Portada » Lenguas extranjeras » Exploración del Inconsciente: Técnicas, Manifestaciones y Etapas del Desarrollo Psicosexual
Esta técnica descubre el inconsciente mientras la conciencia sigue actuando. Con este mecanismo el yo sigue existiendo, no se anula, como en la hipnosis, permitiendo el estudio de los mecanismos defensivos del mismo, así como también la transferencia.
La asociación libre se desarrolla sobre la base de la hipnosis y del método catártico, pero se diferencia de ellos porque pretende prescindir completamente de la sugestión. De esta manera se convierte en el medio de investigación del inconsciente para la cura terapéutica.
Es un método constitutivo de la técnica psicoanalítica, según la cual el paciente debe expresar durante la sesión todo lo que se le ocurre sin ninguna discriminación. De igual manera, este debe expresar todos sus pensamientos, ideas, imágenes, emociones, tal como se le presentan, sin selección, sin restricción, aunque el material le parezca incoherente, impúdico, impertinente o desprovisto de interés. Estas asociaciones pueden ser inducidas por una palabra, un elemento de un sueño o cualquier otro objeto de pensamiento espontáneo.
La **atención flotante** es una expresión creada por Sigmund Freud en 1912 para designar la regla técnica según la cual el analista debe escuchar al paciente sin privilegiar ningún elemento del discurso de éste y dejar obrar su propia actividad inconsciente.
La atención flotante se caracteriza porque el analista debe descentrar, abrir fronteras e intentar integrar todo por igual. Consiste en salir del estado de concentración y de ver alguna cosa más allá de lo que puramente dice el paciente, para evitar caer en el juicio de valores personal.
Para Sigmund Freud, el **inconsciente** ya no es una «supraconciencia» o un «subconsciente», situado sobre o más allá de la conciencia; se convierte realmente en una instancia a la cual la conciencia no tiene acceso, pero que se le revela en el sueño, los lapsus, los chistes, los juegos de palabras, los actos fallidos, etcétera. El inconsciente según Freud tiene la particularidad de ser a la vez interno al sujeto (y a su conciencia) y exterior a toda forma de dominio por el pensamiento consciente.
Los contenidos del inconsciente tratan de acceder a la conciencia, pero lo hacen a través de las llamadas «transformaciones de compromiso», es decir que aparecen de forma disfrazadas a través de los sueños, lapsus, actos fallidos, etc.
Los contenidos del inconsciente son deseos, fantasías sexuales y/o agresivas.
El lenguaje del inconsciente es fundamentalmente diferente al lenguaje de los procesos conscientes. Los procesos del inconsciente son ilógicos e irracionales. Los conscientes siguen las leyes de la lógica y la racionalidad.
Los contenidos del inconsciente acceden a lo consciente por medio de transacciones: los síntomas, sueños, actos fallidos, etc. Entender la relación significante-significado es el desafío para descifrar el mensaje.
El primer paso del proceso de identificación lo constituye la incorporación, la forma más primitiva de identificarse. Cuando el niño lacta, está comenzando a meter dentro de sí modelos de relación interpersonal, de formas de actuar y de patrones adaptativos que, inicialmente son introyectados (sinónimo de incorporación) masivamente y de manera borrosa.
a-Ausencia de Cronología: coexisten (se mezclan los tiempos) los deseos infantiles con los adultos. Ejemplo: sueño que estoy en clase de psicología pero tengo la túnica de la escuela.
b-Ausencia de Concepto de Contradicción: los deseos o sentimientos contradictorios pueden coexistir sin que resulte conflicto. Algo nos gusta y nos disgusta al mismo tiempo. Ejemplo: sueño que entro a un lugar donde todo es muy bello, armónico y luminoso, pero me quiero ir rápido porque no me gusta
c-Lenguaje Simbólico: cuando el inconsciente tiene que decir, lo expresa de forma arcaica, utilizando símbolos. El significado del sueño es evidente, pero la traducción se ha hecho empleando símbolos.
d-Igualdad de Valores Para la Realidad Interna y la Externa o Supremacía de la Primera: la realidad interna en los psicóticos y neuróticos tiene tanto o más valor que la externa. Vive la realidad interna más valedera que la externa. Ej. El psicótico que se cree millonario, está convencido, y los regala a un amigo que se compró todos los ríos y los campos del país. Esto es algo tan serio y real para el psicótico, cuya acción psíquica está condicionada por el proceso primario, como lo serían para un hombre normal.
