Portada » Filosofía » Explorando los Límites del Conocimiento y la Ética en Kant
Lo primero que ha de hacer una crítica de la razón es responder a la pregunta qué puedo conocer. Esta tarea la realiza Kant en la “Crítica de la razón pura”, donde establece los principios que hacen posible el conocimiento científico de la naturaleza y los límites en los que se mueve ese conocimiento.
1. Racionalismo y empirismo
Kant en sus primeros años fue un filósofo racionalista, pero más tarde, influido por Hume, dice abandonar el sueño dogmático del racionalismo. Kant siempre aceptó dos facultades o fuentes de conocimiento: la sensibilidad, que es pasiva y se limita a recibir impresiones provenientes del exterior, y el entendimiento, que es activo y produce espontáneamente ciertos conceptos e ideas que no provienen de la experiencia. Esta distinción sirve para entender las respuestas de las dos corrientes filosóficas anteriores: por una parte, el racionalismo, que afirma que el entendimiento tiene ideas innatas, y por otra, el empirismo, que mantiene que nuestro conocimiento no puede ir más allá de la experiencia sensible.
Kant afirma que hay conceptos que no provienen de la experiencia, pero al mismo tiempo dirá que estos conceptos solo tienen aplicación en el ámbito de la experiencia, por ejemplo, el concepto de sustancia, que no podemos aplicar a Dios. Pero entonces, ¿qué ocurre con los grandes temas como Dios o el alma?
2. Posibilidad de la metafísica como ciencia
Este es el problema básico, y Kant se plantea si la metafísica es una ciencia o no. Este planteamiento lo hace por dos motivos: por un lado, la ciencia progresa, los científicos van construyendo sobre lo que otros han hecho; sin embargo, en metafísica se siguen debatiendo los mismos problemas que ya se plantearon Platón o Aristóteles, como la existencia de Dios o el alma. Por otro lado, los científicos se ponen de acuerdo, sus juicios son objetivos, universales y necesarios; sin embargo, el desacuerdo es normal entre los metafísicos. Por eso, Kant se plantea aclarar este problema. Intenta ver las condiciones que hacen posible la ciencia y si la metafísica las cumple o no. Si no es así, habrá que abandonar definitivamente la pretensión de hablar científicamente de temas metafísicos.
3. Condiciones que hacen posible la ciencia
Kant mantiene la convicción de que en la mente hay algún tipo de contenido de carácter universal, propio del racionalismo, y de que todo conocimiento parte de la experiencia (propio del empirismo). Esto le lleva a plantearse las condiciones necesarias para que sea posible el conocimiento científico, y en este sentido distingue entre:
– Condiciones empíricas: toda ciencia ha de basarse en datos que parten de la experiencia. Son condiciones fácticas (de hecho, particulares, concretas y que pueden alterarse; por ejemplo, el hecho de que veamos algo depende de la agudeza de nuestra visión, lo lejos que esté el objeto, etcétera).
– Condiciones trascendentales (a priori): toda ciencia se apoya en contenidos anteriores a la experiencia. Son condiciones universales, necesarias, sin las que no es posible conocer y que no pueden ser alteradas, trascendentales. Son las condiciones que responden al dónde y al cuándo, es decir, el espacio y el tiempo.
4. Juicios de la ciencia
Hay que tener en cuenta que la ciencia se compone de juicios. Kant va a tratar de conocer cuáles son los propios de la ciencia. Empieza por diferenciar los siguientes tipos de juicios:
Los juicios analíticos suelen ser a priori, y los sintéticos, a posteriori, pero Kant va más allá y se plantea que los juicios científicos, los que hacen avanzar la ciencia, son los juicios sintéticos a priori; por ejemplo, “la recta es la distancia más corta entre dos puntos”.
Kant se plantea que los juicios sintéticos a priori se dan tanto en matemáticas como en física. Por eso, intenta analizar cómo forma estos juicios la mente humana, y esto lo hace en la “Crítica de la razón pura”, donde se plantea los límites del conocimiento.
La “Crítica de la razón pura” consta de tres partes, que Kant denomina estética, analítica y dialéctica trascendental, que se corresponden con tres facultades: sensibilidad, entendimiento y razón.
