Portada » Filosofía » Filosofía de Nietzsche: Voluntad de Poder, Nihilismo y el Superhombre
Interrelacionada con la voluntad de poder aparece la noción nietzscheana de vida. Vida es energía, potencia, fuerza. La voluntad de poder aspira a afirmar la vida, es un instinto de vida, y cualquier ser vivo pretende crecer y superarse.
A una voluntad de poder más fuerte le corresponde una vida más fuerte, a una voluntad de poder débil le corresponde una vida débil. Nos encontramos, pues, con dos formas diferentes de afrontar la vida: la ascendente o la descendente.
Vida ascendente = Voluntad de poder fuerte = salud = placer como victoria
Vida descendente = Voluntad de poder débil = enfermedad = placer como reposo, bostezo
¿Cómo diferenciar una voluntad fuerte de una débil, una vida ascendente de una vida descendente?
La vida es el criterio para valorar las acciones humanas. Por eso podemos calificar la teoría de Nietzsche como vitalismo. Es la energía vital la que permite diferenciar y establecer jerarquías entre los seres humanos, la que explica los motivos de las construcciones espirituales humanas: conocimiento, moral, religión.
La realidad se percibe como caótica y cambiante, siempre en constante diferencia y transformación. Se plantea que la realidad no es algo estático, sino que está en constante devenir, siendo inaccesible al pleno entendimiento humano. Aunque podemos experimentarla, no podemos conocerla completamente. La filosofía occidental propone una solución: argumenta que los sentidos nos engañan, mostrándonos una realidad de apariencia cambiante, mientras que la verdadera realidad, accesible a través de la razón, es estable y constante. Este enfoque implica la idea de dos mundos: uno de apariencia y cambio, el mundo del devenir, y otro de verdad y estabilidad, el mundo del ser. Se sostiene que lo que permanece tiene un valor superior a lo que cambia, y que la razón es el medio para descubrir y conocer este mundo verdadero. Los filósofos son vistos como encargados de combatir la apariencia y el cambio, tratando de conservar la realidad en conceptos estáticos y eternos. Esta actitud, comparada por Nietzsche con la momificación de los egipcios, lleva a denominar a estos filósofos como «filósofos-momia».
La realidad se define por el cambio constante, mientras que lo que consideramos verdadero es simplemente una construcción de la razón. No hay ningún sentido más allá del cambio mismo; el devenir no proporciona ningún propósito o significado. Después de desacreditar la noción de un «mundo verdadero», creado por la razón humana, la única realidad restante es el «mundo aparente», caracterizado por el cambio continuo y la falta de un propósito final. El concepto de un «mundo verdadero» es una invención humana antropomórfica, diseñada para proporcionar orden y sentido a la vida. Sin embargo, al enfrentarse al caos del cambio constante, la humanidad ha creado un mundo absurdo, inhumano y caótico para mantener su propia existencia.
La invención y la ficción son herramientas poderosas que utiliza el intelecto para construir un mundo que satisfaga las necesidades de la vida. El lenguaje es la principal herramienta utilizada por el intelecto para llevar a cabo esta creación. A través del lenguaje, se agregan elementos como sustancias, sujetos, causas y efectos a la realidad. Elementos lingüísticos que permiten construir mundos artificiales:
Al igual que el empirismo de Hume, Nietzsche cuestiona el mundo metafísico concebido por Occidente, considerándolo como una palabrería vacía. Utilizando la razón lógica y el lenguaje gramatical, el mundo es simplificado y se vuelve más tranquilo y apacible.
El cristianismo representa la clara manifestación de la moral de los esclavos en Occidente. Construido sobre la filosofía platónica, el cristianismo exacerba la decadencia fisiológica y se convierte en la religión de los débiles. Jesús, en su Sermón del Monte, exalta a los pobres de espíritu, los mansos y los que sufren, promoviendo valores como el autosacrificio, la humillación, la castidad y la sumisión, propios de una humanidad débil y decadente. El resentimiento y el odio cristiano se reflejan en la lucha contra lo que denominan los tres enemigos del alma: el mundo, el demonio (deseo) y la carne (cuerpo).
Nietzsche ve la democracia como una versión sin Dios del cristianismo, conservando sus valores pero sin necesidad de basarlos en la religión. Aunque adopta nuevos ídolos como la Razón o los Derechos Humanos, sigue creyendo en reglas morales universales. Sin embargo, según Nietzsche, la democracia sigue promoviendo una moral para los débiles y fomenta el resentimiento hacia lo superior.
Nietzsche critica al Estado democrático por su enfoque en el bienestar general y la protección de los débiles, argumentando que esto impide el desarrollo de grandes personalidades que enriquecerían la vida. Según él, lo importante no es la felicidad de la mayoría, sino el triunfo de la vida, que se logra a través del perfeccionamiento de individuos más poderosos. En este sentido, Nietzsche sugiere que detener la decadencia de la especie requiere el sacrificio de los débiles y los menos aptos.
Nietzsche predice que la cultura occidental enfrentará una gran crisis cuando se dé cuenta de que sus creencias fundamentales son solo mitos. Cuando los valores tradicionales pierdan su importancia, todo parecerá sin sentido y la cultura se sumirá en el pesimismo. Esta condición tiene un nombre: nihilismo, que básicamente significa negar todo valor y significado. Para Nietzsche, el nihilismo es el resultado final de seguir ciegamente los ideales occidentales, lo que lleva a una especie de decadencia. Esto deja a la cultura sin rumbo y sin la capacidad de generar personas originales.
Nietzsche propone una respuesta activa al nihilismo, donde los viejos valores no desaparecen por sí solos, sino que son rechazados por una nueva forma de ver las cosas. Una vez que esto sucede, las personas fuertes pueden crear nuevos valores desde sus propios instintos y cuerpo. Según Nietzsche, el tipo de persona que hemos sido hasta ahora, influenciado por valores humanistas y cristianos, necesita evolucionar para dar paso a un nuevo tipo de persona, el superhombre, más poderoso. Para explicarlo, usa la idea de que primero somos como camellos, sumisos, pero debemos convertirnos en leones, que rechazan los valores antiguos.
El león representa la negación de las antiguas creencias y valores de la cultura occidental. Su papel es derribar las bases de esta cultura, anunciando la «muerte de Dios». Matar a Dios significa eliminar las ideas absolutas y metafísicas que han guiado a la sociedad, como la Razón, la Verdad y las costumbres burguesas. Esto marca el fin de una era cultural. Sin embargo, el león aún está dominado por la venganza y el odio hacia el «camello», que simboliza la sumisión pasiva a los antiguos valores. Necesita transformarse y encontrar una nueva manera de pensar.