Portada » Filosofía » Explorando la Naturaleza, Causalidad y Alma en la Filosofía Aristotélica
La naturaleza puede definirse como la totalidad de los seres naturales, en contraposición a los artificiales. Estos seres pueden ser vivos o no vivos, pero, sobre todo, la naturaleza es la esencia y la forma de estos seres. Según su esencia, los seres tienen por naturaleza unas potencialidades que les son propias, y es su esencia la que les hace cambiar por sí mismos. Por tanto, es el principio intrínseco del movimiento y del reposo de los seres naturales; este movimiento es el propio para llegar a su fin (su propia perfección). Los seres artificiales se mueven por un agente externo, aunque al estar hechos de partes naturales, también pueden tener movimientos naturales. Los movimientos o cambios naturales son sustanciales y/o accidentales (cantidad, cualidad y lugar). Por ejemplo, el hombre es un animal social y racional por naturaleza, es el modo de ser propio de la realidad humana, que lo define. En el ámbito político, el hombre se realiza viviendo en sociedad. Además, en el terreno ético, como la naturaleza humana se distingue de la de los demás seres por la razón, por el logos, su función o actividad propia es vivir y actuar racionalmente. Por tanto, el cumplimiento de la physis o naturaleza humana implica la vida en sociedad y el cultivo de la razón. Así pues, los seres humanos tenemos que desarrollar aquellas potencialidades dadas por naturaleza, las racionales, tanto a nivel de contemplación intelectual (noéticas) como en el plano de convivencia en la polis (éticas).
Solo adquirimos conocimiento científico de algo cuando conocemos sus causas. La Física se ocupa de establecer las causas de los seres naturales, dotados de movimiento propio. Las críticas de Aristóteles a los filósofos anteriores obedecen al hecho de que la mayoría se fijaron solo en una causa. Por ejemplo, los físicos en la causa material: Tales de Mileto en el agua, Heráclito en el fuego, Anaxímenes en el aire y Empédocles en fuego, aire, tierra y agua. Platón habló de dos causas, la formal (las ideas) y la material, pero estableciendo un abismo entre una y otra y dejando la forma, las ideas, fuera de las cosas. Empédocles (Amor-Odio) y Anaxágoras (Inteligencia Universal) avanzaron la causa eficiente. Aristóteles, sin embargo, habla de cuatro causas en total:
La teoría de las cuatro causas está inspirada claramente en la acción humana, respecto a la fabricación de objetos artificiales, en donde la causa eficiente y la causa final actúan de una manera deliberada y clara. No está tan claro que sean aplicables al mundo natural, pero Aristóteles lo hace, convirtiendo su interpretación de la naturaleza en una interpretación teleológica o finalista.
Aristóteles aplica al ser humano su teoría hilemórfica. Cuerpo y alma constituyen una única sustancia, y guardan entre sí la misma relación que la materia y la forma. Esto le lleva a considerar absurda la doctrina de la reencarnación: el alma no puede ser forma de cualquier cuerpo. Puesto que el alma es el principio de toda la actividad del ser vivo, no es nada distinto de esas funciones. “Si el ojo fuera un animal, la vista sería su alma”. Es decir, cuerpo y alma no son separables. Un cuerpo sin alma dejaría de ser un animal o un organismo vivo. Y un alma sin cuerpo no sería nada. Queda excluida, por tanto, la preexistencia del alma o su existencia más allá de la muerte.
Mientras Platón distinguía tres partes en el alma, Aristóteles defiende la unidad del alma y la sitúa por todo el cuerpo, no en partes concretas. La insistencia en la unidad total del ser vivo implica que no es el alma la que siente o piensa, sino todo el ser humano gracias al alma. Pero sí le asigna funciones al alma:
Las plantas poseen solo alma vegetal, el animal posee además de la vegetal la animal, y el ser humano posee las tres. En Aristóteles, el conocimiento no pertenece solo al alma, sino que conoce toda la persona -cuerpo y alma-. No existe conocimiento independiente del cuerpo. Además, todo conocimiento humano será mezcla de conocimiento sensible (viene del cuerpo, de los sentidos) y conocimiento intelectual (procede del alma racional).