Portada » Historia » Evolución Histórica de la Iglesia y el Monacato: Influencia y Desarrollo
La Iglesia es una institución que ha influido notablemente en la cultura social, política y cultural de Occidente. La Iglesia se adapta a las manifestaciones culturales anteriores, integrándolas a sus creencias.
Inicialmente, el cristianismo era una religión privada. El cristianismo antiguo se divide en dos etapas: una primera fase de difusión por las comunidades judías de Asia Menor y Egipto, donde coexistía con otras doctrinas; y una segunda etapa, tras su asociación con el poder político del Imperio Romano, que lo transformó en un gobierno eclesiástico paralelo al secular. Constantino otorgó un sentido político a su alianza con el cristianismo, convirtiendo a la Iglesia en uno de los pilares del imperio cristiano, que perduraría en Oriente hasta el siglo XV.
La oficialización del cristianismo no debe confundirse con la cristianización del imperio, un proceso gradual. En el siglo IV, la vieja religión aún mantenía sus templos y recibía subsidios estatales. Fue Teodosio I quien impuso el cristianismo por la fuerza, cerrando templos paganos y prohibiendo los sacrificios. A pesar de estas medidas, las prácticas paganas continuaron clandestinamente.
Constantino no eliminó los cultos politeístas, sino que adoptó el culto cristiano para sí, lo que influyó en la religión del pueblo. Esta nueva fe triunfó gracias al apoyo político.
Los primeros siglos del cristianismo se desarrollaron en torno a los templos romanos, dirigidos por obispos. Con su expansión por Occidente, surgió la necesidad de un organismo para propagar la fe: la parroquia. Cada parroquia se dotó de un edificio, la iglesia, y sus propios bienes.
La expansión de la red parroquial fue un gran logro, extendiendo la fe a territorios paganos y poco romanizados. Este proceso duró cerca de 1200 años. En el siglo XIII, aún existían muchos territorios no cristianos. Europa se repobló y romanizó gradualmente, surgiendo nuevos estilos artísticos, redes de escuelas monásticas, y el claustro como modelo de edificio dedicado a la enseñanza y la lectura. La Iglesia adaptó la iconografía, iconología y festividades existentes, como la basílica, adoptando formas arquitectónicas ya establecidas.
El estudio del desarrollo de la Iglesia católica es crucial debido a su dominio en diversos campos, incluyendo la producción artística.
El origen del monacato es posterior al de la Iglesia católica, surgiendo entre los siglos III y IV. Se originó en un contexto de cristianos que no aprobaban el desarrollo de la Iglesia católica y preferían una vida austera, dedicada a la oración y el ayuno. El monacato proviene de la vida solitaria y el esfuerzo por alcanzar la perfección espiritual. El monje es quien renuncia al mundo para dedicarse a la oración y al cumplimiento de los mandamientos evangélicos.
Este grupo se organizó en torno a San Antonio Abad, creador de los monasterios primitivos, llamados monacatos anacoretas, que promovían la vida retirada en el desierto. San Antonio originó la vida anacoreta, que triunfó en lugares como Palestina, Egipto y Siria. Los monjes se establecían en pequeñas edificaciones cerca de ríos, siendo el primer paso hacia los monacatos actuales. San Antonio perfeccionó el monacato de silencio. Los monjes de esta clase se desempeñaban en los cenobios. Varios cenobios unidos bajo el poder de un abad formaban una Laura.
San Pacomio, casi al mismo tiempo y en la misma zona, creó una forma de vida menos austera, proponiendo la creación de un cenobio, un lugar para grupos de personas aisladas. A partir de San Pacomio, se transmitió el modelo cenobita. Los monasterios se regían por normas basadas en la oración, el ayuno, la castidad, la humildad, la negación de lo terrenal y la obediencia. Los monjes rezaban, trabajaban y comían juntos, confesaban sus pecados y estudiaban textos sagrados.
Los monasterios eran células de producción aisladas, que producían y consumían bienes, y demandaban obras de arte. Fueron creadores de civilización al expandirse por Europa, llevando consigo la evangelización. El monacato tuvo gran importancia en la historia eclesiástica, sirviendo al prójimo y siendo centros de piedad, fe, filantropía e instrucción.
El proceso de monacato se extendió lentamente por Europa Occidental, comenzando en el sur del Mediterráneo (Francia, Península Ibérica, Italia) hacia el siglo V, desde Marsella hacia el centro de Europa y finalmente a Irlanda.
San Patricio llegó a las Islas Británicas e Irlanda, territorios poco romanizados. Adaptó la Iglesia a esta cultura, creando un nuevo modelo de monacato: una sociedad de clanes agrupados para vivir la fe al estilo cenobio, gobernados por un abad. Este modelo desarrolló un cristianismo que más tarde evangelizaría Europa tras la desaparición del cristianismo. El latín dominó las manifestaciones literarias irlandesas. Ejemplo de ello es el Monasterio de San Kells.
San Benito de Nursia creó el cenobio de Montecasino y estableció normas para los monjes, dando origen a la Regla Benedictina, que dominó los siglos posteriores. Las órdenes posteriores son transformaciones del modelo de San Benito. Este modelo era adecuado para la sociedad de la época: pequeños enclaves de personas dedicadas al estudio y análisis de las escrituras, junto con personas dedicadas a trabajos manuales. San Benito estableció normas de convivencia, pero no exigió una vida religiosa estricta, sino el cumplimiento de horarios, rezo, trabajo y descanso. Cada monasterio debía ser una célula independiente con un abad al mando, convirtiéndose en un lugar de producción y civilización.