(Propiamente hablando, sólo existen dos facultades cognoscitivas, que son la sensibilidad y el entendimiento, pero dentro de este, Kant distingue dos tipos de actividad intelectual: la formulación de juicios, realizada por el entendimiento, y la facultad de enlazar unos juicios con otros formando razonamientos, a la que denomina razón). Estas tres partes se corresponden con los tres tipos de conocimiento cuyo estudio interesa a Kant: matemáticas, física y metafísica.
Al afirmar que son intuiciones, quiere decir que son condiciones previas de toda experiencia, y son puras porque están vacías de contenido empírico; se van llenando con las impresiones que vienen del exterior.
2. Los juicios sintéticos a priori en matemáticas
Según Kant, todos los juicios científicos que se dan en matemáticas tratan sobre el espacio y el tiempo; son juicios que aportan información (sintéticos), universales y necesarios (a priori); por tanto, afirma la existencia de los juicios sintéticos a priori en matemáticas, tanto en geometría como en aritmética.
1. Las condiciones intelectuales del conocimiento
La sensibilidad nos sitúa frente a una gran variedad de impresiones en el espacio y en el tiempo, pero percibir estos fenómenos (colores, formas, sonidos…) no es sin más comprenderlos. Si el percibir es la función propia de la sensibilidad, comprender lo percibido es la función del entendimiento. De esto se ocupa Kant en la analítica trascendental, mediante una serie de análisis.
La función de comprender o entender se realiza mediante conceptos
Comprender un fenómeno es poder referirlo a un concepto. Supongamos que estamos viendo un objeto familiar, por ejemplo, una mesa. Nuestros sentidos nos ofrecen una serie de impresiones sensibles: colores, formas… aquí y ahora. Si alguien nos pregunta qué estamos viendo, diremos que una mesa. El concepto “mesa” es la clave para comprender e interpretar nuestras impresiones sensibles.
Esta actividad de percibir fenómenos a los conceptos se realiza siempre a través de un juicio; por ejemplo, “esto es una mesa”. Por tanto, el entendimiento puede ser considerado como la facultad de los conceptos o de los juicios.
Los conceptos son condiciones trascendentales como necesaria de nuestro conocimiento de los fenómenos
Esto significa que el entendimiento no puede pensar en los fenómenos si no es aplicándoles las categorías. Tomemos un juicio cualquiera, por ejemplo, “todos los nativos del pueblo X miden más de 1,90”. El conocimiento sensible nos ofrece una pluralidad de percepciones; el entendimiento, al formular este juicio, coordina estas impresiones aplicando ciertas categorías: la de totalidad, la de realidad, la de sustancia y la de existencia.
La exposición y justificación de la función que desempeñan las categorías en el conocimiento es denominado por Kant “deducción trascendental de las categorías”.
Los conceptos puros son vacíos
Así como el espacio y el tiempo se llenan con las impresiones sensibles, las categorías han de llenarse con los datos del conocimiento sensible. Esto implica que sólo son fuentes de conocimiento aplicadas a los fenómenos, es decir, a las impresiones sensibles que se dan en el espacio y en el tiempo. Así, por ejemplo, si afirmamos “todos los espíritus son bondadosos”, no podríamos decir que es un juicio equivalente al anterior, porque si le aplicamos la categoría, sería una aplicación ilegítima, porque solo se puede aplicar a los datos de los sentidos.
2. Los juicios sintéticos a priori en la física
Los principios fundamentales en que se basa la física son, según Kant, juicios sintéticos a priori; por ejemplo, el principio de causalidad. Este principio está basado en la categoría de causa, y la causa es un concepto puro, previo a la experiencia; por tanto, a priori. Por otro lado, los fenómenos solo pueden ser conocidos por el entendimiento si se aplican las categorías, y el principio de causalidad, basado en la categoría de causa, será aplicable a todos los fenómenos que el entendimiento conoce; por tanto, es universal y necesario.
