Portada » Filosofía » Explorando el Mito de la Caverna de Platón: Prisioneros, Ascenso y Retorno
En el corazón del mito de la caverna, Platón nos presenta a los prisioneros, seres encadenados que viven en la oscuridad, limitados a percibir solo sombras proyectadas en la pared. Estos prisioneros, incapaces de girar sus cabezas, desconocen la existencia de un mundo más allá de las sombras, un mundo de seres más reales y una realidad exterior a la caverna. Platón establece una analogía entre estos prisioneros y nosotros, quienes a menudo tomamos el mundo sensible como la única realidad verdadera. Además, la concepción filosófica del ser humano lleva a Platón a considerar el alma como prisionera del cuerpo, siendo este último una cárcel para el alma, al igual que la caverna lo es para los prisioneros.
La vida de los prisioneros está intrínsecamente ligada a las sombras: solo ven sombras, solo hablan de sombras y su existencia gira en torno a ellas. Para Platón, las sombras representan el nivel más bajo de la realidad, siendo meras apariencias de apariencias, reflejos de las cosas materiales, que a su vez son imitaciones imperfectas de las Ideas. La luz, en contraste, se asocia con la verdad, mientras que las sombras y la oscuridad se vinculan con la falsedad y la ignorancia.
Mientras que la caverna simboliza el mundo sensible, el mundo exterior representa el mundo verdadero de las Ideas. El ascenso del prisionero al mundo de arriba, guiado o forzado, simboliza el paso al mundo superior, al mundo inteligible. Este ascenso es doble, involucrando tanto un elemento intelectual como uno ético o moral. El ascenso intelectual se refiere al proceso educativo que incluye el conocimiento de la música, las ciencias y la dialéctica, esta última siendo el camino para identificar el Bien. El ascenso ético, por otro lado, se relaciona con la adquisición de virtudes esenciales como la prudencia, la fortaleza y el autodominio, que se corresponden con las tres partes del alma.
En el mundo de arriba, las Ideas están simbolizadas por el cielo y los astros, mientras que el sol representa la Idea del Bien. El sol, lo último que se conoce y con dificultad, es la causa de la luz y la visión. Cuando el prisionero liberado comprende la importancia del sol, se da cuenta de que el Bien es la causa última de todo lo bueno. Sin embargo, el sol puede cegar al mirarlo, al igual que el exceso de verdad puede desconcertar al alma. Así, el Bien, causa de la verdad y el conocimiento, es algo más grande que estos y no puede sernos del todo conocido, una paradoja platónica.
El mito concluye con el retorno del liberado a la caverna, movido por la compasión, para ayudar a sus antiguos compañeros. Sin embargo, Platón describe las dificultades que enfrentaría: la adaptación a la oscuridad, la poca comprensión de sus antiguos compañeros y el rechazo que encontraría al intentar mostrarles la verdad. Los prisioneros, tras reírse de él, intentarían matarlo. Este retorno simboliza la necesaria implicación de los verdaderos filósofos en la política, aunque no sea su deseo. El filósofo-rey, el mejor y más virtuoso, debe procurar el bien y la felicidad de todos.
Platón contrapone el paso de la luz a la oscuridad y viceversa, donde las tinieblas representan la ignorancia y la falta de conocimiento. El mito, en su totalidad, alude a la educación, cuyo fin es orientar el alma, disipar la ignorancia y ordenar las acciones. La luz simboliza la verdad, el conocimiento y la claridad de las Ideas, mientras que la oscuridad representa la falta de prudencia y la ceguera de las pasiones.