Portada » Filosofía » Explorando el Empirismo de Hume: Conocimiento, Realidad y la Crítica a la Causalidad
David Hume es el máximo representante del empirismo inglés. Desde una posición escéptica, profundiza en la filosofía crítica iniciada por J. Locke, afirmando que la experiencia es el límite del conocimiento humano. Esto nos obliga a abandonar la pretensión de certeza, quedando el conocimiento encerrado en el ámbito de lo probable. Con ello, Hume pone fin a las aspiraciones del racionalismo dogmático, tal y como reconocerá I. Kant, fundador del racionalismo crítico, al afirmar que la lectura de Hume le despertó de su sueño dogmático. En la Investigación sobre el entendimiento humano, Hume estudia los elementos del conocimiento, los principios de asociación de ideas y la supuesta relación o conexión necesaria entre la causa y el efecto, realizando una profunda crítica al concepto de causa aristotélico, aún vigente.
Para entender la relación entre el problema planteado en el texto y el sistema filosófico de Hume, es necesario exponer su concepción sobre el conocimiento y la realidad.
En su concepción del conocimiento, David Hume parte de una profunda crítica a los dos conceptos claves de la metafísica tradicional: sustancia y causa.
En su crítica al principio de causalidad, Hume rechaza la posición tradicional de la filosofía, que lo entendía como una relación necesaria entre la causa y el efecto. Para Hume, por el contrario, el principio de causalidad es falso si se entiende como una conexión necesaria (B.texto), ya que no existe ninguna impresión que corresponda con esta idea de conexión necesaria. Por tanto, este principio tan solo es un hábito o costumbre, basado en la repetición de la unión de dos hechos, lo que produce un sentimiento o disposición del razonamiento de mantener esta asociación. (B.texto). Este principio solo es válido cuando se aplica a la experiencia pasada, pero es ilegítimo su uso para la predicción de los hechos futuros, ya que sobre el futuro no se puede alcanzar la certeza, sino solo creencia, como sentimiento subjetivo que acompaña la asociación de ideas. Tal es el grado de verdad que pueden alcanzar las cuestiones de hecho. Hume establece así un límite al conocimiento humano, que sobre el futuro queda solo como conocimiento probable. (B.texto). Toda idea es copia de una impresión -tal y como afirma el Principio de copia-, pero no hay ninguna impresión de la conexión necesaria. (B.texto). En su ejemplo del choque entre las bolas de billar, queda claro que en ningún caso se puede decir de una que sea causa y de otra, efecto, y no hay entre ellas nada que pueda probar una conexión necesaria. (B.texto).
Hume completa su análisis de la epistemología tradicional con la crítica a la idea de sustancia. Partiendo de que una idea solo es verdadera si se corresponde con una impresión, concluye que la idea de sustancia –fundamento de la metafísica tradicional– es falsa, ya que no se corresponde con impresión alguna, tampoco es una pasión ni una emoción, sino solo una producción de nuestra imaginación.
Para explicar el conocimiento, Hume parte del principio empirista, según el cual todas nuestras ideas derivan de la percepción. Añade además el principio de inmanencia, ya que nada hay en la mente salvo percepciones, que pueden ser impresiones o ideas. Pero la idea no es más que la copia de una impresión, según el principio de copia mencionado antes. Las ideas se asocian por semejanza, contigüidad en el tiempo y el espacio o causa-efecto, según el principio de asociación. Por lo que no existen las ideas abstractas, ya que según el principio de negación de las ideas generales, ya planteado por Berkeley, estas son solo ideas particulares vinculadas por hábito a un término general. Por ello, Hume adopta una defensa del nominalismo en el problema de los universales. Las percepciones del espíritu humano se dividen, pues, en impresiones –con mayor fuerza y vivacidad– e ideas –derivadas de las impresiones–.
En su análisis de las ideas, Hume distingue entre relaciones de ideas y las cuestiones de hecho. Las primeras están basadas en la relación de semejanza cuando se refiere a ideas simples y no a las cosas. En ellas se alcanza la máxima certeza, constituyendo el dominio de la ciencia, como pura operación del pensamiento, cuya negación es imposible porque implica contradicción. Este tipo de proposiciones, propias de las ciencias formales, serán llamadas por Kant analíticas. Las cuestiones de hecho las forman las proposiciones de la existencia, cuyo contrario siempre es posible, pues no están fundadas en el principio de contradicción. Por lo que es imposible demostrar su falsedad o veracidad de forma plena, no alcanzando la certeza en el conocimiento, que se limita a ser probable. A estas proposiciones las llamará Kant sintéticas. Todos los razonamientos que se refieren a los hechos se fundamentan en la relación causa-efecto, que no puede ser nunca establecida a priori, sino solo a posteriori de la experiencia.
Hay que completar su visión de la realidad con la explicación de su Sobre la idea de mundo, o realidad exterior, que en el empirismo de Locke es la causa de nuestras sensaciones, no queda demostrada, ya que solo puedo dar razón de mis impresiones, pero no de que exista una realidad corpórea distinta de mí, que las produzca; más allá de mis impresiones no tengo experiencia. El empirismo radical en el que se mantiene Hume, le lleva también a rechazar todas las demostraciones de la existencia de Dios, ya que de Dios no tenemos experiencia y no hay ningún nexo causal entre Dios y mis impresiones. Pero tampoco se libra de la crítica la idea de yo. Al negar que tengamos una intuición inmediata del yo, afirma que no es ni una impresión ni una idea. El yo es tan solo una colección de contenidos perceptuales conectados mediante la memoria. Las tres ideas innatas, que fundamentan la metafísica carecen de significado.