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Los girasoles ciegos es una novela escrita por Alberto Méndez en el año 2004. Ambientada en la inmediata posguerra española obtuvo el premio de la crítica de narrativa castellana y el premio Nacional de Narrativa en el 2005, premios póstumos, pues el autor murió solo once meses después de su publicación. Méndez escribíó esta primera y única novela a los 63 años, aunque su vida siempre estuvo vinculada a la literatura como traductor de autores como Stevenson o Shakespeare. También fue guionista. Esta obra se encuadra, – junto con otras como Soldados de Salamina ( Javier Cercas) o El corazón helado ( Almudena Grandes) -, dentro de la temática de la historia reciente de España, en concreto de la Guerra Civil y de la posguerra.
La novela se compone de cuatro historias independientes pero relacionadas entre sí por algunos personajes en común. El libro toma el nombre del último relato: “Los girasoles ciegos” supone una figura antitética que aparece en la Biblia y que hace referencia a la desorientación de la humanidad, de modo que todos los personajes pueden considerarse seres condenados a vivir en la oscuridad; un capitán del ejército de Franco que, el mismo día de la victoria renuncia a ganar la guerra; un niño poeta que huye asustado con su novia embarazada y vive en unos pocos meses una historia vertiginosa de madurez y muerte; un preso que miente para no ser fusilado y un diácono rijoso que sucumbe a su deseo por una “viuda” cuyo marido se esconde en un armario para intentar salvarse de lo inevitable. Cada historia nos coloca, pues, en un escenario distinto, pero todas ellas muestran el sufrimiento de una guerra y las consecuencias que deja la violencia en un país dividido; la Guerra Civil enfrentó a los españoles en una lucha cruel y estéril. Estas historias son claros ejemplos de ese episodio de nuestra historia.
Varios temas se repiten: en primer lugar la derrota, más concretamente la dignidad de los derrotados o lo que para algunos críticos supone la victoria moral de los vencidos. Esta derrota conlleva otras variantes como el encierro, el miedo y la soledad. El encierro:
en dos historias los protagonistas están en la cárcel, esperando condena, en la segunda el protagonista está aislado en medio de las montañas de Asturias y en la última se nos muestra un personaje encerrado en un armario. El encierro es crucial porque también representa una metáfora de la realidad pues el país queda dividido, la libertad no existe. Se persigue a los que piensan distinto, se humilla y se castiga. Se trasluce que la tan ansiada paz en realidad no es liberadora, sino que está llena de odio y de muertos. Todo este encierro crea un gran clima de claustrofobia y sensación de ahogo en el lector. El miedo es otra constante en la novela, ni siquiera los que vencen dejan de sentirlo. Hay, a su vez, dos elementos que siempre acompañan a este miedo crónico: el silencio y la soledad: la de los soldados vencidos, la del niño que no puede compartir sus secretos con nadie, la de la mujer que vive como una viuda sin serlo y también la de los carceleros e interrogadores, hasta la del coronel Eymar y su mujer ante la pérdida de su hijo.
En lo que se refiere a los personajes, estos son siempre honestos y orgullosos. Poco importa la identidad de cada uno pues representan a la colectividad de los vencidos, simbolizan la dignidad en la derrota. Carlos Alegría se entrega el mismo día de la victoria de los suyos porque está arrepentido de todos los horrores que ha visto y consentido y piensa que lo único que podrá redimirlo es su propia muerte. El joven poeta, Eulali Ceballos, representa a todos esos miles de exiliados que tuvieron que huir aterrorizados y lo que encontraron en su camino de destierro. Juan Semra, republicano, profesor de Chelo y cultismo, que intenta, como en los cuentos de Las mil y una noches, salvar su vida con historias inventadas sobre el hijo del coronel que tiene que decidir su muerte. Su decisión final de decir la verdad simboliza la victoria moral de todos aquellos que fueron llevados a la tapia del cementerio de la La Almudena.. Ricardo Mozo, como él, muchos republicanos tuvieron que vivir ocultos para no ser condenados. En él podemos ver la frustración de un hombre derrotado que acaba por quitarse la vida. Y Elena, una de tantas mujeres que tuvieron que sacar adelante a una familia ellas solas, en una situación de continua angustia, miedo y miseria.
En cuanto al estilo, la obra posee una extraordinaria riqueza expresiva, con un lenguaje supeditado a las necesidades de cada situación y personaje. Contrasta el punto de vista objetivista del narrador del segundo cuento con el diario del joven poeta, abrumado por los sentimientos y con párrafos en ocasiones farragosos por la situación que vive el personaje. Cabe destacar el uso de distintas voces narrativas para poner de manifiesto distintos puntos de vista de un mismo acontecimiento. La utilización del “manuscrito encontrado”, la aparición de cartas y documentos oficiales asépticos hacen que el texto adquiera una verosimilitud angustiosa y, en ocasiones desesperante.
En definitiva, Los girasoles ciegos es una obra sobre la memoria de los que, según el propio Méndez, no tuvieron posibilidad de contar su historia. En ella leemos la derrota de un país entero donde no hubo vencedores, solo vencidos. Todo aquí parece ponerse al servicio de un solo fin: mostrar la crueldad, el sufrimiento y el absurdo de la guerra y sus aterradoras consecuencias.