3. El idealismo trascendental: fenómeno y noúmeno
Las categorías no son aplicables fuera de la experiencia, más allá de lo dado en el espacio y en el tiempo. Esto se denomina fenómeno, lo que aparece o se muestra al sujeto. Ahora bien, la idea de algo que aparece implica, correlativamente, la idea de algo que no aparece, algo que Kant denomina noúmeno o “cosa en sí”.
La distinción entre “fenómeno” y “noúmeno” es fundamental en el sistema kantiano. En la “Crítica de la razón pura”, Kant distingue dos sentidos de noúmeno: negativamente, noúmeno significa una cosa en la medida en que no puede ser conocida por medio de la intuición sensible; positivamente, noúmeno significa una cosa en la medida en que puede ser conocida por medio de la intuición intelectual. Ahora bien, como solo poseemos intuición sensible, nuestro conocimiento se halla limitado a los fenómenos y, por tanto, el concepto de noúmeno queda como algo negativo, como límite de la experiencia, de lo que puede ser conocido. El acceso a las cosas en sí no se halla en la razón teórica, sino en la razón práctica.
En la dialéctica trascendental, Kant se ocupa de la posibilidad o imposibilidad de la metafísica como ciencia, así como de la naturaleza y el funcionamiento de la razón.
1. Imposibilidad de la metafísica como ciencia
La metafísica, entendida como un conjunto de preposiciones acerca de realidades que están más allá de la experiencia, es imposible como ciencia, ya que las categorías solo pueden aplicarse legítimamente a los fenómenos, a los datos de los sentidos. La aplicación de la categoría fuera de la experiencia es ilegítima y da lugar a errores e ilusiones.
La misión de la dialéctica consiste en mostrar que los errores de la metafísica provienen de pasar por alto la distinción entre fenómeno y noúmeno. La dialéctica trascendental es, por tanto, una crítica del entendimiento de la razón en su pretensión de alcanzar lo que esté más allá de la experiencia. Pero si esta aplicación de las categorías es lógicamente ilegítima, es también una tendencia inevitable, de acuerdo con la naturaleza de la razón, que tiende inevitablemente a la búsqueda de lo incondicionado, a extender su conocimiento más allá de la experiencia, a hacerse preguntas y formular respuestas acerca de Dios, el alma y del mundo como totalidad.
2. La razón
El conocimiento intelectual no se limita a formular juicios, sino que también conecta un juicio con otro, formando razonamientos. La razón es de tal naturaleza que tiende a encontrar juicios, leyes o hipótesis cada vez más generales y que expliquen un mayor número de fenómenos. Así se construye la ciencia, y, por ejemplo, se avanzó desde las leyes del movimiento de Aristóteles a la ley de la gravitación universal de Newton. Este es el funcionamiento de la razón, como consecuencia de su tendencia natural a buscar condiciones cada vez más generales y, en último término, lo incondicionado.
3. La razón y la metafísica
La razón nos impulsa a buscar leyes más generales y capaces de explicar un mayor número de fenómenos. Mientras esta búsqueda se mantiene dentro de los límites de la experiencia, es eficaz y amplía nuestro conocimiento. Pero esta tendencia de la razón lleva inevitablemente a traspasar la barrera de los datos sensibles, en busca de lo incondicionado. Así, los fenómenos físicos se pretenden unificar y explicar por medio de teorías metafísicas acerca del mundo; a los fenómenos psíquicos se pretenden unificar y explicar por medio de teorías metafísicas acerca del alma, y unos y otros se intentan unificar y explicar por medio de teorías metafísicas acerca de una causa suprema de ambos, de Dios, lo que constituye el ideal de la razón y juega un papel muy peculiar dentro de nuestro conocimiento, porque, aunque no nos proporciona conocimiento objetivo alguno, expresa el ideal de la razón de encontrar leyes y principios cada vez más generales, que no pueden ser alcanzados, pero que nos indican continuamente que hay que seguir avanzando.
En la “Crítica de la razón pura”, Kant hizo un notable esfuerzo para explicar cómo es posible el conocimiento de los hechos y hasta dónde es posible el conocimiento de objetos. Ahora bien, la actividad racional no se limita al conocimiento de los objetos, pues el ser humano necesita saber cómo ha de obrar. La razón posee también una función moral; en ella, Kant intenta responder a la pregunta ¿qué debo hacer?
