-¿Quién eres? -le pregunté. -Ben Gunn -respondíó con una voz ronca y torpe, que me récordó el sonido de una cerradura herrumbrosa-. Soy el pobre Ben Gunn, sí, Ben Gunn; y hace tres años que no he hablado con un cristiano. Me acerqué y pude comprobar que era un hombre de raza blanca, c