Portada » Filosofía » Explorando las Ciencias: Tipos, Métodos y Límites del Conocimiento
Aristóteles definía la ciencia como el conocimiento de las cosas por sus causas. Sin embargo, las definiciones modernas de ciencia suelen no referirse a la causalidad debido a la crítica empirista. Actualmente, la ciencia se define como un conjunto de conocimientos relacionados sistemáticamente sobre un mismo objeto. Este conocimiento se basa en hechos verificables a través de los sentidos, proporcionando una base objetiva y segura. Anthony destaca que el conocimiento científico no solo se basa en la observación y el experimento, sino también tiene un componente histórico, destacando el papel de Galileo al desafiar las autoridades tradicionales.
Los filósofos antiguos se dividen en materialistas y dualistas. Los materialistas, incluidos los presocráticos, creían que los principios de la naturaleza eran materiales. Se dividían en:
Los atomistas, como Demócrito, consideraban que la materia estaba compuesta por átomos indivisibles.
Por otro lado, los dualistas creían que los principios materiales eran insuficientes y proponían principios ideales o formales. Los pitagóricos veían el cosmos gobernado por proporciones matemáticas. Platón distinguía entre un mundo material caótico y un mundo de Ideas inmutables y perfectas que daban forma a la realidad sensible.
El conocimiento científico se adquiere metódicamente mediante observación y pensamiento planificado. Las ciencias se diferencian por sus objetos de estudio y métodos específicos. En general, existen dos métodos principales:
Las ciencias experimentales, a su vez, se dividen en naturales y humanas. Las ciencias formales no proporcionan información sobre la realidad, mientras que las experimentales sí, centrándose en distintos aspectos de la realidad.
Un esquema posible de división de las ciencias incluye:
a) Ciencias formales: lógica y matemática.
b) Ciencias experimentales:
Las ciencias formales, como las matemáticas y la lógica, tienen sus raíces en la Grecia clásica. Tales de Mileto (siglo VI a.C.) y Pitágoras fueron pioneros en matemáticas. Aristóteles (siglo IV a.C.) desarrolló la lógica utilizando el lenguaje material.
En matemáticas, una proposición está demostrada cuando se deduce necesariamente de otras proposiciones admitidas. Estas proposiciones básicas, llamadas axiomas o postulados, son indemostrables pero sirven de base para todas las demás demostraciones.
En la vida cotidiana, un enunciado es verdadero si coincide con la realidad. En matemáticas, un enunciado es verdadero si es coherente y derivable de los axiomas del sistema, una cualidad llamada consistencia.
Las matemáticas no se ocupan de la realidad, sino de sistemas coherentes de axiomas y proposiciones. Sin embargo, son fundamentales para las ciencias experimentales, como demostraron Galileo, Newton y otros, quienes veían las leyes matemáticas como reflejo de la creación divina. Las matemáticas garantizan rigurosidad y precisión en el conocimiento científico.
La teoría intuitiva de conjuntos es inconsistente debido a paradojas como la de Russell. Un conjunto puede ser una colección de elementos, pero la idea de conjuntos que se pertenecen a sí mismos lleva a contradicciones.
Las ciencias experimentales nacen durante la «revolución científica» (siglos XVI-XVIII) con Galileo y Newton como figuras clave. Aunque el método experimental se utilizó antes, se generaliza y se considera adecuado para conocer la naturaleza a partir de este periodo.
El método experimental consta de cuatro fases:
Las leyes científicas se consolidan en teorías científicas cuando se refieren a un mismo objeto y están bien establecidas.
El método experimental se basa en el razonamiento inductivo: los científicos observan hechos específicos y elaboran hipótesis que se contrastan con la realidad en casos limitados. Sin embargo, las leyes científicas son universales y se aplican a todos los casos dentro de su ámbito. El problema de la inducción cuestiona si estas inferencias inductivas están justificadas o bajo qué condiciones lo están.
El “Círculo de Viena” agrupaba a pensadores interesados en la lógica y el conocimiento científico, buscando un criterio de demarcación para distinguir enunciados científicos de los no científicos. Proponían que un enunciado es significativo si posee sentido y puede verificarse. Así, las proposiciones de las ciencias formales y experimentales son significativas por ser consistentes y verificables. En cambio, las proposiciones metafísicas o morales no son verificables y, por lo tanto, no son significativas.
M. Schlick, miembro del Círculo de Viena, sostenía que un enunciado es significativo solo si puede probarse conclusivamente mediante observaciones sensibles y públicas. Sin embargo, este criterio fue rechazado por sus exigencias excesivas, ya que muchas leyes científicas, basadas en la inducción, no pueden ser probadas de manera concluyente.
La verificación directa de hipótesis se volvió problemática con el avance de la ciencia. Para enfrentar esta limitación, se adoptó el criterio débil de verificación, que considera un enunciado significativo si existen observaciones indicativas que puedan, en principio, verificarlo bajo condiciones lógicas y físicamente posibles.
Karl Popper criticó la verificación y propuso el criterio de falsación: una teoría es significativa si puede ser refutada por experimentos. Si una teoría resiste los intentos de refutación, se considera significativa hasta que se demuestre lo contrario. Popper distingue entre «verdad» y «certeza», argumentando que el conocimiento científico es falible y siempre hipotético. La ciencia busca la verdad objetiva eliminando falsedades, no la certeza absoluta.
Popper destaca que, aunque las teorías científicas sean universales, pueden ser refutadas por un solo caso contrario. La ciencia progresa corrigiendo errores y buscando la verdad objetiva, sin pretender alcanzar la certeza completa.
Immanuel Kant (1724-1804) buscaba un conocimiento verdadero que proviniera de la razón. Influenciado inicialmente por el racionalismo de Descartes, Leibniz y Wolf, creía que la razón debía clarificar lo que los sentidos percibían de manera confusa. Sin embargo, tras leer a Hume, Kant comprendió la necesidad de la experiencia para el conocimiento verdadero y trató de combinar lo mejor del empirismo y del racionalismo.
Kant propuso que el conocimiento tiene dos componentes: las impresiones sensibles (datos) y las estructuras o formas de nuestras facultades (espacio y tiempo en la sensibilidad, y las doce categorías del entendimiento). Según él, el conocimiento resulta de la interacción entre el objeto (lo que percibimos) y el sujeto (nosotros).
Kant enfatiza que los datos de la experiencia sin elaboración intelectual son ciegos, y los conceptos sin impresiones sensibles son vacíos. Su teoría sostiene que sólo podemos aplicar nuestras teorías a los fenómenos que experimentamos. Sin datos sensibles, no podemos conocer nada del mundo externo.
El idealismo kantiano afirma que lo que conocemos del mundo depende de nuestras facultades. Por lo tanto, el sujeto es el organizador del mundo. Aunque las cosas pueden no ser como las vemos, no podemos percibirlas de otra manera.
Kant, en su «Crítica de la razón pura», busca responder a las objeciones de Hume sobre el conocimiento científico. Sostiene que el conocimiento científico, universal y necesario, es posible, y se basa no en la mera costumbre sino en las condiciones de posibilidad que la mente humana impone al conocimiento. Según Kant, la realidad en sí misma (noúmeno) es incognoscible; solo conocemos los fenómenos, que son las apariencias estructuradas por nuestras facultades. Las categorías o conceptos puros, aunque vacíos sin contenido, tienen validez solo cuando se aplican a los fenómenos en el espacio y el tiempo. Aunque no podemos conocer la «cosa en sí» (noumeno), esta idea incognoscible impulsa la búsqueda del conocimiento, actuando como un horizonte inalcanzable para la razón.