e-Predominio del Principio del Placer: es la búsqueda del placer sin ningún tipo de censura. El hombre normal aprende a esperar y a acomodarse para conseguir la satisfacción instintiva, en cambio el neurótico y psicótico, no pueden soportar el displacer, pues las tendencias del inconsciente buscan la satisfacción, sin preocuparse por las consecuencias. Ej. Me olvide de poner el despertador para ir a rendir, y falté.
El inconsciente puede llegar a conocerse a través de algunas de sus manifestaciones que son:
Para Freud los sueños fueron el elemento más apropiado para llegar al conocimiento del inconsciente, les llamó la *Vía Regia* del inconsciente.
Los sueños son concebidos como satisfacciones simbólicas de los deseos, que a menudo proporcionan como en las asociaciones libre, claves importantes respecto a los deseos y sentimientos infantiles.
Estos deseos aparecen disfrazados en lo que soñamos, por lo tanto no es fácil conocerlos.
Al interpretar el sueño deben tenerse en cuenta los siguientes elementos:
Para poder pasar a través de la censura y expresarse como contenido manifiesto y sin provocar angustia, el contenido latente debe sufrir una elaboración que se denomina **deformación del sueño** o **deformación de los contenidos latentes**, y que consisten en una serie de **mecanismos**, mediante los cuales, el deseo inconsciente pasa a ser representado de manera sucesiva en diferentes imágenes del sueño, además de poderse condensar juntando o uniendo varias imágenes, siendo de este modo ocultada a la conciencia. Ellos son:
Es otra de las manifestaciones el inconsciente. Se llama **actos fallidos** a aquellos olvidos de nombres o palabra, equivocaciones al leer, escribir o hacer algo, a las situaciones y errores que cometemos en la vida diaria ya que se deben a causas desconocidas, surgen involuntariamente. Muchas veces cometemos actos fallidos en los cuales nos es relativamente fácil reconocer el deseo inconsciente que estamos expresando a través de ellos.
Es un acto fallido, es decir, un acto que expresa algo diferente o contrario a aquello que quería expresar intencionalmente el sujeto. El lapsus, en este sentido, puede ser una manifestación verbal, un gesto o una acción.
Para Sigmund Freud, el lapsus se produce cuando aquello que la persona quiere decir entra en conflicto con un pensamiento o deseo inconsciente de la misma. Pese a que el acto fallido queda expuesto en su propia manifestación, entender el por qué del lapsus puede ser complicado ya que la explicación no suele ser asequible a nivel consciente.
La **pulsión** refiere a las fuerzas que se encuentran en acción en el hombre; la dinámica psíquica se debe al juego pulsional.
Tiene que ver con la necesidad, tiene que ver con el deseo. Estos son los que provocan el estímulo pulsional, o mejor dicho, son el estímulo pulsional.
La pulsión aparece como un concepto fronterizo, un límite entre lo somático y lo psíquico, una medida de la exigencia de trabajo que se impone a lo psíquico como consecuencia de su trabazón con lo corporal y, en el nivel de lo psíquico, es representante psíquico de los estímulos que provienen del interior del cuerpo y acceden a este nivel.
Las fuentes de las pulsiones es lo corporal, procesos somáticos interiores, de órganos o partes del cuerpo, cuyo estímulo es representado en el psiquismo por la `pulsión, y que buscan ser cancelado o satisfechos, demandan satisfacción. La meta o fin de las pulsiones es la satisfacción. La meta es lo que hace la pulsión para lograr la satisfacción, y reconoce formas distintas para lograrla. El objeto de la pulsión es aquello en lo cual, o través de lo cual, la pulsión alcanza su satisfacción. La pulsión no trae su objeto, lo encontrará. En este sentido el objeto es excéntrico y a veces hasta escandaloso.
El fin de las pulsiones sexuales es la obtención del placer.
Al principio lo logran mediante zonas del cuerpo cuya estimulación genera placer; estas son las zonas erógenas.
