Portada » Historia » Estructura económica y social de Venezuela 1830 y 1936
A principios del Siglo XX el sistema político de la Restauración seguía vigente. Sus fundamentos, recogidos en la Constitución de 1876, eran una monarquía liberal no democrática y la alternancia en el poder de dos partidos dinásticos. Los nuevos líderes del Partido Conservador (Maura) y del Partido Liberal (Canalejas) impulsaron una política reformista que, inspirada en el regeneracionismo, pretendíó rectificar los mayores defectos del sistema y adaptarlo a algunas demandas de la sociedad española. La “revolución desde arriba” de Maura buscaba el apoyo de las “masas neutras” (modificación de la ley electoral) y del catalanismo moderado de la Lliga Regionalista (ley de administración local), así como frenar la fuerza del movimiento obrero (legalización de la huelga, descanso dominical). Su proyecto, que no contó con el respaldo de su partido ni del rey, llegó a su fin tras los sucesos de la Semana Trágica de Barcelona (1909) que provocaron su dimisión. Canalejas emprendíó el intento más importante de regeneración del sistema para lograr su progresiva democratización y ampliar sus bases sociales: continuación del reformismo social para apaciguar las protestas obreras (reducción de la jornada laboral, supresión del impuesto de consumos y las quintas, etc.), secularización del Estado (ley del candado) y ley de mancomunidades (posibilitó la creación de la Mancomunidad de Cataluña). Canalejas tampoco contó con el respaldo de su partido y su asesinato por un anarquista puso fin a los intentos reformistas del régimen de la Restauración que, apenas una década después, comenzó su descomposición interna.
Inicialmente las fuerzas de oposición al régimen de la Restauración no plantearon una alternativa real al bipartidismo dada su diversidad ideológica, su escasa implantación y el falseamiento electoral. Su fuerza y apoyos crecieron rápidamente con el cambio de siglo y el desgaste del sistema canovista. El republicanismo fue la fuerza de oposición más importante. Con presencia sobre todo en las grandes ciudades, contó con el respaldo de los intelectuales y las clases medias(que identificaban república con democracia) y de las clases trabajadoras (por su defensa del reformismo social). El viejo republicanismo del siglo anterior se extinguíó y surgieron dos nuevos partidos: • Partido Radical, de Lerroux. Tenía un discurso populista, anticlerical y anticatalanista. • Partido Reformista, de Melquíades Álvarez. Más moderado, estaba dispuesto a aceptar la monarquía si emprendía un proceso democratizador. 2 La Lliga Regionalista fue la fuerza hegemónica del nacionalismo catalán. Representaba un nacionalismo burgués que buscaba compatibilizar la regeneración política y la modernización económica con la autonomía de Cataluña, lo que le llevó a colaborar con los partidos dinásticos. En 1906 se fundó Solidaridad Catalana, una coalición de las fuerzas políticas catalanas (excepto los partidos dinásticos y los republicanos de Lerroux) con el fin de defender los derechos de Cataluña. Francesc Macià fundó Estat Català, el primer partido independentista. Tras la muerte de Sabino Arana, en el Partido Nacionalista Vasco se enfrentaron el sector independentista (tradicionalista) y el sector moderado (liberal y autonomista). Con el triunfo de este último, el nacionalismo vasco, asentado en Vizcaya, se extendíó al resto de provincias vascas, se aproximó a la burguésía industrial y se consolidó como la mayor fuerza política de la regíón.
España, como consecuencia de su aislamiento diplomático y su debilidad económica y militar, se declaró neutral en la Gran Guerra. La guerra dividíó a la opinión pública entre Germánófilos (sectores conservadores y católicos, partidarios del orden y la autoridad) y aliadófilos (liberales, republicanos y obrerismo, partidarios de principios más democráticos). La neutralidad trajo una gran expansión económica (al crecer las exportaciones de productos industriales y materias primas a los países contendientes) y el aumento de las diferencias sociales y de la conflictividad social pues mientras la burguésía industrial y financiera se enriquecíó con los beneficios de la guerra, la clase trabajadora se empobrecíó por la inflación y los bajos salarios. La Revolución rusa de 1917 y la crisis económica de posguerra dieron un gran impulso al movimiento obrero: • El PSOE aumentó su presencia en las Cortes y en los ayuntamientos. Su apuesta por una línea reformista y moderada provocó la escisión del sector más radical que creó el Partido Comunista Español, sección española de la Internacional Comunista, con presencia sobre todo en Vizcaya y Asturias. • El sindicalismo crecíó de forma espectacular, especialmente la CNT que creó los sindicatos únicos. En Andalucía los jornaleros intensificaron sus movilizaciones durante el llamado trienio bolchevique. En Barcelona la huelga de La Canadiense derivó en una “guerra social” cuando la patronal catalana creó los sindicatos libres (pistoleros que actuaban con apoyo policial contra los anarquistas) y se aplicó la “ley de fugas” (pura y simple ejecución de los detenidos)
En un contexto marcado por la Gran Guerra y el aumento de las desigualdades sociales, en el verano de 1917 confluyeron una crisis militar, una política y una social: • En el ejército aparecieron las Juntas de Defensa como respuesta al proyecto de reforma militar del gobierno que contemplaba reducir el número de oficiales y modificar el sistema de ascensos en beneficio de los africanistas. Con el respaldo de Alfonso XIII fueron legalizadas y sus demandas atendidas, poniéndose de manifiesto la revitalización del protagonismo militar en la política española. • La Asamblea de Parlamentarios de Barcelona reclamó una reforma constitucional que contemplase la autonomía de algunos territorios. El gobierno la declaró inconstitucional y la asamblea se fue disolviendo por el escaso apoyo político que recibíó, el rechazo de las Juntas de Defensa a sus propuestas y las divergencias entre los asambleístas. • CNT y UGT convocaron una huelga general que buscaba implantar una república democrática. Solo tuvo seguimiento en la industria de Madrid, Barcelona, País Vasco y Asturias. El temor a una deriva revolucionaria provocó el cierre de filas con el sistema: la clase política abandonó sus propósitos reformistas y las Juntas de Defensa colaboraron en la represión. 4 El periodo 1917-1923 marcó la crisis definitiva de la Restauración: la inestabilidad política, la agudización de la crisis social, la guerra de Marruecos, el crecimiento de los nacionalismos y el intervencionismo militar pusieron de manifiesto las limitaciones del régimen de la Restauración y su imposibilidad de evolucionar hacia una democracia.
