Portada » Educación Artística » Francisco de Goya: El Genio Artístico y su Evolución Creativa
El arte neoclásico fue un movimiento artístico desarrollado entre 1750 y 1850 que propuso una vuelta al lenguaje equilibrado y racional de la Antigüedad grecolatina.
Goya es una figura culminante del arte español y universal. Nació en un pueblo aragonés y se educó en Zaragoza, pero se trasladó a Madrid e Italia para continuar sus estudios. Fue pintor del rey en 1786. En 1792 sufrió una grave enfermedad: la sordera marcó su carácter y su obra. Liberal convencido e ilustrado, la Guerra de la Independencia y la posterior reacción absolutista dejaron en él una honda huella, hasta el punto de que se trasladó a Burdeos, donde murió en 1828.
El artista se inspiró en las ideas ilustradas y en los eventos históricos de su época. Su obra refleja un enfoque liberal y patriótico, con críticas hacia la aristocracia y la Corona, y un interés por las clases populares, buscando una sociedad más justa y racional.
Los comienzos fueron difíciles: le fue rechazada la beca para estudiar en Roma y viajó por su cuenta a Italia. De regreso, se casó con la hermana de Francisco Bayeu, un pintor de éxito que residía en Madrid. Los triunfos profesionales y su visión optimista de la vida hacen que predominen los temas amables de factura acabada en los cartones para tapices y la serie de retratos que realizó para los nobles.
Hasta 1791 trabajó realizando cartones para la elaboración de tapices en la Real Fábrica, destinados a la decoración de los aposentos reales. Representan temas populares que son tratados con colores vivos y dibujo preciso (El parasol, 1777; Baile a orillas del Manzanares, 1777; La cometa, 1778), en algunos de los cuales empiezan a asomar las primeras muestras del conflicto social (El vendedor de loza, 1779; El otoño – La vendimia, 1786; El Invierno – La nevada, 1786; El verano – La era, 1786, El Pelele).
Goya se va perfilando como un gran retratista: son cuadros de personajes y familias ilustres en los que destaca su introspección psicológica. Traspasa la apariencia para explorar el alma y mostrar simpatía o antipatía por el personaje retratado (subjetivismo). Carlos III (1788); El conde de Floridablanca (1783); La marquesa de Pontejos (1786); La familia del duque de Osuna (1788).
Goya sufrió una grave enfermedad que le dejó como secuela la sordera. Coincidieron en estos años los acontecimientos de la Francia revolucionaria que tuvieron una gran repercusión en los círculos políticos e ilustrados españoles, con los que estaba relacionado. Su obra inició el paso desde una visión alegre y desenfadada de la etapa anterior a otra crítica y atormentada, que incide en los aspectos más negativos de la sociedad, aunque todavía mantiene viva la esperanza en su posible cambio: presencia del color negro, la factura a base de manchas en detrimento del dibujo y temas dramáticos o de una fantasía oscura.
Una serie de grabados en la que desarrolla una serie de creaciones libres: rompe con los ideales clásicos de la belleza, presentando personajes inhumanos y deformes, productos de una fantasía desbordada:
Por estas fechas terminó la decoración de la iglesia de San Antonio de la Florida con una serie de escenas religiosas en las que el tema principal es el milagro del santo, al que asiste una multitud de testigos, dispuestos alrededor del anillo de la cúpula, todo ello sobre un fondo paisajístico: la escena se desarrolla sobre cielo azul, nubes y árboles. Estos frescos muestran una evolución técnica hacia una simplificación de los rasgos de los personajes por medio de una pincelada suelta y una renovación iconográfica: convierte un tema religioso en una escena popular.
Goya sigue pintando retratos. Son figuras recortadas, los personajes se destacan nítidamente de un fondo neutro, pared o paisaje, la luz aparece modelando el espacio y las vestimentas. Sigue manteniendo su introspección psicológica mostrando antipatía o simpatía por el retratado. La condesa de Chinchón (1795-97), Melchor Gaspar de Jovellanos (1798); La duquesa de Alba (1795); La reina María Luisa con mantilla (1799), Doña Isabel de Porcel (1805). La familia de Carlos IV (1800). Es un retrato colectivo en el que aparecen representados los miembros de la familia real en una composición equilibrada: los personajes están dispuestos de manera frontal, distribuidos en grupos de cuatro, con ausencia de movimiento y escasa profundidad. La importancia del color y de la luz se refleja en una pincelada suelta que predomina sobre el dibujo y un foco de luz que penetra por la izquierda. La visión de los personajes es realista, sin idealización, plasmando su carácter a través de gestos y actitudes. Relación con Las Meninas: autorretrato a la izquierda y pintando de cara al espectador, cuadros en las paredes, postura de la reina…
La maja desnuda (1800). Desnudo femenino en posición yacente, dispuesto en diagonal. Predominio del color, pincelada suelta sin apenas dibujo. Colores fríos: resaltan las carnaciones sobre el lecho y el fondo oscuro, luz artificial. Realismo: perfección anatómica y sensualidad, no es un desnudo mitológico, es una mujer real, lo que provocó problemas con la Inquisición.
