Portada » Historia » Evolución Histórica de la Repoblación y la Política en la Península Ibérica (Siglos VIII-XV)
Siglos VIII-X: Predomina el sistema de presura en el norte del Duero y los Pirineos, donde campesinos, nobles y monasterios ocupan tierras despobladas y las convierten en propiedades privadas. Surgen muchas propiedades pequeñas y medianas.
Siglos XI-XIII: Castilla, León y la Corona de Aragón amplían su territorio. Las nuevas tierras, con población musulmana y judía, son repobladas de diversas formas:
Consecuencias de estas repoblaciones son que en el norte del Tajo predominan las propiedades pequeñas y medianas, mientras que al sur predominan los latifundios.
Estructura estamental de la época estuvo influenciada por la feudalización, que comenzó en los siglos IX-X y se consolidó en el XI. El rey o un noble otorgaba tierras a otros nobles a cambio de servicios. Esto creó una sociedad jerárquica donde los privilegiados eran la nobleza y el clero, quienes no pagaban impuestos y gozaban de privilegios, mientras que el pueblo, compuesto por campesinos, artesanos y burgueses, carecía de derechos y debía trabajar para sustentar a los demás. No había movilidad social, excepto en el caso del clero bajo, que provenía del pueblo.
La Baja Edad Media estuvo marcada por la inestabilidad debido a la Peste Negra (1348), malas cosechas y conflictos políticos. En Castilla, la guerra civil (1366-69) entre Pedro I y su hermanastro Enrique de Trastámara fue la etapa más violenta. Tras ganar la batalla de Montiel, Enrique II recompensó a la nobleza con las «mercedes enriqueñas». Los reyes posteriores intentaron restaurar el poder monárquico, pero fue bajo Isabel I cuando el autoritarismo monárquico se consolidó.
En la Corona de Aragón, tras la Reconquista, se enfocaron en la expansión mediterránea, lo que generó conflictos con Francia y Castilla. La crisis del siglo XIV y la necesidad de pedir créditos a las Cortes debilitó a los monarcas aragoneses. En el siglo XV, tras la muerte de Martín I, el «Compromiso de Caspe» (1412) llevó a los Trastámara al trono, quienes intentaron imponer el autoritarismo monárquico. Esto provocó una guerra civil (1462-1472) entre el monarca y la nobleza catalana, mezclada con luchas campesinas y urbanas. Finalmente, Fernando el Católico estableció un pacto moderado en 1480.
En Navarra, un acercamiento a Francia en el siglo XIV resultó en la entrada de dinastías francesas. En 1425, Juan II de Aragón se proclamó rey de Navarra tras casarse con la reina Blanca. Los problemas con su hijo, Carlos de Viana, llevaron a una guerra civil (1451), debilitando el reino, que fue conquistado por Fernando el Católico en 1512.
La conquista musulmana de la Península Ibérica comenzó en 711 debido a dos factores: la expansión del islam desde el siglo VII, que incorporó territorios en el norte de África, y las luchas internas del reino visigodo. Tras la muerte del rey Witiza, los visigodos solicitaron ayuda a Musa y su oficial bereber Tariq, derrotando al rey don Rodrigo en la batalla del Guadalete (711). Para 720, los musulmanes dominaban la mayor parte de la península, excepto las zonas del norte y oeste.
Al-Ándalus se convirtió en un Emirato dependiente de Damasco (711-756), gobernado por la familia Omeya con capital en Córdoba. Durante este período, hubo enfrentamientos internos y la resistencia de los reinos cristianos, como en Covadonga (722) y Poitiers (732). En 750, la dinastía Abbasí acabó con los Omeyas, pero Abderramán I escapó y fundó un Emirato independiente en Al-Ándalus (756-929), consolidando la administración.
Abderramán III se autoproclamó Califa en 929, estableciendo el Califato de Córdoba (929-1031), independiente tanto política como religiosamente. Su dominio abarcó los reinos cristianos del norte, que se convirtieron en tributarios. En 972, el poder pasó a Almanzor, quien dirigió numerosas campañas contra los cristianos. Tras su muerte en 1002, el Califato de Córdoba se fragmentó en reinos taifas (1031).
Los almorávides, musulmanes ultraortodoxos, invadieron Al-Ándalus (1090-1145) y detuvieron el avance cristiano, pero su fanatismo religioso y el descontento popular llevaron a su caída. En 1146, los almohades invadieron la península, estableciendo su capital en Sevilla, pero fueron derrotados en la Batalla de las Navas de Tolosa (1212), lo que marcó el fin de su dominio. Luego, solo el Reino de Granada sobrevivió hasta ser conquistado en 1492 por los Reyes Católicos, poniendo fin a la presencia musulmana en la península.
La economía se basaba en la agricultura, con cultivos de cereales, olivo, vid y nuevos productos como arroz, naranjos y caña de azúcar. La ganadería destacaba en ovino y caballos. La producción artesanal, centrada en textiles, cuero, cerámica y vidrio, se desarrollaba en las ciudades. El comercio impulsó rutas hacia India, África y Europa, con productos como oro, esclavos y especias. La economía también se sustentaba en la circulación monetaria.
La estructura social de Al-Ándalus se organizaba por religión, con árabes dominando las tierras fértiles y beréberes las más pobres. Los muladíes eran hispanos convertidos al islam, y los judíos y mozárabes eran tolerados a cambio de impuestos. Tras la caída de Granada, los musulmanes restantes fueron mudéjares y los conversos moriscos. Ciudades como Córdoba y Almería fueron centros de producción, y la cultura andalusí destacó en ciencias, arte y arquitectura, con figuras como Averroes y Maimónides.
Los judíos en la Península Ibérica, originarios de la Diáspora, prosperaron en ciudades como Córdoba y Toledo bajo la protección musulmana, aunque eran considerados de segunda clase. La convivencia religiosa fue tensa, con períodos de tolerancia, hasta la llegada de las dinastías almorávides y almohades. En el reino nazarí de Granada, debían llevar un distintivo amarillo. Tras la expulsión en 1391, muchos se trasladaron a Granada, y con la caída de Al-Ándalus en 1492, se establecieron en los reinos cristianos, donde se dedicaron al comercio, la artesanía y el préstamo de dinero, viviendo en barrios segregados. Su historia estuvo marcada por momentos de tolerancia y persecución.