La crisis del régimen de la Restauración desembocó en 1923 en el Golpe de Estado del general Primo de Rivera que contó con el apoyo del ejército, la alta burguésía, la Iglesia y el rey. Ante la indiferencia popular, la oposición al golpe se limitó a anarquistas y comunistas. Alfonso XIII nombró a Primo de Rivera presidente del gobierno con plenos poderes, asistido por un Directorio Militar (1923-1925). El Directorio Militar suspendíó la Constitución de 1876, disolvíó las Cortes, militarizó la administración y prohibíó la actividad de partidos políticos y sindicatos. El anarquismo, el comunismo y los nacionalismos, en particular el catalán, fueron reprimidos; los socialistas fueron tolerados por no oponerse a la dictadura. El mayor logro del Directorio Militar fue restablecer la “paz social” y acabar con la guerra de Marruecos. Durante el Directorio Civil (1925-1930) Primo de Rivera trató de construir un régimen inspirado en el fascismo italiano: • Creó la Uníón Patriótica, el partido único que funciónó como instrumento de propaganda gubernamental. • Creó la Asamblea Nacional Consultiva que no logró aprobar un texto legal que legitimase la dictadura. • La política económica se basó en el intervencionismo estatal y el proteccionismo. Fue acompañada de cierto reformismo social y de la promoción de obras públicas. A finales de los años 20 la oposición a la dictadura de Primo de Rivera fue en aumento y el descontento se intensificó con los primeros efectos del crac de 1929. Viendo peligrar el trono, Alfonso XIII retiró su confianza a Primo de Rivera que dimitíó a principios de 1930.
En el primer tercio del Siglo XX comenzó en nuestro país la transición demográfica, caracterizada por la caída simultánea de las tasas de mortalidad y de natalidad. El más rápido descenso de la mortalidad provocó un importante crecimiento demográfico y el aumento de la esperanza de vida al nacer. Los factores que lo hicieron posible fueron: • La práctica desaparición de la mortalidad catastrófica, con la excepción de la epidemia de “gripe española” de 1918. 5 • La mejora de las necesidades básicas (alimentación, vestido y vivienda) y de los servicios públicos sanitarios e higiénicos (limpieza, alcantarillado y agua potable). Estas mejoras atenuaron e incluso acabaron con las enfermedades infectocontagiosas que causaban la mayor parte de las defunciones, sobre todo en la infancia. • El descenso de la natalidad fue más lento y se debíó a la modernización de la vida urbana, la incipiente incorporación de la mujer al trabajo no doméstico y las medidas anticonceptivas elementales. En los primeros años del Siglo XX se intensificaron las emigraciones a América Latina, sobre todo a Argentina, Cuba y Brasil. La mayoría de los emigrantes eran jóvenes campesinos de Galicia y la fachada cantábrica. En la segunda década del siglo, la miseria campesina y el crecimiento económico que trajo la Gran Guerra provocaron el éxodo rural hacia las ciudades y las regiones industriales de la periferia (Madrid y Barcelona superaron el millón de habitantes).