Para designar a la energía de la pulsión sexual, el psicoanálisis emplea la conceptualización psicoanalítica de “Líbido”, que designa la energía de las pulsiones sexuales a nivel psíquico.
Freud postula la pulsión de muerte, con tendencia a desenergetizar, que interjuega con la de pulsión de vida, es decir entre energía constructiva y desenergía. Tiene que ver con una compulsión a la repetición, que es el carácter más elemental, más originario y más general de las pulsiones.
En el sujeto humano la sexualidad no es solo la genitalidad sino que esta queda incluida dentro de la sexualidad. Sexualidad es el término incluyente y genitalidad el término incluido. La genitalidad apunta a la reproducción; la sexualidad, más amplia, tiende al placer. La genitalidad lleva a cabo la organización y subordinación de tendencias sexuales “parciales” que se encuentran presentes desde el comienzo de la vida.
La sexualidad está presente desde el comienzo de la vida del sujeto humano, apuntalada primero en otras funciones vitales (la alimentación, que le proporciona placer) y luego, si se hará independiente de éstas; es decir que la finalidad de la sexualidad es la obtención del placer. Estas pulsiones sexuales que demandan placer, tienen energía, llamada libido.
La sexualidad no surge en el sujeto humano recién a partir de la pubertad, sino que lo que aparece en la pubertad es una organización de la sexualidad, organización que se lleva a cabo dentro de la genitalidad.
Sigmund Freud introdujo el concepto de **narcisismo** en su ensayo de 1914 *Introducción del narcisismo*.
Se apoya en el mito de Narciso, leyenda que conjuga amor y muerte. Narciso es un personaje mítico que, enamorado de su belleza, no escucha los requerimientos de los otros y encuentra la muerte al intentar capturar su propia imagen, espejada en el agua. Un tipo particular de amor, el amor a sí mismo, conduce al sujeto a su muerte.
Señala Freud que el narcisismo (que para el psicoanálisis designa la orientación de la libido sobre la propia persona) no solo constituye una perversión (el caso de aquellos sujetos que se toman a sí mismos como objeto de su libido, y en función de esto pueden tomar como objetos a otros, vividos como prolongación de ellos), sino que forma parte de la constitución libidinal de todo ser humano, jugando primordial papel en la solución del complejo de Edipo y en la constitución de nuestros valores e ideales.
El narcisismo es el complemento libidinal del egoísmo (interés por uno mismo).
El narcisismo coincide con el despertar de las sexualidades parciales y autoeróticas infantiles, por eso el autoerotismo representa la forma de satisfacción sexual adecuada al período narcisístico del desarrollo libidinoso.
La libido será narcisista si es dirigida sobre el propio sujeto; y objetal si es orientada a objetos externos.
Ya al nacer, los instintos parciales han entrado en actividad, pero sin absoluto dominio por igual. Una determinada región del cuerpo, como es la oral, la anal, la genital o cualquier otra del organismo, emite hacia la psique impulsos que la excitan sexualmente. A estos sectores del organismo, capaces de realizar tal función, se los denomina **zonas erógenas**. Estas aparecen en cierto orden. La actividad sexual que tiene lugar determinada zona erógena, es abandonada para desplazarse a otra región del cuerpo.
Como primera satisfacción de la sexualidad del niño, después del nacimiento, se observa un predominio de la obtención de placer por la zona de la boca.
La satisfacción sexual se realiza en forma simultánea con la actividad autoconservadora, que es la que relaciona al niño con el mundo exterior.
Los órganos utilizados para la expresión y descarga de la sexualidad infantil son los mismos que intervienen en la ingestión de alimentos y la expulsión de excrementos, además de la musculatura que ejecuta las acciones en el mundo exterior, y de los sentidos, especialmente ojos y piel.
El instinto sexual se separa pronto del nutritivo y busca independientemente su satisfacción.
La etapa oral se divide en dos fases:
Una amplia satisfacción oral lleva a un optimismo extraordinariamente seguro, y en cambio, privaciones orales muy intensas producen actitudes pesimistas (depresiones) o sádicas exigencias compensatorias.
