Portada » Ciencias sociales » Filosofía de la Educación: Racionalidad, Postmodernidad y Positivismo
El interés de la filosofía por el hecho educativo es una cuestión inherente a la propia filosofía, entendida esta como la reflexión sobre el ser humano.
Preguntas como ¿Qué racionalidad tiene nuestra actuación como profesionales de la educación? O ¿hasta qué punto la Educación Social es una ciencia? Son algunas de las cuestiones educativas sobre las que hay que profundizar, por eso tenemos que abordarlas reflexivamente desde la filosofía. Conocemos estas reflexiones como Epistemología de la educación, siendo uno de los grandes temas de la Filosofía de la educación, basándose en la búsqueda del saber educativo desde la conexión entre la teoría y la práctica pedagógica. Con esto nos preguntamos cómo futuros profesionales de la educación hasta qué punto las acciones o propuestas educativas de la Educación Social responden a un saber específico y fundamentos racionales, o si por el contrario se basan en la intuición, en consignas ideológicas del momento o en argumentos puramente subjetivos y arbitrarios.
La filosofía trata de dar respuestas a todas aquellas preguntas que no pueden ser plenamente resueltas desde la ciencia empírica. Con esto podemos decir que el estudio empírico de la educación se ocupa de cuestiones específicas que requieren confirmación con la experiencia;
el saber filosófico de la educación, como veremos, no se reduce a una reflexión especulativa sobre el fenómeno educativo.
La reflexión filosófica, aparte de pensar sobre los fines o los grandes temas de la educación, nunca debe perder de vista la esfera de la acción práctica real ya que, si no, la Filosofía de la educación no tendría sentido.
El saber de la educación se trata de un saber científico, pero que requiere de un saber filosófico con su correspondiente fundamentación teórica, y que en última instancia se transforma también en un saber técnico o práctico. La ciencia desempeña un papel clave a la hora de comprobar, por ejemplo, la eficacia de los programas o métodos educativos. La filosofía de la educación está de una forma u otra presente siempre que cualquier persona se pregunta qué es un ser humano educado.
La Educación Social exige una especialización en la que confluyen la reflexión teórica y el saber práctico.
La teoría sin referencia a la práctica está vacía, pero por otro lado la práctica sin teoría está ciega. Por ello hemos de entender la Filosofía de la educación como la reflexión racional sobre la praxis educativa.
La educación como fenómeno complejo exige una mirada plural desde distintas perspectivas que se complementan entre sí. La mirada científica, la filosófica y la tecnológica deben confluir manteniendo una relación de retroalimentación constante.
Hablar de la razón pedagógica es hacer referencia a la argumentación y acuerdos de la materia educativa, partiendo de los anteriores presupuestos fundamentales, como el valor del conocimiento frente a la ignorancia o el del respeto y la libertad frente a la servidumbre. La racionalidad entendida así constituye uno de los criterios esenciales de la Pedagogía y la Educación Social.
La racionalidad educativa, para consolidar el papel de la Pedagogía y la Educación Social en sociedades democráticas, se debe reforzar y revisar atendiendo a una serie de rasgos como (García-López, Gozálvez, Vázquez y Escámez, 2010):
Con la llegada de la posmodernidad en el siglo XX se cuestionan los ideales fundamentales de la modernidad (como el ideal de Racionalidad, Igualdad, Derecho, Progreso…). La posmodernidad (defendida por autores como Derrida, Vattimo, Lipovetsky…) viene a proclamar la sensibilidad hacia las diferencias, la atención al mundo de los sentimientos y emociones, la defensa de la pluralidad de relatos y perspectivas, y el rechazo de modelos absolutos de ser humano y de sociedad.
Con la posmodernidad, asistimos a una nueva ideología que decreta la muerte de las grandes ideologías (por ejemplo, del socialismo y el comunismo), la muerte de Dios, es decir, la muerte de un modelo único de ser humano, de saber, de historia y de trascendencia.
Hay que entender la postmodernidad como una perspectiva crítica que puede ser válida y positiva, sin necesidad de negar todo lo que nos ha aportado la filosofía moderna (la Ilustración, Kant, el Estado de Derecho, la democracia…). Hay que entenderla como superación de los límites y las carencias de la modernidad, pero asumiendo sus logros irrenunciables. Vista así, la educación postmoderna supone evidentes aportaciones en el ámbito pedagógico, tratando de responder a los nuevos retos de nuestro tiempo.
Una primera aportación de la postmodernidad en la pedagogía es la atención a lo diverso y al hecho de la diferencia en el fenómeno educativo. Supone romper con modos rígidos de aprendizaje y evaluar, con modelos que tienden a homologar a todos los educandos de una manera estricta y uniforme, con sistemas que desatienden las diferentes capacidades.
En segundo lugar, la postmodernidad ha supuesto la ruptura con un sistema educativo burocratizado, y defiende sistemas adaptados a contextos culturales y socioeconómicos diferenciados. En tercer lugar, nos encontramos con la necesidad de introducir en las escuelas otra perspectiva además de la científica y la técnica. La educación postmoderna, heredera de la filosofía nietzscheana, se centra en los procesos de creatividad y de atención a lo singular, a lo artístico, más allá de los conceptos universales de la ciencia.
Finalmente, la escuela postmoderna incluye el hecho comunicativo como elemento fundamental para la educación, utilizando nuevas tecnologías unidas a nuevos modos de entender los procesos de enseñanza y aprendizaje. Usando modos más abiertos al audiovisual, además de lo puramente conceptual.
El positivismo es la corriente filosófica que defiende que el único conocimiento racional es el conocimiento empírico y contrastable y, además, defiende que la única verdad es aquella que sólo puede ser verificada mediante la confirmación científica. Este método descarta el análisis de los factores éticos y morales y por ello constituye una aproximación filosófica con carencias cara a la praxis educativa.
El positivismo pedagógico es la aplicación del positivismo en el ámbito educativo, y afirma que no hay más saber educativo que el saber científico, ni más racionalidad pedagógica que la de la ciencia experimental y empírica.
Una de las críticas más fuertes que se refiere a la visión cientificista (positivista) de la educación es que esta perspectiva comete la conocida como falacia naturalista. La falacia naturalista consiste en atribuir a una situación social la condición de «natural» y a partir de ahí considerar que, como natural que es, está legitimada y debe seguir siendo así. El positivismo pedagógico comete (incurre en) falacia naturalista ya que extrae los valores o fines de la educación sólo mediante la observación de la realidad social, siendo que el conocimiento educativo requiere fundamentación ética siempre en conexión con la realidad práctica y dirigida una buena praxis educativa.