Portada » Arte » Éxtasis de Santa Teresa de Bernini: Obra Maestra del Barroco
El Éxtasis de Santa Teresa es una obra maestra del arte barroco, realizada por el artista Gian Lorenzo Bernini entre 1647 y 1651. Fue un encargo del cardenal Federico Cornaro en Roma.
Bernini fue un artista italiano completo: escultor, pintor, decorador, urbanista y arquitecto. Era un artista protegido y favorito del papa Urbano VIII. Sin embargo, su sucesor, Inocencio X (1644-1655), lo mantuvo temporalmente excluido de los grandes encargos pontificios. Esta situación no se prolongó demasiado, pues era difícil resistirse al atractivo de sus proyectos.
Durante esta etapa de marginación, entre 1645 y 1652, Bernini realizó esta obra del Éxtasis de Santa Teresa. Formaba parte de un encargo del cardenal Cornaro, que consistía en remodelar el brazo izquierdo del transepto de la iglesia de Santa María de la Victoria en Roma, para convertirlo en su capilla funeraria. Esta iglesia era de la orden de los carmelitas, a la que había pertenecido Santa Teresa, canonizada poco antes, en 1622. Con este encargo, Bernini posiblemente vio la ocasión de demostrar su valía como escultor y así dejar constancia de la injusticia que se había cometido contra él.
Tanto por el tema representado (el arrebato místico de una santa recientemente elevada a los altares) como por el tratamiento que recibe (efectismo teatral, expresividad, agitación), el Éxtasis de Santa Teresa es una manifestación inequívoca del arte barroco. Su carácter propagandístico está, en este caso, al servicio de los valores ideológicos de la Iglesia católica, que pretende reafirmar su autoridad y su doctrina con fuerza en un momento de incertidumbre general y crisis religiosa.
El Barroco surge a finales del siglo XVI en Italia, específicamente en Roma, y se extiende por Europa y América durante los siglos XVII y XVIII.
La cuna del Barroco vuelve a estar en Italia, exactamente en Roma, allá por el último decenio del siglo XVI. La Roma contrarreformista desarrolló una política plástica contra los nórdicos luteranos. Este cambio provocó una inversión estética radical que fue el inicio del Barroco.
De aquí pasó a las cortes absolutistas de España y Francia, donde el Barroco fue un arte al servicio del poder real, instrumentalizado por la Iglesia y el Rey, y popularizado para tener bien amarrado al pueblo.
El arte barroco supone un cambio formal con respecto al arte renacentista. Los valores clásicos y el equilibrio son sustituidos por el movimiento y la libre expresión de los sentimientos. Este nuevo estilo responde a un cambio de mentalidad, tanto en la Iglesia católica tras la reforma de Lutero como por la Contrarreforma y la formación de las monarquías absolutas.
El arte barroco también se convertirá en el instrumento de propaganda de las monarquías absolutas que se afianzan en Europa. Su lujo transmitirá al ciudadano la sensación de poder de sus reyes.
El arte barroco es, pues, un arte de propaganda. Su monumentalidad, la riqueza y el lujo no son sino la expresión del poder y de la autoridad, tanto del monarca como de la nación y de la Iglesia católica.
Pero el Barroco no es solo Contrarreforma. También fue el soporte plástico de la Reforma y también se dio en los países republicanos y protestantes, aunque con notables diferencias.
El término «Barroco» fue creado despectivamente en el siglo XIX por los clasicistas, enemigos del recargamiento decorativo del siglo XVII. En el siglo XX se volvió a valorar el arte del Barroco, pero no homogéneamente: se atacó la arquitectura barroca por ser bárbara y desproporcionada, pero se elogió sobre todo la pintura de Poussin o de Velázquez.
El Barroco expresa la lucha que la Iglesia católica mantuvo frente al protestantismo. Tras el Concilio de Trento, la Iglesia tuvo que emprender, junto con las órdenes religiosas (ahora muy importantes), la recuperación espiritual de Europa. El arte se contagia del espíritu religioso-combativo de la época (por los dos bandos, Reforma protestante y Contrarreforma) y el arte contrarreformista tendrá como característica más importante el amor a lo recargado y fastuoso frente a la severidad y desnudez de la Reforma.
A finales del siglo XVI, el predominio de la lógica renacentista es sustituido por un nuevo estilo, el Barroco. Se parte de un principio básico: la ruptura del equilibrio clásico que ya se había iniciado a finales del Renacimiento.