Portada » Español » Evolución del Teatro Español en la Posguerra y la Democracia
En los primeros años de la posguerra, el teatro se encuentra sometido a especiales condicionamientos comerciales e ideológicos, pues los empresarios se someten a las preferencias de un público burgués poco exigente, y se agravan las limitaciones ejercidas por la censura. Como consecuencia de ello prospera, por una parte, un teatro intrascendente y conformista, y por otra, el teatro independiente, «soterrado», que intenta responder a nuevas exigencias sociales o estéticas.
Durante los años 40 y parte de los 50, continúan las tendencias más tradicionales, como «la alta comedia», en la línea de Benavente (Pemán, Luca de Tena, Ruiz Iriarte…), y un teatro cómico, que va desde Jardiel Poncela a Mihura. Al mismo tiempo, nace un teatro inconformista, que se inserta, al principio, en una corriente existencial. Son fechas clave 1949 con el estreno de Historia de una escalera, de Buero Vallejo y 1953, en que el teatro universitario presenta Escuadra hacia la muerte, de Alfonso Sastre.
Hacia 1955 se inicia un teatro social, paralelo a lo que sucede en otros géneros. Sin embargo, su consolidación es más tardía y se extiende también a los 60. El objetivo es la protesta y la denuncia. Los condicionamientos no experimentan grandes cambios: junto al público burgués aparece un público nuevo, juvenil y fundamentalmente universitario. La censura se relaja y tolera algunos enfoques críticos. Los pioneros son Buero y Sastre y les siguen otros autores como Rodríguez Méndez, Los inocentes de la Moncloa, Carlos Muñiz, El tintero, Lauro Olmo, La camisa y Martín Recuerda, Las salvajes en Puente San Gil. Las técnicas varían del realismo directo al esperpento, del sainete a la estilización expresionista o el simbolismo kafkiano.
Paralelamente, existe una corriente comercial con autores como Alfonso Paso, Armiñán y Jaime Salom… al mismo tiempo, ambas tendencias conviven con la búsqueda de nuevas formas, que se consolida en los 70.
En la década de los 70, se supera el realismo y se asimilan corrientes experimentales del extranjero, como el teatro del absurdo, la influencia de Brecht o Artaud. Surge una nueva vanguardia teatral. La temática gira en torno a la dictadura, a la falta de libertad, a la injusticia… pero lo novedoso es el tratamiento dramático: se desecha el enfoque realista, sustituido por enfoques simbólicos o alegóricos. Los personajes suelen ser símbolos descarnados. Junto a un lenguaje directo, aparece el tono poético y ceremonial. Se cultivan los recursos extraverbales (sonoros, visuales, corporales…). Autores destacados, entre otros: José M Bellido, Francisco Nieva, Luis Matilla y Fernando Arrabal, que es uno de los máximos exponentes del teatro pánico» y se caracteriza por el rechazo del orden y los valores de la burguesía, la denuncia de la opresión, la incomunicación y el sinsentido de la vida. Destacamos dentro de este ciclo su obra Ove Patria, mi aflicción (1975). El caso de éxito más rotundo es el de Antonio Gala. Destaca el papel ejercido por los grupos del teatro independiente: Tábano, La cuadra, Akelarre, Els Joglars., que llevan a cabo una síntesis entre lo experimental y lo popular.
Con la llegada de la democracia, se suprime la censura. Hay un retroceso del teatro experimental y se advierte una vuelta a la estética realista. Desde una perspectiva social y testimonial, los autores se interesan por temas cotidianos y de la vida contemporánea, como la repercusión social de la nueva economía, la marginación, la violencia, las drogas, el conflicto generacional…
Los nuevos dramaturgos, más proclives al humor y a la sátira, se inclinan por el género de la comedia o más propiamente por el género de la tragicomedia. Las obras transmiten con frecuencia un desencanto vital, reflejo de una generación que ve como van cayendo sus utopías, no solo políticas (la democracia no es lo que prometía) sino también íntimas personales. Temas frecuentes son la crisis de pareja, el desamor, la insolidaridad o el lastre de una educación trasnochada.
Destaca Fernando Fernán Gómez, que cultiva un realismo depurado, Las bicicletas son para el verano, Alonso de Santos, La estanquera de Vallecas, Ignacio Amestoy, Mañana, aquí, a la misma hora Sanchis Sinisterra, ¡Ay, Carmela! Juan Mayorga, Cartas de amor a Stalin.
Ya en los noventa. los dramaturgos más jóvenes recurrieron a una escritura con formas eclécticas, lo que algunos han denominado postiche, que consiste en servirse de materiales de otras artes y espectáculos como el cine, la televisión, el cómic, la poesía, la ópera y hasta el fútbol.
Entre los rasgos comunes sobresalen temas como las críticas al racismo o los totalitarismos y, en lo formal, coexisten diversidad de géneros, pero prefieren la superposición de planos narrativos y personajes abstractos. Entre los autores, destacamos a Maxi Rodríguez con El color del agua (1989) o Itziar Pascual con su obra Las voces de Penélope.
En la actualidad, frente a las grandes salas de teatro y grandes compañías destacan las salas alternativas, sobre todo en Madrid como La cuarta pared, la sala de Pradillo, Teatro del Arte o la más reciente La casa de la portera. En Barcelona, Microrrelato por dinero, Átic 22 o Porta4. Son espacios con un aforo interior a doscientas localidades que buscan nuevos creadores, comprometidos con su tiempo y nuevas formas expresivas.
Uno de los fenómenos más curiosos es la incorporación al teatro de novelistas reconocidos que creen textos originales o adaptan sus propias novelas como es el caso de Los cuentos de la peste de Mario Vargas Llosa (2015).
No obstante, debemos tener en cuenta los musicales -versión actual de la comedia musical nacida en Brodway-son el único contacto que el público mayoritario mantiene con el teatro musical. Basta darse un paseo por Gran Vía de Madrid para ver el éxito multitudinario de obras como El rey León, Hoy no me puedo levantar, Los pilares de la Tierra, etc. verdaderos triunfos de taquilla gracias al referendo de los sectores más jóvenes