Portada » Griego » Fábulas de Fedro: Origen, Estilo y Legado en la Literatura Latina
La fábula es una composición ficticia que simboliza la verdad. Hay dos tipos de fábulas: poetica fabula y fabella.
La fábula suele aparecer en verso, pero también podemos encontrar algunas en prosa. Éstas generalmente tienen como personajes principales a los animales, los cuales reproducen defectos y comportamientos de los hombres, y concluyen con una moraleja.
Hasta el siglo I d.C. no se consideró un género independiente con características propias, por obra de Fedro.
El origen de la fábula se remonta a Grecia, donde había surgido como una manifestación popular en oposición a la poesía solemne. La épica era un tipo de poesía que representaba la concepción de la vida de los nobles y aristócratas; sin embargo, la fábula se basa en la vida del pueblo humilde. Los griegos atribuyen la fábula a Esopo, un esclavo tracio o frigio que vivió hacia la mitad del siglo VI a.C.
Las fábulas solían transmitirse de forma oral mediante los mercaderes y cómicos.
El desarrollo de las fábulas, tanto en Grecia como en Roma, tiene dos características comunes:
Las fábulas eran la crítica satírica del pueblo, de los esclavos y de los pobres contra los privilegiados. El momento de composición tiene un posible origen proveniente de la época de los pueblos cazadores.
Este género nace junto al mito, la leyenda y el apólogo. A Esopo se le considera el verdadero creador, por lo que se le atribuyen las fábulas griegas conocidas y que fueron reconocidas por Demetrio de Falero, en una colección titulada Fábulas de Esopo. Fedro, en el siglo I, las recopila y las adapta al contexto latino. A éstas les añade otra serie de fábulas y cuentos de animales, obra a la que confiere un doble carácter: aleccionador y de entretenimiento.
Fedro es el creador de la fábula latina como género literario. Nació en Macedonia, pero años más tarde llegó a Roma como esclavo de Augusto, quien le concedió la libertad. Fedro y Esopo expresan un tono crítico, debido probablemente a su origen servil.
La vida de Fedro consta de 23 prólogos y epílogos de los cinco libros de su obra. Comenzó a publicar sus fábulas durante el reinado de Tiberio y continuó en los de Calígula y Claudio. En el prólogo al libro III habla sobre las persecuciones que debió soportar por parte de Sejano a causa de las ideas difundidas en sus libros.
Su obra es conocida con el título Fabulae Aesopiae. Los cinco libros comprenden noventa y tres composiciones originales. Cada libro es solo una selección de los poemas que se publicaron en su día.
Las primeras fábulas de Fedro, comprendidas entre los libros I y II, se atienen más a Esopo: El lobo y el cordero, La zorra y el cuervo, El asno y el león, El grajo orgulloso y el pavo, etc.
El libro III lo escribió en la época de Calígula. Su prólogo y epílogo muestran el proceso seguido contra él. En él, destacan Un lobo y un perro y Un gallo y una perla, como las fábulas más conocidas.
Los libros IV y V se escribieron durante la época de Claudio. En ellos destacan La zorra y las uvas, La serpiente en el taller del herrero y El parto de los montes. Fedro se obsesiona con el tema de la opresión del débil por el poderoso, y se refleja a lo largo de cada obra, al igual que en la moraleja.
Están escritas en verso propio de la comedia y del mimo, y de raíces populares; esto se conoce como senarios yámbicos. Fedro vio la posibilidad en este género de expresar sus convicciones en una época en la que era peligroso hablar libremente. Por este motivo, fue condenado a muerte, ya que muchas de sus fábulas fueron consideradas sátiras políticas.
Las fábulas siempre tienen el mismo esquema: un relato de animales y una moraleja que puede seguir el relato o precederlo. Sin embargo, más tarde comienza a utilizar otros procedimientos, en los que introduce fábulas de otro tipo: relatos con personajes humanos, anécdotas, episodios históricos, etc. La tipología de las fábulas de Fedro sigue el modelo de las fábulas de Esopo, y no se limita a escribir tan solo narrativa animalística con trasunto humano, seguida de una reflexión moral. Se trata de una tipología “formal” más bien informal, y en algunos casos muy cercana a la fábula griega anterior.
