Portada » Lenguas extranjeras » Etapas del Desarrollo Infantil: Apego, Moral y Psicosexual
La capacidad innata del bebé para llamar la atención de la madre está vinculada a la satisfacción de sus necesidades. En esta etapa, el recién nacido aún no muestra preferencias por ninguna figura de apego en particular.
El niño comienza a distinguir a las personas conocidas de las que no le son familiares, mostrando mayor interés por su madre. Se orienta y dirige señales hacia una o más figuras discriminadas.
Con el desarrollo de la locomoción, el niño busca activamente la proximidad y el contacto con su figura de apego, generalmente la madre. En esta fase egocéntrica, el niño construye un concepto de la figura materna como un ente independiente que actúa de forma previsible. Es aquí donde se produce plenamente el apego.
Esta última fase, la más sofisticada, se caracteriza por el desarrollo de lo que Bowlby denomina una «pareja con corrección de objetivos». La reducción del egocentrismo infantil modifica su comportamiento, mientras que la madre, menos dispuesta a todas sus demandas, busca educarle.
Kohlberg, basándose en el trabajo exploratorio de Piaget, concluyó que el desarrollo moral pasa por tres niveles: preconvencional, convencional y postconvencional.
La moral está determinada por las normas externas. El niño considera que una acción es mala si merece un castigo, por lo que lo importante es portarse bien. En el primer estadio, se orienta a la obediencia a las normas, con dificultad para considerar diferentes puntos de vista. En el segundo estadio, con una orientación hedonista ingenua, cumple las normas por los beneficios que puede obtener.
Freud propuso cinco etapas del desarrollo psicosexual:
Freud adoptó tres puntos de vista complementarios:
El complejo de Edipo implica vínculos amorosos hacia la madre y una relación ambivalente hacia el padre. El niño realiza una «carga de objeto» sobre la madre, mientras que con el padre mantiene una relación de identificación. Freud también observó una forma negativa del complejo, con hostilidad hacia el padre. El complejo de Edipo suele ser completo, con componentes positivos y negativos, debido a la bisexualidad del niño.
Para Freud, el desencadenante del desenlace edípico en el varón es el temor a la castración (angustia de castración), que se origina en la etapa fálica. Propuso cuatro hipótesis sobre este temor: amenaza de castración, herencia arcaica, valor simbólico de las prohibiciones y temor a la pérdida de afecto de los padres.
El complejo de Edipo en la niña difiere debido a la distinta conformación anatómica y al desplazamiento del objeto amoroso originario hacia el padre. La ausencia del pene suscita la «envidia del pene» y la vivencia de castración, que puede llevar a tres caminos evolutivos: renuncia sexual, complejo de masculinidad (que podría desembocar en la homosexualidad) o la forma femenina del complejo de Edipo.