Portada » Filosofía » Exploración de las Teorías Éticas y los Métodos Filosóficos
Según esta teoría, conocer el bien es hacerlo. Solo actúa inmoralmente el que desconoce en qué consiste el bien. Esta teoría es doblemente cognitivista, ya que no solo afirma que es posible conocer el bien, sino que además defiende que este conocimiento es el único requisito necesario para cumplirlo.
Esta ética considera la felicidad como el fin de la vida humana y el máximo bien al que se puede aspirar. La máxima felicidad del ser humano residirá en lo que es esencial por naturaleza: la vida contemplativa, es decir, el ejercicio teórico de la razón en el conocimiento de la naturaleza y de Dios, y en la conducta moral prudente.
Se considera hedonista toda doctrina que identifica el placer con el bien y que concibe la felicidad en el marco de una vida placentera. Los cirenaicos, escuela iniciada por un discípulo de Sócrates, Aristipo, creían que la finalidad de nuestra vida es el placer, entendido en sentido positivo como goce sensorial, corporal, y no como fruición intelectual ni como mera ausencia de dolor.
Se consideran estoicas todas las doctrinas éticas que defiendan la indiferencia hacia los placeres y dolores externos y la austeridad en los propios deseos. En un sentido estricto, se conoce por estoicismo tanto la corriente filosófica grecorromana, iniciada por Zenón, como la teoría ética mantenida por estos filósofos.
Se califica de iusnaturalista toda teoría ética que defienda la existencia de una ley moral, natural y universal, que determina lo que está bien y lo que está mal. Esta ley natural es objetiva, pues aunque el ser humano puede conocerla e interiorizarla, no es creación suya, sino que la recibe de una instancia externa.
Son formales aquellos sistemas que consideran que la moral no debe ofrecer normas concretas de conducta, sino limitarse a establecer cuál es la forma característica de toda norma moral.
Se entiende por emotivismo cualquier teoría que considere que los juicios morales surgen de emociones. Según esta corriente, la moral no pertenece al ámbito racional, no puede ser objeto de discusión y argumentación, y no existe lo que se ha llamado conocimiento ético.
Teoría ética muy cercana al eudemonismo y al hedonismo. Como estos, defiende que la finalidad humana es la felicidad o placer. Por ello, para los utilitaristas, las acciones y normas deben ser juzgadas de acuerdo con el principio de utilidad o de máxima felicidad.
Heredera y continuadora de la ética kantiana. Al igual que esta, la ética discursiva es formal y procedimental, pues no establece normas concretas de acción, sino el procedimiento para determinar qué normas tienen validez ética.
En este método se parte de la convicción de que contamos con dos fuentes de conocimiento: los sentidos y el entendimiento. A través de ellas accedemos a dos niveles de la realidad: el sensible y el inteligible. El primer nivel de la realidad está constituido por los datos que nos proporcionan los sentidos; según estos datos, la realidad es múltiple y cambiante.
El empirismo separa las dos fuentes de conocimiento que el método empírico-racional considera necesarias: experiencia y razón. La razón es la fuente adecuada para elaborar las ciencias formales, como la lógica y las matemáticas, porque las afirmaciones de estas ciencias son verdaderas de razón, es decir, podemos descubrir su verdad o falsedad analizándolas racionalmente, sin necesidad de recurrir a la experiencia. Por eso, las verdades de razón son analíticas, es decir, no aumentan el conocimiento, sino que lo explican.
De las dos fuentes de conocimiento, el racionalismo afirma la primacía de la razón. Lo primero que tenemos ante nosotros no son las sensaciones que vienen del exterior, sino del entendimiento mismo. Entre nuestras ideas, las más claras, evidentes y ciertas son las que proceden de la razón, mientras que las ideas que proceden de los sentidos son confusas e inciertas.
No trata de indagar cuál es el origen de nuestro saber, como ocurría con el empirismo y el racionalismo clásicos, sino de fundamentarlo, de dar razón de él. Para dar razón de todo el saber racional humano es preciso intentar responder a tres preguntas que expresan los intereses de la razón: ¿Qué puedo yo saber? (posibilidades de conocer), ¿Qué debo yo hacer? (cómo orientar mi acción), ¿Qué me es permitido esperar? (cuál será el futuro de aquellos que obran bien).
Sus defensores consideran que la mayor parte de los problemas filosóficos se plantean porque las expresiones filosóficas son imprecisas y oscuras, y dan lugar a confusiones. En general, los filósofos no pretenden conocer la realidad, ni investigan las capacidades o facultades del conocimiento como el racionalismo, el empirismo y Kant, sino que concentran su interés en el lenguaje.
En principio, consistió en el arte de interpretar y comprender el sentido de los textos, principalmente religiosos y jurídicos, pero también literarios, científicos y filosóficos. Para ello es necesario conocer el contexto en que se escribieron y los problemas a los que trataban de responder. Sin embargo, todas las acciones humanas, todos los acontecimientos históricos, necesitan ser comprendidos e interpretados, porque tienen un sentido.