Portada » Lengua y literatura » Fatalismo y Amor en ‘Crónica de una Muerte Anunciada’: Análisis de Ángela Vicario y Bayardo San Román
Este fragmento pertenece a la obra Crónica de una muerte anunciada, escrita por Gabriel García Márquez y publicada en 1981. El texto se inscribe en el género narrativo, específicamente en el subgénero de la novela. Se caracteriza por ser una obra literaria escrita en prosa, donde un narrador describe los hechos protagonizados por personajes en un espacio y tiempo concretos.
El autor, Gabriel García Márquez, fue un escritor y periodista colombiano galardonado con el Premio Nobel de Literatura en 1982. Se destaca como uno de los grandes exponentes de la narrativa hispanoamericana de los años 60 y por su maestría en el realismo mágico. Este movimiento literario, propio de mediados del siglo XX, fusiona lo fantástico y lo ilógico con la naturalidad de un contexto real. Un ejemplo de esto en el fragmento es la descripción de Ángela Vicario escribiendo «casi dos mil cartas», una concreción que evoca los detalles hiperbólicos presentes en Cien años de soledad.
El tema central de la novela es el fatalismo y el destino trágico, reflejado en la imposibilidad de Santiago Nasar de escapar de su muerte. Otros temas secundarios relevantes son la violencia, el machismo, el honor, el materialismo y la religión.
El tema específico del fragmento es el enclaustramiento de Ángela tras ser abandonada por Bayardo. Este hecho se conecta con el tema central, ya que Ángela acusa a Nasar de su deshonra, desencadenando su asesinato y el posterior abandono de Bayardo. Los temas secundarios del fragmento incluyen el amor de Ángela hacia Bayardo, el rencor hacia su madre y el machismo imperante en la época.
Ángela es un personaje redondo, pues evoluciona a lo largo de la obra. En este fragmento, experimenta el amor y el odio, sentimientos antes desconocidos para ella. Su vida se reduce a coser y escribir cartas: «Su vida de casada devuelta seguía siendo tan simple como la de soltera, siempre bordando a máquina». Esta actitud sumisa refleja el rol de la mujer en la época, manteniéndose fiel a Bayardo a pesar del abandono: «y volvió a ser virgen solo para él».
Pura Vicario es un personaje secundario y plano. Mantiene una relación ambivalente con su hija, marcada por «el rencor feliz que sentía contra su madre». Representa las costumbres arcaicas de la época y no evoluciona a lo largo de la obra.
Bayardo es un personaje rico y atractivo, también redondo. Inicialmente, actúa con frialdad al descubrir que Ángela no es virgen, pero con el tiempo regresa y acepta la situación: «Llevaba la maleta de la ropa para quedarse».
Aunque no aparece directamente en el fragmento, Santiago Nasar es el protagonista de la novela. Su mención es crucial, ya que la acusación de Ángela desencadena los eventos trágicos que llevan a su muerte.
La novela presenta una combinación de espacios abiertos y cerrados. El espacio abierto principal es el pueblo costero donde se desarrolla la acción. Dentro de este, la casa de Ángela Vicario y, en particular, su habitación, representan el espacio cerrado del fragmento. Este espacio simboliza el enclaustramiento de Ángela: «permanecía en el cuarto escribiendo cartas».
El tiempo externo de la novela se sitúa a mediados del siglo XX. El tiempo interno no es lineal; en este fragmento, se presenta una prolepsis, narrando hechos posteriores al asesinato de Santiago Nasar. El autor utiliza la elipsis para avanzar en la historia: «Una madrugada de vientos, por el año décimo». Se menciona que la acción transcurre a mediados de agosto: «Un medio día de agosto», destacando la llegada de Bayardo con la camisa empapada de sudor.
El narrador es interno, ya que forma parte de la historia y juzga a los personajes. Aunque actúa como narrador omnisciente, mezcla la primera y la tercera persona, ofreciendo su opinión sobre ciertos hechos: «Su vida de casada devuelta seguía siendo tan simple como la de soltera».
El fragmento se caracteriza por ser un texto literario, empleando un lenguaje connotativo. Se evidencia la influencia del género policíaco y la crónica periodística. Predomina la función poética, con el uso de figuras retóricas para embellecer el mensaje.
El estilo se caracteriza por un lenguaje sencillo, directo y diverso. Se combina el habla coloquial («¡Pero era él, carajo, era él!») con el habla formal («y se quedó convencida de que aquel desahogo terminal sería el último de su agonía»). Esta técnica busca dotar de verosimilitud a la obra.
Entre las figuras literarias destacan:
Finalmente, se observan: