Portada » Historia » Expansión Imperial y Conflictos Mundiales: Claves de los Siglos XIX y XX
Durante los siglos XIX y XX, los imperios experimentaron una transformación significativa, dejando de centrarse primordialmente en el comercio para ocupar vastos territorios. Hacia 1914, las potencias europeas controlaban aproximadamente el 84,4% del planeta.
En África, el Reino Unido tomó el control de Egipto para asegurar la ruta estratégica del Canal de Suez y aspiró a crear un imperio continuo desde El Cairo hasta El Cabo. Por su parte, Francia expandió su dominio desde Argelia. La Conferencia de Berlín (1884-1885) aceleró el proceso de colonización, resultando en que solo Liberia y Etiopía mantuvieran su independencia.
En Asia, el Reino Unido consolidó su dominio sobre la India (considerada la ‘joya de la Corona’), Birmania y Hong Kong. Francia estableció la Unión Indochina. Japón, emergiendo como potencia imperial, ocupó Corea y Manchuria. El Imperio Ruso avanzó por Siberia hacia el Pacífico. Otras potencias europeas también establecieron colonias y zonas de influencia en la región.
En América, los Estados Unidos se expandieron territorialmente tras la guerra contra México (1846-1848). Después de su victoria sobre España en 1898, obtuvo el control de Cuba (como protectorado), Puerto Rico, Filipinas y Guam. El imperialismo estadounidense se justificó ideológicamente a través de la Doctrina Monroe (‘América para los americanos’), el Destino Manifiesto y el Corolario Roosevelt a la Doctrina Monroe, que afirmaba el derecho de intervención estadounidense en América Latina.
Este proceso imperialista consolidó el dominio político, económico y cultural europeo, estadounidense y japonés sobre una gran parte del mundo.
Alexander Kerenski (1881-1970) fue una figura central en la política rusa durante la Revolución. Lideró el Gobierno Provisional establecido tras la abdicación del zar Nicolás II en febrero de 1917. Kerenski intentó instaurar un régimen democrático parlamentario en Rusia, pero su decisión crucial de mantener al país en la Primera Guerra Mundial generó un profundo descontento popular y militar. Esta impopularidad, sumada a la inestabilidad política y social, facilitó su derrocamiento por los bolcheviques liderados por Lenin durante la Revolución de Octubre de 1917. Tras la toma del poder bolchevique, Kerenski huyó al exilio. Su fracaso en consolidar una alternativa democrática fue un factor clave que permitió el ascenso del comunismo y la posterior creación de la Unión Soviética.
En el contexto del frente occidental de la Primera Guerra Mundial, el Alto Mando de Alemania implementó el Plan Schlieffen. Este plan estratégico, concebido años antes del conflicto, consistía en una ofensiva rápida y masiva contra Francia. La estrategia preveía invadir Francia en aproximadamente seis semanas, atravesando los territorios neutrales de Bélgica y Luxemburgo para sortear las poderosas fortificaciones fronterizas francesas. El objetivo principal era obtener una victoria decisiva en el oeste antes de que Rusia pudiera movilizar completamente sus ejércitos en el este, evitando así una desgastante guerra en dos frentes. Sin embargo, la resistencia belga, la rápida movilización rusa y la contraofensiva francesa (Batalla del Marne) provocaron el fracaso del plan, llevando a un estancamiento del frente y al inicio de la prolongada y brutal guerra de trincheras.
La Segunda Revolución Industrial, desarrollada aproximadamente entre 1870 y 1914, se caracterizó por la adopción de nuevas fuentes de energía y tecnologías que transformaron la producción y la vida cotidiana:
Los territorios coloniales administrados por las potencias imperiales se clasificaban en diferentes tipos según su sistema de gobierno y su relación con la metrópoli:
La Primera Guerra Mundial comenzó oficialmente el 28 de julio de 1914, cuando el Imperio Austrohúngaro declaró la guerra a Serbia. Este acto fue la culminación de una serie de tensiones y rivalidades, siendo el detonante inmediato el asesinato del archiduque Francisco Fernando, heredero al trono austrohúngaro, en Sarajevo un mes antes. La declaración de guerra activó rápidamente el complejo sistema de alianzas preexistente:
Las alianzas principales fueron las Potencias Centrales (Alemania, Austria-Hungría, más tarde se unieron el Imperio Otomano y Bulgaria) y los Aliados o la Entente (Francia, Reino Unido, Rusia, Serbia, Bélgica, más tarde se unieron Italia en 1915, Japón, Estados Unidos en 1917 y otros países).
