Portada » Lengua y literatura » Evolución de la obra de Valle-Inclán. Justifica la inclusión de luces de bohemia en la etapa que le corresponda
La obra de Ramón Mª del Valle-Inclán es una de las más apasionantes aventuras del panorama literario español contemporáneo, presidida por una insaciable voluntad de renovación a todos los niveles. Valle crea una nueva concepción teatral que se adelanta en buena medida al nuevo teatro europeo de Vanguardia, de rebelión, épico o absurdo. Como en el resto de los géneros que cultivó (todos), la obra valleinclaniana responde coherentemente a sus necesidades artísticas, lo que en muchas ocasiones lo apartó del gran público. Pocas de las creaciones dramáticas de Valle llegaron a estrenarse en su tiempo, porque como acertadamente señala el Prof. Pedraza, Valle-Inclán “quiso plasmar sus geniales ideas por encima del público, actores, condiciones arquitectónicas de las salas, posibilidades económicas (…) en el empobrecido ambiente teatral de la España de su tiempo, esos atrevimientos no cabían, y tuvieron que refugiarse en el mundo libérrimo de la creación literaria”. Fue Valle-Inclán consciente de la dificultad que le supónía estrenar, pero eso no le hizo resignarse ni cambiar su rumbo creativo. Si sus obras no podían llegar a las tablas, escribiría para que estas fueran leídas. Pero este rechazo no dejó intacto su ego de hombre profundamente teatral, y desde el rencor, este renovador del teatro del Siglo XX dijo: “Yo no he escrito, escribo ni escribiré nunca para el teatro”.Pese a no tratarse de una producción rectilínea, seguiremos la división propuesta por el Prof. Ruiz Ramón, quien establece tres ciclos fundamentales: -Ciclo mítico: destaca la trilogía de las Comedias bárbaras (Ágüila de blasón, Romance de lobos y Cara de Plata). Se trata de un asombroso drama perfectamente estructurado, en la que cada obra podría leerse como un acto. En un mundo primigenio, elemental, se presenta el derrumbe de la familia Montenegro. A través de ellos se muestra el proceso de desaparición de la casta, la mitología de un grupo social (la nobleza gallega) y su mundo cuasi-feudal, que se resisten ante un fin que el autor recoge con admiración y claro valor estético. Culmina el ciclo Divinas palabras, en los umbrales del esperpento.
Muestra la misma concepción del teatro en libertad total: muchos personajes, gran variedad de escenarios, abundancia de acotaciones… Avaricia y lujuria son las tensiones configurantes de la obra, representante de la cruel dramaturgia del gallego, que con ella llega al límite de lo irracional. -Ciclo de las farsas: en él convergen el mundo de lo poético de inspiración prerrafaelista y lo grotesco. Destacaremos dos obras: La marquesa Rosalinda, estampa modernista de ambiente dieciochesco; y Farsa y licencia de la reina castiza, en la que recrea el mundo de la corte de Isabel II. En ella las relaciones monarquía-pueblo se presenta sin nostalgias, con un lenguaje que llega a lo chabacano; lo cómico y lo trágico se neutralizan y llega la insensibilidad. Pareja temporalmente a Divinas palabras, muestra la misma actitud de ironía cruel que desdibuja todo sentimentalismo y anuncia el Imperio del esperpento. Debemos entender las farsas como la caricaturización de ambientes y figuras refinados; como un camino, por tanto, que nos encamina hacia la estilización esperpéntica desde la falsa apariencia de la belleza primigenia o la inocencia infantil. -Ciclo del esperpento: el término ‘esperpento’
aparece por primera vez (en sentido literario) en Luces de Bohemia. Sus rasgos pueden, sin embargo, rastrearse con mayor o menor intensidad desde las primeras obras del autor. Pese a ello, y en rigor, sólo podemos llamar esperpentos aquellas obras que el autor denominó como tales: Luces de bohemia, y la trilogía Martes de carnaval. La crítica sintetiza las carácterísticas del esperpento en los siguientes rasgos: -Lo grotesco convertido en forma de expresión: la sociedad española no está a la altura de la tragedia. Del contraste entre la realidad y la escasa entidad humana surge un abismo que solo puede expresarse a través de lo grotesco. -La deformación sistemática de la realidad: se exagera la contradicción existente entre la sociedad y su escala de valores, traducida en una caricatura de lo real de corte expresionista. Presenta situaciones límite provocadas con la inexorabilidad trágica, pero resueltas en actitud de farsa.
-La existencia de un doble código: bajo el tono de burla subyace un significado profundo de crítica. -Empleo de recursos plásticos y lingüísticos: de entre los primeros destacan los contrastes violentos, el claroscuro, la animalización (a la que se llega mediante el empleo de la metáfora y símil), la muestra de ambientes macabros presididos por la muerte que recuerda las pinturas negras de Goya o los cuadros de su contemporáneo, contertulio y amigo Solana; de entre los segundos, sobresalen la desviación de la lengua convencional, creada a partir de la mezcla de distintos idiolectos y usos lingüísticos con los que consigue un estilo inconfundible. La lengua del esperpento hereda el gusto por el lenguaje popular madrileño propio del sainete. Lo recrea empleando de registros cultos en contextos de mofa, juntando citas literarias (en muchas ocasiones presentadas en tono paródico) y latinismos con gitanismos y voces de Germánía; elaborando lenguajes paralelos a la cosificación… Todo ello mixturado de manera muy sutil, lo que convirtió estas obras dramáticas en “textos para leer”. El esperpento es una visión del mundo a la que se llega desde una circunstancia histórica concreta y desde una ideología determinada para crear un movimiento estético de protesta. Es una toma de conciencia directa del carácter absurdo de la realidad. La obra más importante de este período es Luces de bohemia, paseo casi dantesco por el Madrid de principio de siglo de un héroe clásico degradado (Max Estrella). Su última noche se presenta como la postrera visión completa (y lúcida) de la realidad de una España sumida en llanto e incapaz de reaccionar. Como ya hemos señalado, la obra valleinclaniana no tuvo la resonancia debida durante la vida del autor. Su muerte tampoco arregló las cosas. Su extravagancia, su dureza e insolencia, su lucidez, su incapacidad para doblegarse y sus ansias ilimitadas de libertad… lo convirtieron en un personaje poco grato al Régimen. Las últimas décadas lo han colocado en el lugar que su esfuerzo merecía: hoy sus obras se representan en todo el mundo y nadie duda en situar al genial gallego al frente de los renovadores del teatro universal. Sus obras, tristemente actuales, son el reflejo del compromiso ético y estético adquirido por el escritor con la sociedad española de su tiempo (y, sin él saberlo, con la del nuestro). Su maestría técnica, su necesidad de experimentación, su capacidad creadora y, sobre todo, su irrenunciable voluntad de estilo…convierten a don Ramón en un autor intemporal, brillante e inimitable.