntad de poder, afirma la vida a través del eterno retorno y vive plenamente, sin miedo a su destino ni necesidad de consuelos trascendentes.