Portada » Historia » Evolución Histórica de la Península Ibérica: Desde los Pueblos Prerromanos hasta la Baja Edad Media
Durante la Edad del Cobre surgió en la Península Ibérica la cultura megalítica, destacando Los Millares en Almería. En la Edad del Bronce sobresalió la cultura de El Argar (sureste), conocida por su uso del bronce, y en la del Hierro la Talayótica en Baleares. Desde el 1000 a.C., llegaron a la Península pueblos indoeuropeos al norte, originando la cultura de los castros en Galicia y Asturias, y fenicios, griegos y cartagineses al sur y este. Los fenicios fundaron Gadir para comerciar, mientras los griegos establecieron Ampurias y Rhodes. Los cartagineses se asentaron en Ebusus y Cartagena tras la caída de Tartessos, una rica civilización del sudoeste peninsular.
En el siglo V a.C., celtas (en el norte y Meseta) e íberos (en el sur y este) se convirtieron en los principales pueblos. Los íberos tenían sociedades jerarquizadas, manufacturas avanzadas y arte notable como la Dama de Elche. Los celtas, con economía ganadera y metalurgia del hierro, habitaban castros con sociedades tribales. En la frontera entre ambos surgieron los celtíberos.
La conquista romana de la Península Ibérica (III a.C.-I a.C.) tuvo como causas la rivalidad con los cartagineses y la explotación de sus recursos. Se dividió en tres etapas:
La romanización integró a la población en el Imperio adoptando el latín, el derecho romano y costumbres romanas. El latín originó las lenguas romances; el derecho romano sirvió de base jurídica; y el cristianismo, oficial desde el siglo IV, marcó la religión. Construyeron calzadas (Vía Augusta, Vía de la Plata), templos, acueductos, teatros y puentes, dejando un legado decisivo para España y Europa.
El reino visigodo en Hispania surge tras la entrada de los visigodos, un pueblo bárbaro romanizado, después de la caída del Imperio romano en el siglo V. Inicialmente establecidos en la Galia (reino de Tolosa), se trasladaron masivamente a Hispania tras su derrota frente a los francos en 507. Bajo Leovigildo (siglo VI), unificaron el territorio sometiendo a suevos y vascones, y expulsando a los bizantinos. Recaredo adoptó el catolicismo en el III Concilio de Toledo (589), mientras Recesvinto unificó la legislación con el Fuero Juzgo. La monarquía electiva causó inestabilidad, agravada por las luchas entre nobles. El rey se apoyaba en el Oficio Palatino (Aula Regia) y los Concilios de Toledo, que evolucionaron de religiosos a políticos. La debilidad interna facilitó la conquista musulmana en 711.
La sociedad de Al-Ándalus era muy diversa y marcada por divisiones religiosas (musulmanes, dimníes y muladíes), étnicas (árabes, bereberes, hispanovisigodos) y sociales (amma y jassa), lo que generaba inestabilidad. La economía destacaba por la agricultura de regadío, técnicas y cultivos orientales, comercio mediterráneo y manufacturas en ciudades como Córdoba o Sevilla. Culturalmente, Al-Ándalus vivió períodos de esplendor, como el califato y las taifas, con desarrollo científico, poético y contactos con el mundo cristiano, alternados con etapas de mayor rigorismo bajo Almanzor, almorávides y almohades. Los judíos sefardíes tuvieron su Edad de Oro (siglo VIII-XI), destacando como filósofos, médicos, científicos y poetas de gran influencia.
Los núcleos cristianos surgieron en la Cordillera Cantábrica (reino Astur, consolidado tras Covadonga, 722) y los Pirineos (Marca Hispánica, vinculada a los francos). En el siglo X, tras conquistar el valle del Duero, el reino Astur dio lugar a León y Castilla, mientras los condados catalanes, aragoneses y Pamplona surgieron al independizarse de los francos. En el siglo XI, León y Castilla avanzaron hasta el Tajo (Toledo, 1085), frenados por los almorávides, y Pamplona destacó con Sancho III el Fuerte. La derrota almohade en las Navas de Tolosa (1212) permitió la conquista del Guadalquivir por Castilla y León (unidos con Fernando III) y la expansión aragonesa hacia Valencia y Baleares. Políticamente, destacó la concepción patrimonialista del poder y la aparición de instituciones como las Cortes y leyes propias en cada reino.
La repoblación cristiana tras la conquista de territorios musulmanes (siglos VIII-XIII) se llevó a cabo con sistemas adaptados al contexto. En el norte del Duero y sur de los Pirineos (siglos IX-X), se usó la presura, ocupación por campesinos libres, nobleza e Iglesia, creando señoríos. En el sur del Duero y norte del Tajo, se establecieron concejos con fueros para fundar ciudades y garantizar privilegios. Del Tajo al Guadalquivir (siglos XII-XIII), la repoblación se realizó con repartimientos y encomendaciones, otorgando latifundios a nobles y Órdenes Militares. En Aragón, los mudéjares mantuvieron su presencia. La sociedad estamental resultante se dividió en nobleza, clero y pueblo llano, caracterizándose por desigualdad jurídica y escasa movilidad social.