Los protagonistas de las fábulas suelen ser animales, y esto es porque son los personajes que ofrecen los modelos más eficaces, puesto que presentan características famosas y definidas por la naturaleza. Hay ciertos conceptos, como los de valentía, cobardía, etc., que han experimentado una continuidad suficiente para garantizar su permanencia actual y su reconocimiento en figuras prototípicas.
Fedro tiene un estilo sencillo y natural, y su rasgo más característico es la “brevitas dicendi”. Se alimenta de una simplicidad intencionada, de concisión y agudeza que transforma sus oraciones en cortas, pero no carentes de riqueza. Su elección es evidente; él mismo la reconoce y admite. Su labor como poeta se caracteriza por ser meticulosa, ardua y lenta. Sus diálogos son incisivos, sus expresiones coloquiales, claramente dirigidas a un público extenso. Su objetivo es alcanzar a una amplia audiencia, sirviendo como vocero de una realidad cotidiana que no era de su preferencia. Además, se erige como representante de las clases sociales más humildes.
Las enseñanzas morales y el placer estético que emplea Fedro como finalidad principal de sus fábulas, las va a buscar mediante unos recursos determinados: la brevitas, la varietas y la veritas. La técnica de la brevedad que utiliza Fedro tiene una función especialmente moral. Partiendo de la premisa de que lo moral subyace en el quehacer poético del fabulista, suprime los detalles que no son indispensables en el entendimiento ético de la acción y amplificando elementos significativos.
Para Fedro, la técnica de la brevedad tiene una función principalmente moral, también deberá ser un recurso puesto al servicio de la doble finalidad que él atribuye a la fábula: la del docere (“enseñar”) y la del delectare (“deleitar”). Mediante la brevitas se hace más asimilable el didactismo de la fábula, ya que, al ser composiciones breves, donde la sintaxis es austera y donde abundan ejemplos, el lector capta la moraleja con mayor facilidad. La brevitas tiene una función moral, a la vez que ejemplificadora y didáctica.
También podemos encontrar el recurso retórico de la varietas temática y estilística. Tanto la brevitas como la varietas aparecen unidos en varios textos, y gracias a estas evita el aburrimiento del lector y logra la atención del mismo para comprender y aprovechar las enseñanzas contenidas en sus versos.
Otro elemento estilístico es la veritas, que proporciona a la fábula el sustento moral. Ésta aparece como uno de los fines didáctico-morales de la fábula; debe estar presente en ella para que el lector distinga en la vida real la mentira.
Dos recursos estilísticos y lingüísticos son la Parresía y la Anaideía:
Fedro fue ignorado por todos los escritores del siglo I d.C. Años más tarde, la fábula quedaría en el anonimato, y solo se conoce a Esopo. Muchos autores medievales cultivaron la fábula, pero sin nombrar a Fedro. En el siglo XV se transcriben algunas fábulas como obra de Fedro, pero sin repercusión alguna. No es hasta el siglo XVII, cuando Fedro y su obra adquieren mayor importancia. Sus fábulas se imitan en latín y en lenguas vulgares, y son utilizadas en las escuelas para los ejemplos de retórica y estilo.
J. de La Fontaine se considera como el mejor imitador de Fedro de la época, a pesar de que abandona el pesimismo de su modelo por la alegría que corre en la sociedad de su época. En el siglo XVIII, la fábula adquirió gran relevancia, como en Alemania, en la que un grupo de teóricos y fabulistas, como G. E. Lessing, escribió tres libros de fábulas en prosa.
También en este siglo destacan fabulistas españoles como: Félix María de Samaniego (tomó como modelos a Esopo, Fedro y La Fontaine) y Tomás de Iriarte.
En el siglo XIX, la fábula se convirtió en España en un instrumento ideal para así poder mantener una educación religiosa y moral sobre bases tradicionales.