Portada » Lengua y literatura » Evolución poética de Juan Ramón Jiménez: etapas y obras clave
Juan Ramón Jiménez (Moguer, 1881-Puerto Rico, 1958) es el exponente poético más representativo de la Generación del 14. Premio Nobel de Literatura, su quehacer poético está presidido por la búsqueda de la belleza, del conocimiento y de la eternidad. La obra de Juan Ramón sigue una trayectoria articulada en tres grandes etapas: la modernista, la de la desnudez poética y la metafísica, que él denominó, respectivamente, sensitiva, intelectual y suficiente o verdadera.
Abarca hasta 1915. Sus comienzos poéticos están influidos por las tendencias de la literatura de fin de siglo: Decadentismo, Simbolismo y Modernismo, representado en la figura de Rubén Darío.
Sus primeros libros, Ninfeas y Almas de violeta, muestran un tono decadente y neorromántico. Rimas, además de la huella de Bécquer presente ya en el título, deja traslucir la influencia de los simbolistas franceses. Arias tristes y Jardines lejanos sitúan la poesía del autor en la órbita del Modernismo intimista y simbolista: sentimientos de soledad y melancolía, como la muerte y el paso del tiempo, paisajes otoñales, crepúsculos, importancia de lo musical, adjetivación matizada, abundancia de sinestesias, etc.
Durante su estancia en Moguer compone numerosos libros:
Y la obra en prosa de mayor trascendencia del periodo, Platero y yo. En muchas de estas obras se acentúa la ornamentación modernista: adjetivación sensorial a través del color, búsqueda de efectos sensoriales, abundancia de imágenes, dominio del verso alejandrino frente a los versos breves de su poesía anterior. Sin embargo, otros elementos anuncian una poesía más personal: búsqueda de lo cotidiano y de la vida sencilla, presencia del medio rural, deseo de identificación con la Naturaleza, ansia de belleza, delicada ironía, emparentado con un Modernismo intimista.
La superación del Modernismo se confirma en los poemarios Melancolía y Laberinto. Ambos muestran el camino metafísico que continuará en su poesía. Estío es un claro ejemplo del cambio: estamos ahora ante una poesía a la vez conceptual y formalmente sencilla (predominio de versos octosílabos), rasgos básicos de la segunda etapa del poeta.
Se inicia con un libro capital en la lírica contemporánea: Diario de un poeta recién casado, escrito en 1916 con motivo de su viaje a Nueva York para contraer matrimonio con Zenobia Camprubí y publicado en 1917. El Diario rompe con el Modernismo finisecular y abre la poesía a las innovaciones vanguardistas:
La distinción entre prosa y verso es representativa de las dos caras del viaje: la real (desplazamiento geográfico) y la interior (evolución de la conciencia). En general, los versos del Diario reflejan la evolución interior del poeta, y la prosa tiene un carácter más descriptivo, con referencias objetivas al itinerario.
Pero además de las muchas novedades formales, el Diario supone una nueva concepción poética en sentido más profundo. La paulatina desaparición de la anécdota conduce a una poesía esencial, poesía pura o desnuda, que busca la expresión de lo inefable casi a la manera de los místicos. Entre las vetas poéticas que explotarán los autores del 27 destacan: la concepción panteísta de la naturaleza (en el Diario representado por el mar), la presencia de lo cotidiano, del irracionalismo y la alienación del individuo en la ciudad moderna que desarrollará Federico García Lorca en Poeta en Nueva York.
Los libros siguientes, Eternidades, Piedra y cielo y Belleza, prosiguen el proceso de intelectualización y abstracción. Los poemas suelen ser ahora más densos y breves. A la búsqueda de plasmar la realidad desnuda de las cosas por medio de una expresión exacta, la poesía está cada vez más depurada, y su comprensión para el lector se hace más difícil. En la línea del aristocratismo novecentista, el poeta se dirige a «la inmensa minoría».
La estación total recoge los poemas escritos por Juan Ramón entre 1923 y 1936. Lo metafísico de estos textos es progresivamente mayor. El título de esta obra ya alude a la nueva obsesión del poeta: su sed de eternidad, su anhelo de posesión de la belleza y la verdad. Comienza la elaboración de una teoría que haga comprensible y aceptable el paso de la vida a la muerte. La muerte es la salida de la historia y la que hace posible la entrada en la eternidad.
Comprende toda su producción de los años de exilio. En realidad, La estación total podría considerarse dentro de esta etapa por su contenido y por la fecha de publicación como libro. De hecho, el resto de las obras de este periodo no hacen más que prolongar y acentuar el carácter metafísico de la obra.
En el otro costado, publicado parcialmente en vida del autor, se centra en el dolor de la soledad y la certeza de fusión con la totalidad se transforma en duda.
En Espacio, poema en prosa dividido en tres fragmentos, recrea líricamente los conceptos esenciales del último Juan Ramón: la unidad de todo lo existente, la visión panteísta de la realidad y la conciencia del poeta como Dios que da sentido al mundo.
Dios deseado y deseante abandona todo elemento de regularidad métrica y culmina su misticismo poético al producirse el encuentro con su dios, creado por el poeta y fruto de su esfuerzo de perfección que se identifica con la Naturaleza y con la Belleza.