Portada » Educación Artística » Explorando la Estética: Belleza, Sublime y Siniestro
La estética, como rama de la filosofía, se dedica a estudiar el juicio estético y las diversas formas en que percibimos e interpretamos la belleza, lo sublime y lo siniestro.
Lo bello se caracteriza por generar un placer tranquilo e inofensivo, como la contemplación de una flor. En contraste, lo sublime evoca una sensación de asombro y conmoción, a menudo acompañada de un grado de horror, ante la inmensidad o el poder de elementos como una tormenta, una montaña o un león.
Lo siniestro, según Schelling, es aquello «que debía permanecer oculto pero se revela». Se relaciona con lo familiar que se vuelve extraño, generando una sensación inquietante.
Lo feo se opone a lo bello, provocando incomodidad o disgusto por su falta de armonía y proporción. Lo grotesco lleva lo feo un paso más allá, añadiendo un elemento de ridiculez y mal gusto.
Desde la época de los pitagóricos, la estética occidental ha estado dominada por la Gran Teoría de la belleza, que la relaciona con la proporción, la simetría y la armonía. Esta teoría encuentra respaldo en la arquitectura, la escultura, la pintura, la música e incluso en la naturaleza y el cuerpo humano.
Sin embargo, la Gran Teoría ha sido criticada por su enfoque objetivo, dejando de lado la subjetividad de la experiencia estética y la influencia de las emociones, los sentimientos y los factores culturales en la percepción de la belleza.
Edmund Burke, en su tratado sobre lo sublime y lo bello, atribuye a lo sublime un grado de horror, asociándolo con lo oscuro, lo vasto y lo peligroso. Lo sublime también se relaciona con lo religioso y la experiencia estética que evocan los espacios sagrados.
Kant distingue entre el sublime terrorífico, que provoca miedo o horror, y el sublime magnífico, que surge cuando la belleza se extiende en un marco sublime. También introduce el sublime noble, asociado con una admiración silenciosa.
En su «Crítica del juicio», Kant añade dos tipos de sublime: el sublime matemático, relacionado con la magnitud y la extensión, y el sublime dinámico, que se refiere al poder y la fuerza.
El romanticismo, como reacción a la Ilustración y la industrialización, enfatizó lo irracional, lo emotivo y la naturaleza. Lo sublime sirvió para representar la pequeñez del ser humano frente a la inmensidad del mundo.
Siguiendo la definición de Schelling, Freud explora lo siniestro como una variación de lo terrorífico que se refiere a lo familiar que ha sido olvidado y regresa, a menudo relacionado con experiencias traumáticas reprimidas en el inconsciente. Lo siniestro es lo «familiar extraño» que nos inquieta por su conexión con nuestro propio interior.
El cuento «El Hombre de Arena» de E.T.A. Hoffmann ilustra el concepto de lo siniestro. El protagonista, Nathanael, sufre un trauma infantil relacionado con el personaje del Hombre de Arena. Este trauma regresa en su vida adulta, manifestándose en figuras como Coppelius y Coppola, y desencadenando una serie de eventos inquietantes que culminan en la tragedia.