Esta doble vertiente puede expresarse por medio de la distinción entre razón teórica y razón práctica. Se trata de dos funciones de la razón. La razón teórica se ocupa de conocer cómo son las cosas; la razón práctica, de saber cómo ha de ser la conducta humana. La razón teórica se ocupa del ser, mientras que la moral, como la razón práctica, se ocupa del deber ser. La razón teórica formula juicios, mientras que la razón práctica formula imperativos o mandatos.
La teoría moral de Kant no es menos original que su teoría del conocimiento. La ética kantiana representa una auténtica novedad dentro de la historia de la filosofía. Si antes de él las éticas habían sido materiales, la ética de Kant es formal.
En segundo lugar, los preceptos de las éticas materiales son hipotéticos o condicionales; no valen como medios para conseguir un fin. Así, por ejemplo, cuando el sabio Epicuro aconseja “no bebas en exceso”, quiere decir que no lo hagas si quieres alcanzar una vida de placer moderado.
En tercer lugar, las éticas materiales son heterónomas. La heteronimia consiste en recibir la ley desde fuera de la propia razón. Las éticas materiales son heterónomas, según Kant, porque la voluntad es determinada a obrar de un modo u otro por el deseo o la inclinación.
3. La ética formal de Kant
Sentido de una ética formal
La ética material se encuentra afectada por estas tres deficiencias, como son empíricas, hipotéticas y heterónomas. Sin embargo, una ética universal y racional ha de ser a priori, categórica y autónoma; por tanto, no puede ser material, sino que ha de ser formal.
Una ética formal es una ética vacía de contenido, pues no establece ningún bien o fin que haya de ser perseguido; no nos dice lo que hemos de hacer, sino cómo debemos actuar, la forma en que debemos obrar.
El deber
Un hombre actúa moralmente, según Kant, cuando actúa por deber. El deber es la necesidad de una acción por respeto a la ley.
Kant distingue tres tipos de acciones: contrarias al deber, conformes al deber y por deber. Sólo estas últimas poseen valor moral.
Una acción hecha por deber tiene su valor moral no en el propósito que por medio de ella se quiere alcanzar, sino en la máxima por la cual ha sido resuelta, y la máxima que nos debe guiar a ese imperativo categórico.
El imperativo categórico
La exigencia de obrar moralmente se expresa a través del imperativo categórico.
Kant ofrece diversas formulaciones, como la primera de ellas, que afirma: “Obra sólo según una máxima tal que puedas querer al mismo tiempo que se torne en ley universal”.
La “Crítica de la razón pura” había puesto de manifiesto la imposibilidad de la metafísica como ciencia, es decir, como conocimiento objetivo acerca del mundo, del alma y de Dios. Sin embargo, estos temas constituyen interrogantes de interés fundamental para el destino del hombre.
Kant nunca negó la inmortalidad del alma o la existencia de Dios; se limitó a establecer que el alma y Dios no son fenómenos que se den en la experiencia, por lo que no son asequibles al conocimiento científico. La razón teórica, pero según Kant, son postulados de la razón práctica, entendiendo por postulado algo que no es demostrable, pero que es supuesto necesariamente como condición de la moral.
Kant mantiene que la exigencia moral de obrar con respeto al deber supone la libertad, es decir, la posibilidad de hablar venciendo las inclinaciones. Con respecto a la inmortalidad, dirá que la razón nos ordena aspirar a la virtud, es decir, a la concordancia perfecta de nuestra voluntad con la ley moral. Como esta percepción es inalcanzable en una existencia limitada, exige la inmortalidad. Por lo que se refiere a la existencia de Dios, Kant afirma que la disconformidad que encontramos en el mundo entre el ser y el deber ser exige la existencia de Dios como realidad en que ser y deber ser se identifican, y en que se da una unión perfecta entre la virtud y la felicidad.
Como realidad en que ser y deber ser se identifican, y en que se da una unión perfecta entre la virtud y la felicidad.