Portada » Español » Evolución Histórica del Castellano: Desde el Latín a la Edad Media
Antes de la llegada de los Romanos (218 a. C.), en la Península Ibérica se hablaban diferentes lenguas: las célticas, iberas y el vasco, sobre las que se impuso el latín. En el año 218 a. C., los romanos desembarcan en Ampurias, comenzando el proceso histórico de romanización. Los territorios conquistados se integran en la estructura política y administrativa de Roma. La romanización también afecta a la situación lingüística.
Las lenguas prerromanas convivieron con el latín durante algún tiempo, hasta que todas ellas, excepto el vasco, fueron sustituidas definitivamente por la lengua de los romanos. Algunas palabras castellanas (páramo, legaña, vega, conejo, barranco, etc.), así como numerosos topónimos (entre ellos la propia palabra “Hispania”), y unos pocos sufijos (-asco, -urro, -orro…) proceden de estas lenguas prerromanas.
El proceso de implantación de la lengua y la civilización de Roma en nuestros territorios fue lento y desigual. Se produjo de forma temprana en el sur, mientras que en el centro y en la cornisa cantábrica encontró mayor resistencia. Estas diferencias en la romanización constituyen el primer factor que determina la posterior fragmentación lingüística de Hispania.
Por otro lado, el latín vulgar, usado por las gentes del pueblo en sus conversaciones cotidianas y por los soldados, irá adoptando, al pasar los años, formas que lo diferencian cada vez más del latín literario. Aunque el latín vulgar mantuvo su unidad durante todo el Imperio, esta no impidió la existencia de diferencias regionales que, al caer el imperio, serán el germen de las distintas lenguas romances.
A comienzos del s. V, los pueblos germánicos invaden el Imperio Romano; éste desaparece como unidad política y administrativa, y las antiguas provincias quedan aisladas. Las variaciones lingüísticas regionales, favorecidas por la acción de diversos sustratos, hacen que el latín vulgar hablado en cada zona evolucione de forma diferente. Con el paso de los siglos, esta evolución dará lugar a las distintas lenguas románicas.
La Península Ibérica recibe en el año 409 una primera oleada de pueblos germánicos. A comienzos del s. VI llegan los visigodos, que se establecen en la meseta castellana. Los visigodos, al principio, mantienen su lengua y su religión, pero después se convierten al cristianismo y adoptan el latín como lengua oficial. Nos quedan, no obstante, algunas palabras de origen germánico: palabras relacionadas con la vida guerrera (guardia, espía, arcabuz…), con la indumentaria (ropa, hato…) y con la onomástica (Álvaro, Fernando, Rodrigo, Gonzalo…).
En el año 711, los árabes cruzan el estrecho de Gibraltar y en siete años conquistan Hispania y la integran en la estructura política y administrativa del califato Omeya de Bagdad. Algunos hispanos se repliegan en el norte, donde pronto comenzarán a gestarse los reinos cristianos. La mayoría de los hispanos del centro y del sur permanecen en sus tierras, unos como cristianos (los mozárabes) y otros convertidos al Islam.
Comienza así una larga y compleja etapa histórica, en la que se crea una situación que favorece el intercambio lingüístico entre cristianos, mozárabes y árabes, especialmente en el campo léxico. A lo largo de los siglos serán muchas las palabras de origen árabe que pasen a integrarse en el vocabulario de las distintas variedades romances peninsulares. La mayoría de estos vocablos pertenecen a campos léxicos muy específicos:
Entre los siglos IX y XI, la situación lingüística de la Península es compleja:
Conocemos los primitivos romances de los reinos cristianos gracias a algunas frases o palabras contenidas en textos escritos en latín. Son los textos que conocemos como glosas. Se tratan de notas explicativas y comentarios manuscritos que aparecen en los márgenes de las páginas de los códices escritos en latín. Reciben el nombre de Glosas silenses (halladas en el monasterio de Silos, Burgos) y Glosas emilianenses (halladas en el monasterio de San Millán de la Cogolla, La Rioja). Ambas glosas datan de finales del s. X o principios del XI.
Los primeros testimonios literarios en lengua romance proceden de Al – Andaluz: las jarchas, versos en romance que aparecen al final de poemas escritos en árabe o hebreo llamados moaxajas. Las jarchas eran poemillas amorosos de carácter femenino.
En el s. XI, todos los romances hablados en la Península –mozárabe, gallego, astur-leonés, castellano, navarro-aragonés, catalán- comparten algunos rasgos:
Entre los siglos XII y XV, los reinos cristianos aprovechan la debilidad política y militar de Al Andaluz, dividida en los llamados reinos de Taifas, para consolidar su avance hacia el sur. Este periodo, conocido como Reconquista, culmina con la unificación política de la Península: se unen Castilla y Aragón, y en 1492 desaparecen los últimos restos de Al Ándalus con la conquista del reino de Granada.
El proceso de expansión territorial repercute en la situación lingüística. El mozárabe, muy arcaizante, desaparece poco a poco, desplazado por los romances de los reinos cristianos. Gallego y catalán consolidan su extensión en vertical hacia el sur. Por su parte, el castellano, que ocupaba en su origen una parte de Cantabria, del norte de Burgos y de La Rioja, fue extendiéndose no sólo hacia el sur en las zonas reconquistadas, sino también por territorios vecinos de los reinos de León y Aragón, a costa del leonés y el aragonés, que se irán abandonando progresivamente. El castellano era el más innovador de los romances peninsulares, en parte porque, dado su origen geográfico, en su conformación tuvo una especial influencia del vasco.
Aunque es posible que con anterioridad existieran ya manifestaciones literarias en castellano, las primeras que se conservan escritas son del s. XII: el Cantar de mío Cid (1150) y el Auto de los Reyes Magos (también de mediados del s. XII), ambos escritos en verso. Los primeros textos en prosa conservados son del s. XIII: se trata de documentos notariales y jurídicos, a los que pronto se sumarían obras de carácter histórico y colecciones de cuentos.
El castellano medieval debía de presentar grandes vacilaciones y también usos dialectales muy diversos. A la fijación del idioma contribuyeron en el s. XIII la escuela de traductores de Toledo y Alfonso X el Sabio, que proporcionaron una norma de escritura. Veamos las principales características lingüísticas de este castellano medieval:
a) Nivel fonológico. Existen fonemas desconocidos en latín, algunos de los cuales han desaparecido en nuestros días. Son:
b) Nivel morfosintáctico. Las principales características son: