Portada » Español » Fernando de Herrera: El Petrarca Español y la Escuela Sevillana
Fernando de Herrera imitó a figuras prestigiosas como Petrarca y Bembo, tomándolos como inspiración. Petrarca, exponente del humanismo neoplatónico y cristiano, alcanzaba la inmortalidad a través de su obra. Tanto Herrera como Petrarca escribían para una minoría culta, editaban a grandes escritores, amaban la lengua y el arte griego, mantenían polémicas literarias, defendían la imitación crítica de los antiguos y creían en el poder inmortalizador del verso. Ambos corregían incansablemente su obra, mostrando similitudes notables.
El abandono de la poesía por parte de Herrera no se debió a la muerte de la Condesa ni a una crisis personal, sino al anhelo de gloria, siguiendo el ejemplo de Petrarca. Su búsqueda de la perfección, emulando a Petrarca y Virgilio, lo llevó a construir una imagen aislada del entorno, refugiándose en un mundo de tinta y papel. Aunque se le ha llamado el «Petrarca de España», Herrera imitaba a Petrarca, quien creaba su obra de forma original. Herrera respetaba la lengua buscando el léxico culto adecuado, mostrando un servicio de amor a la dama.
El neoplatonismo, más avanzado que en poetas anteriores, se manifiesta en la insistencia de Herrera en la visualidad, la belleza y el origen del pensamiento amoroso. El amor cortés y neoplatónico desembocan en su obra. La «luz», es decir, la amada, difícilmente es la dama real. Incluso el marido de la amada le pedía poemas a Herrera. No existe un retrato que describa físicamente a la amada. Herrera expresaba una emotividad amorosa extrema y calculada, una ficción que no debe confundirse con la realidad.
Los Fragmenta, flashes poéticos que componen un itinerario amoroso, están cuidadosamente fechados y basados en elementos reales. Un poema alude a un acontecimiento en Sevilla que Herrera vivió, dotando de verosimilitud a la anécdota amorosa. Su poesía, a diferencia de otros autores petrarquistas, está construida sobre la bipolaridad: memoria, historia, olvido, elementos del pasado tensados con el dolor, el abandono y la pertinacia en el error presentes.
Herrera se juega la vida en su poesía, buscando la posteridad como poeta de amor. No se trata necesariamente de un enamoramiento real, sino de una exploración del sentimiento humano. Destaca el estoicismo, donde el bien reside en la sabiduría y el dominio del alma, liberándose de las pasiones. Su poesía marca un punto y final en los planteamientos del petrarquismo.
Hacia 1540-1550, Sevilla se convirtió en un centro de producción poética. Herrera, muy exigente con su obra, rompía muchos originales que no le satisfacían. La nobleza sevillana coleccionaba libros y la educación era excelente gracias a la influencia de los jesuitas, donde se cree que Herrera pudo haberse instruido. Su ideal poético era enciclopédico y científico. Otros autores de la escuela sevillana son Juan de Mal Lara (su maestro), Pablo de Céspedes y Juan de la Cueva. En esta generación también surgieron los poetas-soldados con obras patrióticas. La escuela sevillana se consolidó gracias a la figura de Juan de Mal Lara como maestro aglutinador.