Portada » Filosofía » Exploración del Pensamiento de San Agustín en La Ciudad de Dios
San Agustín, uno de los Padres de la Iglesia, formuló el pensamiento cristiano que cimentó la base del pensamiento medieval. Si bien no fue un filósofo en el sentido estricto, sus reflexiones teológicas, plasmadas en sus escritos, defendieron la doctrina cristiana contra herejías como el maniqueísmo, donatismo y pelagianismo. En esta labor, acuñó conceptos filosóficos clave para transmitir su pensamiento.
Entre sus obras destacan: Contra Académicos, Sobre la vida beata, Sobre la inmortalidad del alma, Soliloquios, Sobre el libre albedrío, Sobre el Génesis contra los maniqueos, Sobre el Maestro, Sobre la verdadera religión, Disputa contra Fortunato, Sobre el Génesis al pie de la letra, y sus grandes tratados: Confesiones, Sobre la Trinidad, Retractaciones y La Ciudad de Dios, obra a la que pertenece el texto.
En La Ciudad de Dios, San Agustín plantea un enfrentamiento entre paganismo y cristianismo, entre dos ciudades: la de Dios (habitada por quienes aman a Dios) y la terrena (habitada por quienes aman los bienes materiales por encima de Dios). Esta obra, madurada durante trece años (413-426), influyó profundamente en el pensamiento medieval. Ante la caída de Roma, Agustín buscó el sentido de la historia, cuya culminación es Dios. Su enfoque fusiona filosofía e historia con teología, uniendo fe y razón, política y religión.
La obra, compuesta por 22 libros, se divide en dos partes. La primera (libros I-X) refuta las acusaciones paganas contra la Iglesia y critica la incapacidad del paganismo para asegurar la prosperidad y la felicidad. El libro VIII destaca por su análisis de las escuelas filosóficas griegas y latinas. La segunda parte (libros XI-XXII) expone la concepción cristiana de la historia (desde el Génesis al Apocalipsis), confrontando ambos reinos, su origen, desarrollo y fin, culminando en el juicio final y el triunfo del bien sobre el mal.
El texto, ubicado en el libro XI, capítulo 26 (inicio de la segunda parte), aborda temas de la filosofía agustiniana, como la creación divina, la impronta de la bondad de Dios en todas las cosas, y la presencia de la imagen de Dios en el alma humana. El hombre, por tanto, debe buscar a Dios en su interior, no en las cosas sensibles.
El cristianismo, religión revelada por Cristo, ofrece salvación, redención y amor, aportando conceptos novedosos respecto a la filosofía griega, aunque toma elementos del neoplatonismo.
Dentro de la filosofía cristiana, la Patrística (siglos I-IV) sistematiza el dogma y armoniza fe cristiana y filosofía. Se distinguen los Padres apologistas (San Justino, Tertuliano) y los Padres de la Iglesia, quienes expusieron la fe basándose en la filosofía antigua. San Agustín, el más grande de los Padres latinos, culmina la Patrística.
San Agustín, figura clave en la filosofía cristiana, influyó decisivamente en la Edad Media. Su síntesis cristiano-platónica fue base de la reflexión filosófica y teológica hasta el siglo XII. El agustinismo medieval tuvo representantes como Alejandro de Sales, San Buenaventura y Duns Scoto. Perduraron doctrinas agustinianas como el voluntarismo (primacía de la voluntad sobre el entendimiento), la preeminencia de la fe sobre la razón, el iluminismo (iluminación interior del alma al conocer), la doctrina política de las dos ciudades (supremacía de la Iglesia sobre el Estado) y la linealidad del tiempo histórico.
En el siglo XII, Santo Tomás de Aquino introduce la síntesis cristiano-aristotélica, compartiendo protagonismo con el agustinismo. El Renacimiento inicia la secularización de la filosofía, culminando en la Ilustración. Sin embargo, el pensamiento de San Agustín permanece en el pensamiento cristiano y la cultura occidental.
Este texto, ubicado en el libro XI, capítulo 27 (también al comienzo de la segunda parte), explora el amor al conocimiento, exclusivo del ser humano, que le permite alcanzar una unión espiritual y amorosa con Dios.