El conflicto, que se esperaba corto, se transformó rápidamente. Tras una fase inicial de guerra de movimientos en 1914, el frente occidental se estabilizó en una brutal guerra de trincheras. Esta fase se caracterizó por líneas defensivas fortificadas que se extendían desde el Canal de la Mancha hasta la frontera suiza, con batallas de desgaste extremadamente sangrientas como Verdún y el Somme (ambas en 1916), que causaron cientos de miles de bajas con escasos avances territoriales.
El año 1917 fue crucial. Los Estados Unidos entraron en la guerra del lado de los Aliados. Factores clave para esta decisión fueron la guerra submarina sin restricciones de Alemania (que incluyó el hundimiento del transatlántico Lusitania en 1915, aunque la entrada fue posterior) y la revelación del Telegrama Zimmermann, en el que Alemania proponía una alianza a México contra EE.UU. Por otro lado, en Rusia, las revoluciones de febrero y octubre de 1917 llevaron al poder a los bolcheviques, quienes firmaron el Tratado de Brest-Litovsk con las Potencias Centrales en marzo de 1918, retirando a Rusia de la guerra.
A pesar de la retirada rusa, la entrada de EE.UU. y el agotamiento económico y militar de las Potencias Centrales inclinaron la balanza. En 1918, las ofensivas alemanas en el frente occidental fracasaron, mientras los Aliados contraatacaban con éxito (Ofensiva de los Cien Días). Las potencias centrales fueron derrotadas en otros frentes, como el balcánico y el italiano. En Alemania, las derrotas militares, el bloqueo naval aliado y las revueltas internas (motines en la marina, levantamientos obreros) llevaron al colapso. El Kaiser Guillermo II abdicó el 9 de noviembre, se proclamó la República de Weimar, y el nuevo gobierno solicitó el armisticio, que se firmó el 11 de noviembre de 1918, poniendo fin a las hostilidades.
Tras el armisticio, se convocó la Conferencia de Paz de París (1919-1920) para establecer los términos de la paz y reorganizar el mapa de Europa y las relaciones internacionales. Las decisiones más importantes fueron tomadas por el llamado Consejo de los Cuatro, formado por los líderes de las principales potencias vencedoras: Woodrow Wilson (EE. UU.), David Lloyd George (Reino Unido), Georges Clemenceau (Francia) y Vittorio Orlando (Italia).
Los vencedores impusieron sus condiciones a través de una serie de tratados, y los países vencidos no participaron en las negociaciones, limitándose a ratificar los acuerdos. Los tratados más importantes fueron:
Estos tratados, junto con las consecuencias del Tratado de Brest-Litovsk (aunque anulado por Versalles, sus efectos territoriales en el este fueron en parte confirmados), llevaron al desmembramiento de los grandes imperios multinacionales: el austrohúngaro, el ruso, el otomano y el alemán (que perdió sus colonias y territorios en Europa). Sobre sus ruinas, y basándose en el principio de las nacionalidades, se crearon o refundaron nuevos Estados-nación, como Finlandia, Estonia, Letonia, Lituania, Polonia, Checoslovaquia, Yugoslavia y Hungría (separada de Austria).
En enero de 1918, antes del fin de la guerra, el presidente de los Estados Unidos, Woodrow Wilson, presentó ante el Congreso su programa de paz conocido como los Catorce Puntos. Su objetivo era sentar las bases para una paz justa y duradera y prevenir futuros conflictos a gran escala. Aunque no todos los puntos fueron aplicados en los tratados de paz (especialmente por las reticencias de Francia y Reino Unido), tuvieron una gran influencia. Los principios clave incluían:
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