Portada » Historia » Europa en el siglo XIX: del Imperio Napoleónico a las Revoluciones Liberales
Con el golpe de estado de 1799 se inicia la etapa del Consulado. En esta podemos distinguir una primera fase en la que Francia está presidida por tres cónsules, hasta que en 1802, Napoleón se proclama cónsul único y vitalicio. Para tranquilizar a la burguesía moderada y alejar los peligros de la guerra civil, Napoleón emprendió una obra pacificadora en el interior mediante la firma del Concordato con la Iglesia, por el que el estado francés se obligaba a mantener los gastos del clero y reconocía que la religión católica era la mayoritaria. En el exterior logró la paz con Austria y con Gran Bretaña.
Napoleón ejerció el poder autoritariamente. Consolidó la organización administrativa centralizada de Francia en departamentos, pero los prefectos y subprefectos eran nombrados y revocados por él. No obstante, consolidó las conquistas revolucionarias, especialmente la igualdad civil y la propiedad privada. En el Código Civil se consagran algunas de las transformaciones de la Revolución como la abolición del feudalismo. Se garantizaron la libertad individual, la igualdad ante la ley y la propiedad privada. Napoleón exportó las ideas revolucionarias a los territorios incorporados a Francia o convertidos en aliados, en los que el Antiguo Régimen comenzó a tambalearse. Esto contrastaba en el interior de Francia con una política cada vez más autoritaria y de control de las instituciones.
El siguiente paso fue la nueva Constitución de 1804 por la que se proclamaba a Napoleón emperador hereditario. Con ella culmina su poder personal. En esta etapa, el gobierno de Napoleón contaba con una policía organizada y con una gran censura de prensa. Había nacido la dinastía de los Napoleonidas. Otro rasgo del giro conservador se muestra en el orden social. Se creó una nueva nobleza a la cual Napoleón los situó como gobernantes en los estados satélites. Por ello, pese a que Napoleón mantuvo muchos de los principios revolucionarios, contó con una cierta oposición liberal y burguesa.
Una de las tareas de los dirigentes políticos de las grandes potencias europeas que vencieron a Napoleón fue reorganizar el mapa europeo. Los principios que inspiraron este congreso fueron:
El nuevo mapa europeo fue utilizado en provecho de los grandes estados. Rusia se expandió a la costa de Polonia, retuvo Finlandia y Besarabia y se convirtió en la mayor potencia continental. Austria se anexionó a la Iliria napoleónica y Prusia pasó a tener frontera común con Francia. Gran Bretaña reivindicó pocos territorios para seguir controlando los mares. En este momento convergieron el liberalismo y el nacionalismo.
Pero para la mayoría de los liberales la igualdad significaba la igualdad de todos ante la ley y se distinguía el liberalismo doctrinario o conservador del liberalismo democrático. Los defensores de la democracia exigían el sufragio universal masculino.
A partir de 1815 la agitación liberal se desarrolla en la Europa central y meridional. La oleada revolucionaria de 1820 vino precedida por la agitación universitaria en el área alemana contra el absolutismo. En los estados italianos los liberales habían constituido sociedades secretas como los carbonarios. El punto culminante tuvo lugar en España con el éxito momentáneo de la revolución de 1820. Pero fracasó en todos los países por la intervención de las potencias de la Cuádruple Alianza en apoyo del absolutismo y las dinastías consideradas legítimas.
Iba a ser en los Balcanes donde el naciente nacionalismo desembocó en el primer movimiento nacionalista que alteró el orden impuesto por la Restauración y el propio mapa de Europa. En Grecia, intelectuales y nacionalistas emprendieron la agitación nacionalista. En 1822 una asamblea nacional griega elaboró una constitución condenada por la Santa Alianza. En la conferencia de Londres de 1830 fue reconocida la independencia de Grecia y de Serbia.
El ciclo revolucionario se cierra con las revoluciones de 1848 de inspiración liberal y democrática. Las causas fueron:
En Francia la 2ª República evolucionó hasta posiciones cada vez más conservadoras y hostiles a la república. Este giro conservador desató la insurrección de las masas populares contra una república dominada. La revolución de junio impuso una república conservadora.
En ese contexto, se produjo el ascenso de Luis Napoleón que fue elegido presidente de la república con el apoyo de la burguesía orleanista.