Portada » Filosofía » Filosofía de Nietzsche: Vitalismo, Crítica Cultural y Transvaloración
Nietzsche considera la vida como valor fundamental, y desde ella se debe juzgar todo. En El nacimiento de la tragedia en el espíritu de la música (1872) establece la distinción entre voluntad y representación. La voluntad no genera un sufrimiento que ha de pulirse (arte) o suprimirse (ascetismo), sino que debe ser afirmada, no vencida, al ser un impulso vital. El arte representa lo creativo; aún siendo la voluntad de apariencia, debemos asumirla. La vida es sin condiciones: el sí es la fuerza y el no, la debilidad. La lucha entre voluntad y representación se refleja en la Antigua Grecia, idealizándose en Dionisos (la fuerza creadora, instinto, placer y dolor, dinamismo, impulso, tensión y éxtasis, música y danza) y Apolo (luz, equilibrio, razón, orden, arquitectura y escultura). En Grecia conviven la armonía y la discriminación en conflicto, una visión trágica del mundo, pero optimista porque la vida se pone en primer término y se acepta la lucha; de lo contrario, sería negar la realidad, afirmar la nada (Occidente). Esto queda reflejado en la tragedia clásica (individuo vs. comunidad, conciencia vs. destino, Apolo vs. Dionisos). Sócrates es, para Nietzsche, el principal corruptor del pensamiento occidental.
Nietzsche utiliza su método genealógico para analizar la etimología y el verdadero valor de las palabras básicas de la moral, descubriendo que la filosofía aplica términos estamentales a valores morales. Bueno = noble, malo = plebeyo, por lo que no puede haber un plebeyo bueno, ya que no se puede ensalzar la sumisión y la debilidad. El judeocristianismo impone una moral de esclavos frente a una moral de señores. La moral de esclavos juzga la vida desde una instancia superior (Dios, sociedad). Es una moral de débiles porque es el sistema de valores del que no puede crearse el suyo y necesita un manual de acción. El hombre es esclavo y parte de un rebaño, un sistema gregario de moral que ensalza la mediocridad, donde cualquiera accede a la «excelencia» moral. Se trata de una moral nihilista por ensalzar el desinterés, condenar la inacción, anular la voluntad (que se mueve por interés) y hacer la vida servil, valorando la necesidad y la compasión, llegando al punto de generar mala conciencia si no se realizan. Ser mejor es malo en sí mismo. Ascetismo sobre placer. Nietzsche defiende una moral de señores, aristócratas, que ensalza la fuerza, la osadía, la voluntad de poder, que es puro impulso dionisiaco, ser más de lo que se es, anhelo de exceso sin someterse a la voluntad de la sociedad, con voluntad de crear, genialidad, superación. Sí a la vida, rechazo a la uniformidad. La moral de rebaño surge del resentimiento del sacerdote, que trata de imponerse al aristócrata, por lo que trata de dominar, o ambición de configurar el mundo, por lo que aprueba lo que ve en contra del noble. Voluntad de poder enmascarada como desinteresada. Un descubrimiento metafísico.
No hay diferencia entre moral y metafísica, ya que ambas pertenecen al error de la creación de un transmundo, negando la existencia de lo dionisiaco (ya que es cambiante, transitorio, condenándolo solo a mera apariencia) y afirmando lo apolíneo (fijo, inmutable, eterno, por Sócrates y Platón). El cambio se niega para poder dominar la vida en lugar de asumirla, que es solo mero tránsito, superfluo, que conduce al paraíso (nihilismo, voluntad dominada, negación de la vida). El mundo es devenir, es una copia de la auténtica realidad, y el mundo se condena a mera apariencia y se obliga a sacrificar esta vida en aras de otra posterior, por lo que esta pierde todo su valor. El transmundismo destituye a la voluntad de verdad.
Lo que domina al filósofo es la voluntad de verdad, ser de la metafísica, aspira a lo en sí. No reflejamos la realidad mediante una representación objetiva; nunca aprendemos el objeto, sino su imagen. El conocimiento se refiere a la realidad mediante metáforas, y algunas se enquistan en el lenguaje formando conceptos que falsean la realidad, empobreciéndola, al privilegiar una única perspectiva, simplificando.
No nos referimos a la realidad con el concepto, sino que la creamos, como una perspectiva del artista, cuya realidad es superior a la de la ciencia objetiva, que se basa en hechos inexistentes al ser puras interpretaciones, por lo que no hay una verdad absoluta, ni lógica bajo la realidad, aunque las matemáticas son un invento útil para pisar sobre suelo firme, aunque es estática y, por lo tanto, falsa. El mundo no es inteligible y único, sino diverso y cambiante, aunque niegan el cambio y lo llaman mera existencia. La verdad está al servicio de la vida, y el mundo no se puede reducir a conceptos estáticos y universales.
La consecuencia de la filosofía de Nietzsche es la máxima del nihilismo: negación y superación, un final que es un nuevo principio: la muerte de Dios. Los máximos ideales pierden todo su valor en el siglo XIX; los hombres que crearon a Dios para esconderse de la vida lo han matado y sienten nostalgia al no tener sentido su vida al faltar todo valor moral y verdad absoluta. Concluye el nihilismo, que tiene dos aspectos:
¿Cuáles son los nuevos valores que surgen de la muerte de Dios? Se trata del impulso vital, creativo, de superación, que para Nietzsche es su pensamiento abismal: el eterno retorno de lo mismo, que lo expresa como una concepción real del tiempo o como un principio normativo.