Si el individuo queda fijado a la esfera de los deseos orales, mostrará en toda su conducta una gran resistencia a la adquisición y a la ganancia, un intenso deseo de ser mantenido por otros, tal el caso de los vividores o tratantes de blancas. Muchas veces las tendencias sádicas orales tienen un matriz vampirezco o succionador, que se representa en personas que ruegan, solicitan y exigen en demasía y que no se desprenden del objeto, es el caso de los charlatanes, en cuya etapa oral ha sido excesivo el temor a perder el objeto (pecho materno).
El sadismo oral puede presentarse como formas reactivas, en el caso de personas que presentan perturbaciones en el comer.
Se caracteriza por el desplazamiento de la zona erógena que pasa de la boca al ano.
Se extiende más o menos desde los 18 meses hasta los tres años de vida, época en que coincide con el entrenamiento higiénico, lo que hace que el niño centre su atención en la actividad anal; parece sentir un gran placer en el hecho de acumular su material fecal (retener) o expulsarla (dar).
Esta situación lo pone en conflicto con los padres, porque estos empiezan a exigir que se ejecuten estos actos de acuerdo a ciertas normas (horario, lugar, etc.). El niño, por su parte, descubre que puede manejar a sus padres e ir afirmando su independencia, negando su cooperación, no respetando horarios ni lugares y convertirse en rebelde y obstinado. Aprende a decir «no». El siente sus excrementos como algo personal y valioso, puesto que a través del proceso dar-retener (las heces) va afirmando su autonomía e independencia (ya que son algo que sale de él, son producidos por él).
Por otro lado, inicia el proceso de descubrimiento de su cuerpo y como los padres enfatizan la limpieza de la zona anal, la curiosidad del niño se centra allí. Empieza a tocarse, a mirarse y a mirar a los otros, en lo posible. Esto está asociado a los tabúes y las prohibiciones respecto a esa zona del erotismo anal, por lo que a la vez que placentero, se convierte en fuente de conflicto y bastante frustración.
Los rasgos de personalidad que pueden formarse en esta etapa son: la obediencia, obediencia excesiva, desafío, rebeldía, puntualidad, limpieza extrema, perfección y avaricia.
La función que cumple la etapa anal del desarrollo libidinoso, como norma de las actividades sexuales de la etapa genital, hace que una fijación anal pueda perturbar seriamente la función genital de un individuo. Una fijación en esta etapa origina rechazo de la vagina (homosexualidad), motivado por la idea inconsciente de que se trata de una región sucia, una cloaca, de esta manera el hombre considera al acto sexual sucio; y en la mujer muchas frigideces están relacionadas a prohibiciones impuestas durante la etapa anal.
La penúltima de las etapas inmaduras del desarrollo psicosexual va desde los tres a los cinco o seis años de edad y está determinada por el desplazamiento de la zona erógena, del ano a los genitales.
A modo de tránsito entre lo anal y lo fálico el individuo atraviesa una etapa breve, **la Etapa Uretral** en la que le produce placer el paso de la orina por la uretra. Se observa en ella tendencias a jugar con el agua, con fuego y a apagarlo con la orina. Los rasgos característicos a esta etapa son son la ambición, el placer por la velocidad, forma de placer por la penetración.
A los tres años, la exploración del cuerpo es más sistemática y cuidadosa y los intereses del niño se vuelven a los genitales y a los placeres asociados con su manipulación, y exploración de los genitales de otros niños.
Al igual que en las etapas anteriores, en esta se desarrolla un conflicto entre la curiosidad del niño por sus órganos sexuales y la actitud de censura de los padres y de la sociedad respecto a la sexualidad.
Si el franco anhelo de estimulo de los genitales, de curiosidad sexual y de contacto sexual o genital con otros se ve severamente frustrado a causa de sentimientos y temores de los propios padres, el niño vive una situación de profundo conflicto que puede generar una fijación. Por otro lado, una actitud extremadamente complaciente puede crear en el niño una importancia exagerada de la sexualidad genital.