La invasión napoleónica y la Guerra de la Independencia influirán definitivamente en su obra. Goya vive los acontecimientos del dos de mayo en Madrid y sufre la contradicción entre sus ideas ilustradas y liberales, y la realidad feroz de la violencia del invasor francés. Su punto de vista es, por tanto, el de un testigo horrorizado de la guerra: pretende denunciar la brutalidad del enfrentamiento, en tanto que representa la máxima expresión de la barbarie y el fracaso absoluto de la razón.
Cuadro de género histórico: representa el crispado del pueblo de Madrid, armado con simples navajas, contra los soldados mamelucos para impedir el traslado de la familia real a Bayona. Composición compleja: un rectángulo dispuesto de forma oblicua genera sensación de profundidad y acentúa el dramatismo de la escena. Expresividad y dinamismo: intensa agitación, grandes contrastes lumínicos, pinceladas rápidas y sueltas y proximidad de la escena al espectador.
Cuadro de género histórico: refleja la consecuencia del tema representado en el cuadro anterior, estableciéndose entre ambos un juego de contraposiciones (día y noche, furia y miedo). Composición: una diagonal formada por el pelotón de fusilamiento (que da profundidad a la escena) y otra diagonal formada por la colina donde se colocan las víctimas (el espectador contempla la escena desde la posición de los soldados). Las víctimas forman tres grupos: los que están a la espera, los que están siendo fusilados y los muertos (cada grupo posee un personaje destacado). Importancia del color: pincelada suelta con colores cálidos en la zona de las víctimas y colores fríos en los soldados. Fuerte contraste lumínico: el farol, que determina las líneas de composición, ilumina la parte de los patriotas y deja en penumbra a los soldados franceses. Interés por las clases populares: primeros cuadros de historia en los que los protagonistas son los héroes anónimos, la masa popular que lucha por la libertad (influencia en el Romanticismo).
Segunda serie de grabados: estampas con escenas y situaciones que denuncian la crueldad de la guerra y sus consecuencias.
Son años de desengaño y angustia: significó la persecución de «afrancesados» y liberales, por lo que Goya vivió estos años con temor; a ello se añadió una grave enfermedad que le puso de nuevo al borde de la muerte.
Tercera serie de grabados, de menor trascendencia por su contenido, tiene, sobre todo, un interés técnico y compositivo: destaca la captación del instante y el juego de luces y sombras.
Cuarta serie de grabados: temas delirantes y absurdos de difícil interpretación, que tienen como telón de fondo el miedo y la represión del reinado de Fernando VII. Dominante es el pesimismo: no pretende denunciar para corregir, sino dar rienda suelta a sus obsesiones personales.
Es una etapa de soledad y aislamiento, ya que conserva el título de pintor de cámara del rey, pero recibe pocos encargos de la corte. En 1819 compra una casa cerca del río Manzanares, conocida como la «Quinta del Sordo», que decoró con catorce pinturas mediante la técnica del óleo, aplicado sobre las paredes. Se conocen como «pinturas negras» por el predominio de los tonos oscuros y el significado tétrico y sombrío que reflejan su visión desesperanzada. Predominio de la mancha de color: pinceladas pastosas, gruesas y amplias que eliminan el dibujo y logran un efecto expresionista. Colores oscuros: utiliza casi en exclusiva los ocres, los tonos de tierras y, sobre todo, los grises y los negros que le dan nombre al conjunto. Difícil interpretación: temas mitológicos, cotidianos, brujerías, representados con un tono pesimista y sombrío. Nuevo lenguaje pictórico: rompe con la tradición y anticipa características del romanticismo, el expresionismo y el surrealismo.
En 1823 los Cien Mil Hijos de San Luis ponen fin al Trienio Liberal y restauran la monarquía absoluta de Fernando VII. La situación se hace incómoda para Goya que se exilia en Francia, donde pintará su última obra, La lechera de Burdeos (1825-27), en la que anuncia el impresionismo a base de pinceladas sueltas y el interés por los efectos de la luz.