Portada » Historia » Evolución del Estado Argentino: del Absolutismo a la Globalización
El poder, concebido por orden divina, implicaba que el monarca respondía solo ante Dios. El Estado surge a partir de un contexto relacional entre individuos, constituyendo la suma de los intereses particulares y el fundamento de la propiedad. En este sistema, se favorecieron más los factores familiares y económicos que los políticos.
Este sistema cuestiona el poder absoluto y sus pretensiones divinas. Propone restringir los poderes del Estado y defender la tolerancia y el respeto por la vida privada. Defiende los estados constitucionales, la propiedad privada y la economía de mercados competitivos. La división de poderes y la seguridad de los derechos requieren que la ley sea independiente y superior, garantizada por un poder judicial independiente del ejecutivo.
En el siglo XX, se evidenció que el “efecto cascada” no tuvo éxito, generando desigualdad en lugar de satisfacer las demandas de todos. Con la crisis de 1930, surge el Estado Keynesiano, cuyo objetivo era regular el ciclo económico y evitar nuevas crisis. Esto significó el fin de las políticas Laissez Faire y la reacción hacia una economía mixta. Mientras en el capitalismo individualista el Estado custodiaba la propiedad privada y el orden público, en el Estado de Bienestar incorporó valores de justicia.
Una de sus características principales es la globalización, que implica mayor individualismo, desarrollo del sector servicios y pérdida de centralidad del mundo industrial. Esta nueva matriz social posibilitó la radicalización de las políticas neoliberales, que veían en la intervención estatal un obstáculo para el desarrollo. Esta radicalización y el abandono de las políticas keynesianas llevaron al declive del Estado de Bienestar.
Tras la independencia, la formación del Estado nacional implicó reemplazar la autoridad colonial y subordinar los poderes locales. El Estado argentino surgió de la lucha por redefinir el marco institucional: «los débiles aparatos estatales del periodo independentista estaban constituidos por un reducido conjunto de instituciones locales. A este primitivo aparato se fueron superponiendo órganos políticos». Estos intentos no siempre fueron exitosos, desembocando en enfrentamientos regionales y luchas políticas. La existencia del Estado nacional se fundaba en su reconocimiento externo de soberanía.
El modelo económico posterior a la crisis de 2001 se basó en la recuperación del rol estatal, estableciendo una nueva relación entre política y economía. El Estado buscó recuperar terreno perdido, sin alcanzar el nivel de intervención del Estado de Bienestar.
La integración de la economía argentina al mercado mundial, con el modelo agroexportador como eje, exigió un aparato estatal moderno. Las élites políticas y económicas, vinculadas a la producción agropecuaria y al capital extranjero, impulsaron la construcción del Estado para garantizar la reproducción de las relaciones de dominación. La expansión económica dio lugar a la formación de una sociedad abierta y democrática.
Desde la década del 30 hasta los 70, Argentina necesitaba un cambio de modelo económico. Se reemplazó el modelo agroexportador por la industrialización por sustitución de importaciones. La economía se volvió cerrada o semi-cerrada, con mercados regulados por el Estado e inflación moderada.
El gobierno militar interrumpió el funcionamiento de las instituciones democráticas con una política de terror. El cambio de 1983 buscó consolidar reglas para resolver conflictos pacíficamente. La crisis económica persistió. La democracia se consolidó con la llegada de Menem en la década del 80, profundizando el modelo neoliberal. Esta experiencia finalizó en 2001 con una profunda crisis.