Portada » Griego » Fábulas de Esopo: Lecciones de Vida en Pequeñas Historias
Un agricultor, en la estación de invierno, tras encontrar una víbora helada por el frío, se compadeció de ella y la recogió, colocándola en su propio regazo. Pero aquella, una vez calentada y tras recuperar su propia naturaleza, mordió a su benefactor y se escapó. Y este, muriendo, decía: “Justamente sufro por haberme compadecido de un malvado”. La fábula muestra que las maldades son inmutables, aunque sean tratadas con la mayor humanidad.
Un labrador que iba a morir y que quería que sus hijos fueran expertos en agricultura, tras llamarlos, dijo: “Hijos, en una de mis viñas se encuentra un tesoro”. Y ellos, después de la muerte de aquel, habiendo cogido rejas y arados, excavaron todo su terreno. Y no encontraron el tesoro, pero la viña les devolvió la cosecha con creces. La fábula muestra que el esfuerzo es un tesoro para los hombres.
Una mujer viuda que tenía una gallina que ponía un huevo cada día supuso que, si le daba más alimento, pondría incluso dos veces al día. Y tras hacer ciertamente esto, sucedió que la gallina se puso más gorda y ya no puso ni uno solo. La fábula muestra que la mayoría de los hombres, por desear más por avaricia, incluso pierden las cosas presentes.
Un abeto y una caña discutían sobre la fuerza. Y como soplara con fuerza el viento, la caña, inclinándose y doblándose por los soplos de aquel, evitó ser arrancada, pero el abeto, tras resistir todo lo que pudo, fue arrancado desde las raíces. La fábula muestra que no hay que competir ni oponerse a los mejores.
Una víbora era arrastrada sobre un haz de espinas en un río. Y una zorra, tras verla, le dijo: “Un capitán digno de su nave”. Para un hombre malvado que se ha ocupado de acciones perversas.
Cuando se celebraban las bodas de Zeus, todos los animales llevaron regalos, cada uno según su propia fuerza. Y una serpiente, deslizándose, subió llevando una rosa en la boca. Y tras verla, Zeus dijo: “Acepto los regalos de todos los demás, pero de tu boca no los acepto”. La fábula muestra que los regalos de los malvados son temibles.
Zeus, tras colocar todos los bienes en una tinaja, la colocó junto a un hombre. Y el hombre, curioso, como quería saber qué había en ella, levantó la tapa. Y todos los bienes salieron volando hacia los dioses. Que sólo la esperanza permanece con los hombres garantizando devolver los bienes que se habían escapado.
Las bodas del Sol se celebraban en verano. Y todos los animales se alegraban por ello, y se regocijaban incluso las ranas. Pero una de ellas dijo: “Ay, necias, ¿de qué os alegráis? Pues si siendo uno sólo el Sol seca toda la charca, si tras casarse engendra un hijo semejante a él, ¿qué mal no padeceremos?”. Que muchos de los que tienen la inteligencia escasa se alegran con cosas que no suponen alegría.
Un citarero inexperto cantaba continuamente en una casa encalada; haciéndole eco el sonido, pensó que él mismo era de muy buena voz. Y, en efecto, animado por esto, creyó que era necesario ir incluso al teatro. Pero, tras presentarse en escena y cantando rematadamente mal, fue echado golpeado con piedras. De este modo también algunos de los oradores que se creen ser “alguien” en las escuelas, cuando llegan a las plazas públicas, no se encuentran capaces de nada.
Un cuervo que estaba enfermo dijo a su madre: “Madre, ruega al dios y no llores”. Y ella, respondiendo, dijo: “¿Pero cuál de los dioses, hijo mío, se compadecerá de ti? Pues, ¿de cuál no ha sido robada carne por ti?”. La fábula muestra que los que tienen muchos enemigos en vida no encontrarán ningún amigo en la necesidad.
Una corneja que hacía un sacrificio a Atenea invitó a un perro a los banquetes. Y este le dijo: “¿Por qué despilfarras en vano en los sacrificios? Pues la divinidad te odia al punto de haber borrado la credibilidad de tus presagios”. Y la corneja respondía: “Pero también por esto le hago sacrificios, porque sé que ella está mal predispuesta, para que se reconcilie conmigo”. De este modo muchos, por miedo a los enemigos, no dudan en tratarlos bien.
Un perro de caza que había pillado una liebre, unas veces le mordía, otras lamía sus labios. Y esta, que estaba harta, le dijo: “Pero, oh tú, deja de morderme o de besarme, para que yo sepa si estás dispuesto como enemigo o amigo”. La fábula es oportuna para el hombre ambiguo.
Una perra que tenía un trozo de carne atravesaba un río. Tras ver su propia sombra en el agua, supuso que había otra perra que tenía un trozo de carne más grande. Por ello, tras soltar el propio, se lanzó para coger el de aquella. Y le ocurrió que se vio privada de ambos: del uno porque no lo alcanzaba, puesto que no existía, del otro porque fue arrastrado por el río. Para un hombre ambicioso es apropiada la fábula.