Desde el punto de vista de la descarga libidinosa puede decirse que en el niño existe un orgasmo semejante al del adulto, diferenciándose tan solo porque al faltar la producción de líquido seminal no existe eyaculación. Pero en algunos casos la micción nocturna involuntaria es un equivalente de la polución adulta. En esta etapa, el pene o falo, adquiere para el niño un valor mágico, cuyo simbolismo se encuentra en mitos y leyendas. También en la niña se produce un `proceso similar, pues posee un pequeño órgano_ CLITORIS- con idéntica estructura anatómica que el pene. Esta etapa se denomina **Etapa Fálica**, y la zona dominante es el falo en los varones y el clítoris en las mujeres. En el varón la excitación zona genital se produce por el impulso interno reforzado por el frotamiento del pene y el glande; y en las niñas por el frotamiento manual o por movimientos rítmicos de los músculos, del clítoris y los labios vulvares.
Paralelamente al desarrollo libidinal, marcha el proceso de hallazgo del objeto, cuando la pulsión sexual encuentra el objeto.
El primer objeto de amor, objeto ajeno a si mismo, es para ambos sexos, la figura materna. Más adelante, pero dentro de la primera infancia, se establece la relación conocida como “complejo de Edipo”. La primera elección de objeto es, por lo tanto incestuosa.
Al comienzo el complejo de Edipo no se articula en dos formas simétricas y distintas para el niño y la niña. Ambos dos, antes de la diferenciación y de construir su identidad psicosexual, tienen a la madre como su primer objeto de amor, y para ambos, el padre es, al comienzo un molesto rival.
Es en la etapa fálica cuando surge el complejo de Edipo, que consiste en que el niño desarrolla un afecto sexual hacia su madre y ve a su padre como un rival, produciéndole una serie de sentimientos encontrados y ambivalentes porque, por un lado, el padre es modelo de virilidad y superioridad y, por otro, se convierte en un ser temido y odiado porque lo puede castrar por sus sentimientos hacia su madre («ansiedad de castración»).
Si el desarrollo es normal, el niño abandona estos deseos amorosos y termina asumiendo la función masculina más parecida a su padre. En cambio, si hay demasiada condescendencia o frustración, puede generarse en el niño graves conflictos con consecuencias a largo plazo.
En el caso de la niña, este proceso de «enamoramiento» se da hacia el padre y se denomina «complejo de Electra». Su conflicto con la madre rival por un lado, madre amorosa y modelo de feminidad por otra y sobre todo la responsable de su carencia de pene. Según Freud, este es el punto de origen de los sentimientos de inferioridad de las mujeres respecto de los hombres.
Este periodo de «enamoramiento platónico» simboliza la atracción por el sexo opuesto y por ello se trata de un periodo especialmente delicado y fuertemente influyente en la futura personalidad adulta. Los rasgos formacionales de esta etapa son: auto observación, amor propio, relaciones con los demás, aceptación o rechazo de los roles masculino o femenino, problema de autoridad, homosexualidad latente o patente.
Desde los 5 o 6 a los 11 o 12 años, como consecuencia del complejo de castración, entra el niño en una época de calma sexual, durante la cual el ello se aplaca, el yo se refuerza y el superyó, heredero del complejo de Edipo, actúa con más severidad.
Se produce un período de «latencia» que no representa una etapa psicosexual, sino que de consolidación y afirmación de rasgos y habilidades adquiridos en las etapas anteriores.
El período de latencia termina con el comienzo de la pubertad alrededor de los 11 a 13 años. constituye el último período significativo de desarrollo de la personalidad. Igual que en la etapa fálica son los órganos sexuales las zonas erógenas fundamentales. Pero, en la primera, la sexualidad es primitiva y rudimentaria, centrada sobre todo en el individuo mismo, en tanto que en la etapa genital, la sexualidad alcanza madurez y se hace heterosexual. De hecho, el término «genitalidad» tiene un significado muy particular en Freud. En sentido restringido, comprende la potencialidad sexual y el orgasmo, pero en un sentido más amplio, es la masculinidad y la feminidad plenamente desarrollada, es decir, lo que se designa como madurez personal.
En este período, el adolescente aumenta su vigor y energía sexual y se concentran en miembros del sexo opuesto. Empiezan a «probarse» en su capacidad de amar y trabajar para que esto pueda desarrollarse eficazmente. El individuo debería poseer todos los rasgos de las etapas anteriores, pero en forma moderada
Algunos rasgos propios de esta etapa genital podrían ser: la capacidad de socialización e integración, progresiva satisfacción de sí mismo tendencia a ir resolviendo los conflictos contradictorios de su personalidad, capacidad y confianza en lo que hace.