Portada » Español » Evolución del Teatro Español en la Posguerra
En la posguerra, el teatro que predomina es un teatro de evasión. Es un teatro bien construido, dentro de una concepción dramática burguesa. Los tratados no son políticamente comprometidos, ya que la censura no permitía mucho. Joaquín Calvo Sotelo, académico de lengua, es un autor ingenioso y buen conocedor de la técnica teatral. Su extensa obra va desde la comedia y el humor hasta la pieza histórica, el drama de tesis con fondo moral y teatro con pretensiones ideológicas. Sus obras son:
Alejandro Casona (03-65) escribe la mayor parte de su obra en Argentina, donde reside hasta el 62, que volverá a España. A su vuelta, su teatro tiene buena acogida y goza durante un tiempo del favor del público. Sus mejores obras están escritas con lenguaje cuidado y se alejan de la denuncia de la realidad. Entre sus títulos, podemos encontrar:
El estreno de las obras de Antonio Buero introduce un cambio y una renovación profunda en el teatro español. Abre nuevos caminos y ofrece también nuevas posibilidades. Todos los autores muestran su inconformismo en unas piezas llenas de intención que adoptan formas más realistas. Antonio Buero Vallejo es el autor más importante de la segunda mitad del siglo XX. Su producción incluye:
Su teatro presenta un hondo sentido trágico. En algunas obras puede adoptar una denuncia más directa y abierta; en otras recurre a una expresión más simbólica. Vallejo domina la técnica teatral y sabe aprovechar todos los recursos: el lenguaje dramático, la ambientación, los efectos escenográficos, las acotaciones y el desarrollo dramático de la acción.
Lauro Olmo (22-94) sabe captar como pocos lo que sucede a su alrededor. Su teatro está siempre dotado de realismo, verdad, denuncia social y gran fuerza dramática: La pechuga de la sardina, La camisa.
Alfonso Sastre (26) no pudo representar sus obras fácilmente durante la dictadura. Autor inconformista y comprometido, escribe obras de tono existencialista (Escuadra hacia la muerte), teatro realista (La cornada) o tragedias complejas (La taberna fantástica).
A mediados de los 60 aparecen nuevos nombres que intentan superar el realismo social mediante un teatro que busca fórmulas más vanguardistas y experimentales. Luis Riaza (25), autor de carácter simbolista, utiliza un lenguaje dramático rico y original. Muchos de sus estrenos han sido realizados por grupos de teatros independientes:
Francisco Nieva (24) escribió varias obras en los años 50. Es también director y escenógrafo, y miembro de la RAE. Su teatro es de gran calidad, crítico y alejado de los cánones tradicionales. Tres tipos de obras:
Antonio Gala (36), escribe además poesía y ensayos. Utiliza un exquisito lenguaje. En su teatro suele mostrar su preocupación por el hombre: Los verdes campos del Edén, Los buenos días perdidos, Anillos para una drama.
José Sanchis Sinisterra (40), dramaturgo comprometido, dedicado por completo a la escena, es un investigador y un experimentador del hecho y del teatro: Ay Carmela, Ñaque de piojos y actores.
Jerónimo López Mozo (42), autor representado por grupos de teatro independiente, realiza un teatro experimental y renovador, donde destacan los denominados happening: Blanco en quince tiempos, Negro en quince tiempos, Guernica. Estas obras son breves, de acción sencilla.
Fernando Arrabal (32) es uno de los creadores del teatro pánico, alentado por el dramatismo, el surrealismo, el teatro absurdo y la crueldad. Su teatro es vanguardista y transgresor: Cementerio de automóviles, El arquitecto y el emperador de Asiria, La aurora roja y negra.
Surge como alternativa al teatro comercial, y surgen diversos grupos del llamado teatro independiente. Estos grupos buscan nuevas técnicas y nuevas fórmulas que contribuyen a la renovación del teatro y del espectáculo. Los componentes del grupo son los que realizan todos los aspectos relacionados con el montaje y la representación. Conciben el teatro, sobre todo, como espectáculo donde el texto como tal adquiere menos relevancia.