Portada » Historia » Etapa constantiniana derecho romano
Se conoce como romanización al proceso de imposición y asimilación de las estructuras económicas, sociales, políticas y culturales romanas, desarrollado entre los siglos III aC y III dC, con la consecuente desaparición de las estructuras indígenas.
Desde su llegada a la Península Ibérica, Roma inició un proceso de imposición de su lengua, su derecho, su religión, su arte y su organización social y política a todos los pueblos prehispánicos, aunque no lo logró en todas partes con la misma intensidad.Derrotado Cartago en la II Guerra Púnica (218 aC), los romanos comienzan a ocupar la Península en diferentes fases (la última termina en el 19 aC) iniciando la administración del territorio basada en provincias (inicialmente dos, y un total de seis al final) en las que dejan soldados (las legiones) para el control efectivo del territorio. Asentamientos de soldados que serán el origen de ciudades actuales (Mérida (Emérita o Zaragoza).Roma introducirá al nuevo territorio en su floreciente red comercial, conectada a través de una potente red de calzadas entre ciudades para comunicarlas, aspecto que además de fortalecer las rutas comerciales, hace que estas sirvan de vehículo para la incorporación de costumbres romanas entre la población nativa. Asimismo, la sociedad se establecíó a imagen de Roma lo que, junto con la progresiva concesión de la ciudadanía para los nuevos habitantes (ciudadanía latina en el 74 con Vespasiano y la romana plena con Caracalla en el 212), fue también un aspecto clave en la romanización.Culturalmente los romanos introducirán su lengua, el latín, en la Península, así como el Derecho romano, que tendrá una gran influencia en la legislación posterior. En lo que a religión se refiere, inicialmente los romanos instauran el culto a la Triada Capitolina Júpiter, Juno y Minerva así como al emperador (siglo I AC), sin embargo, la expansión del cristianismo a partir del siglo I cambiará el panorama, siendo la nueva religión aceptada en 313 con Constantino y declarada oficial en el 380.
A pesar de que Hispania fue uno de los territorios más romanizados del Imperio Romano, dicho proceso no fue equitativo en todas las partes del territorio peninsular. Esto se debíó a que existían diferencias entre el área íbera, que asimiló muy bien el proceso de romanización; el centro y oeste peninsular, en el que fue más complicado debido a su menor desarrollo poblacional; y el norte, donde no fue posible una romanización efectiva.
A lo largo del Siglo XIX se intentará desarrollar la industrialización de España, sin embargo los resultados se encuentran muy lejos de las intenciones iniciales pretendidas. Cataluña fue la única regíón en la que se produce una industrialización en el sector terciario, basada en el algodón debido a capitales autóctonos, con predominio de la empresa de tamaño medio.Las razones de su éxito se deben a una situación inicial de ventaja (era una regíón dinámica ya a finales del XVIII), una mayor iniciativa empresarial por parte de la burguésía catalana, pero también debido a una política comercial arancelaria que le permitirá orientar su producción al mercado nacional (incluyendo Cuba y Puerto Rico) sin la competencia de otros países con sectores textiles dinámicos como Inglaterra. Aún así, presentará debilidades estructurales notables como la casi total dependencia de este mercado interno o la falta de carbón de calidad en la Península (teniendo que recurrir a la exportación para su desarrollo industrial) lo que generará un desarrollo limitado, no demasiado extensible a otros sectores.Por su parte, en el sector siderúrgico, aunque España cuenta con importantes yacimientos, especialmente en el norte de carbón y hierro (Asturias y País Vasco), pero también en el sur (Málaga), no dispónía de carbón coque necesario para el desarrollo industrial por lo que se creará un circuito comercial en el norte en el que Bilbao compraba carbón a Cardiff (Gales, Gran Bretaña) y exportaba hierro.Respecto a otros minerales hay que señalar que España era rica en reservas de plomo, cobre, Mercurio y zinc, contando además con la cercanía de estos yacimientos a zonas costeras, lo que facilitaba el transporte y exportación. Sin embargo, estos no se comenzarán a explotar de forma importante hasta la Ley de Minas de 1868 que simplificaba la adjudicación de concesiones facilitando su explotación. Sin embargo, estas serán explotadas mayormente por compañías extranjeras que extraían los minerales para su exportación en bruto a sus países de origen.
Ya por último hay que señalar que a medida que la producción industrial se diversifica irán surgiendo de forma tímida otros sectores como la industria metalúrgica (destacando la empresa barcelonesa Bonaplata) o la industria química centrada en la producción de ácido sulfúrico y sosa.
En definitiva, nos encontramos con una industrialización débil, fragmentada y muy dependiente, muy lejos de los niveles de otros países de Europa occidental como Francia, Alemania o Reino Unido.