Tras la dimisión de Primo de Rivera, Alfonso XIII nombró presidente del gobierno al general Berenguer que intentó en vano retornar a la monarquía liberal no democrática. Por su parte, la oposición republicana, por el Pacto de San Sebastián (al que posteriormente se unieron PSOE y UGT), se conjuró para proclamar la república mediante un levantamiento militar secundado por una huelga general (fallida sublevación militar de Jaca). Destituido Berenguer, el nuevo presidente Aznar convocó elecciones municipales para Abril de 1931 que fueron planteadas por la oposición republicana como un plebiscito sobre la monarquía. El triunfo de la coalición republicano-socialista en las principales ciudades puso de manifiesto el rechazo a la monarquía y precipitó la marcha al exilio de Alfonso XIII y la proclamación de la Segunda República el 14 de Abril de 1931. La Segunda República llegó con el respaldo de amplios sectores de la población que deseaban reformas políticas y sociales, pero en un difícil contexto internacional: el triunfo de los regíMenes autoritarios y fascistas en Europa y la crisis mundial de 1929. La adversa coyuntura económica agudizó los problemas de la economía española (falta de inversión y escasa competitividad), las exportaciones a Europa se redujeron espectacularmente y el desempleo aumentó. La situación se agravó por la hostilidad de la oligarquía a la República (evasión de capitales). Los problemas económicos dificultaron la realización de reformas e intensificaron la conflictividad social, pero, en última instancia, fueron los problemas políticos los que truncaron el proyecto reformista y modernizador de la Segunda República.
Tras la marcha al exilio de Alfonso XIII y la proclamación de la Segunda República el 14 de Abril de 1931, se formó un gobierno provisional integrado por republicanos de diversas tendencias, socialistas y regionalistas. Respaldado fundamentalmente por las clases medias urbanas, inició una profunda transformación social que, proyectada en la Constitución de 1931, fue continuada por el gobierno de Azaña durante el bienio reformista. Las reformas determinaron la evolución de los apoyos a la República. Las clases trabajadoras habían depositado en la República la esperanza de mejorar su nivel de vida. Pero la lentitud y la falta de profundidad de la reforma laboral y la reforma agraria fueron minando su apoyo y favorecieron planteamientos más revolucionarios: CNT y FAI incitaron al 2 campesinado a ocupar tierras y un sector del PSOE se alejó del gobierno y se aproximó a posturas revolucionarias. Los sectores más conservadores se opusieron a unas reformas que amenazaban sus privilegios tradicionales y que identificaban con la revolución social: • La oligarquía rechazó la reforma agraria (que contemplaba expropiaciones forzosas), la reforma laboral (que mejoraba las condiciones laborales de los trabajadores) y la reforma electoral (que acababa con las prácticas caciquiles). • La oposición de la Iglesia, clara desde la quema de conventos de Mayo de 1931, se acentuó por la libertad religiosa, el fin de la financiación estatal, la amenaza a su monopolio educativo y la disolución de los jesuitas. • El ejército rechazó la reforma militar (reducción del número de oficiales, cierre de la Academia Militar de Zaragoza) y la aprobación de estatutos de autonomía.
En Octubre de 1934, la entrada en el gobierno de tres ministros de la CEDA fue interpretada por la izquierda como una traición a la República y el preludio del triunfo del fascismo en España. En respuesta, los socialistas convocaron una huelga general que apenas tuvo repercusión al no estar secundada por la CNT. La excepción fueron Cataluña y Asturias. • En Cataluña, el presidente de la Generalitat Companys proclamó el “Estado Catalán dentro de la República Federal Española”. Sin apoyo obrero y con la guarnición militar de Barcelona fiel al gobierno, la rebelión fue sofocada, el estatuto de autonomía suspendido y el gobierno catalán arrestado. • En Asturias, durante dos semanas, se vivíó una auténtica revolución proletaria gracias a la alianza de socialistas, anarquistas y comunistas. Mineros armados ocuparon la cuenca minera (con experiencias de colectivización de los medios de producción), Avilés, Gijón, la fábrica de armas de Trubia y el centro de Oviedo. El gobierno declaró el estado de guerra y encargó al general Franco la represión que se saldó con unos 1.000 revolucionarios muertos, 30.000 encarcelados y miles de trabajadores despedidos. 5 Tras la revolución del 34 se aceleró la política contrarreformista del gobierno radical-cedista. La Iglesia interpretó los sucesos del 34 como una insurrección anticatólica, mientras en la derecha antidemocrática caló la idea de que solo el ejército podía salvar a España de la revolución social. En la izquierda, la indignación por la represión y el clamor por la amnistía favorecieron la uníón de fuerzas y la creación del Frente Popular.
En un contexto marcado por el ascenso del fascismo en Europa y tras la derrota electoral de 1933 y el fracaso de la revolución de Octubre de 1934, la izquierda se uníó en el Frente Popular, una gran coalición electoral integrada por republicanos de izquierda, socialistas y comunistas. Los anarquistas no participaron, pero pidieron el voto. Tras el triunfo del Frente Popular en las elecciones de 1936, Alcalá Zamora fue destituido y Azaña se convirtió en el nuevo presidente de la República. El PSOE no entró en el gobierno tras imponerse la postura de Largo Caballero, partidario de la revolución social, frente a la de Indalecio Prieto, que defendía colaborar con los republicanos. El gobierno decretó la amnistía para los presos del 34, reactivó las reformas del bienio reformista, dispersó a los militares sospechosos de desafección, restituyó la autonomía catalana e inició la tramitación de los estatutos de autonomía del País Vasco y Galicia. El gobierno debíó afrontar la hostilidad de los empresarios (cierre de empresas, evasión de capitales) y la radicalización del movimiento sindical que impulsó huelgas y ocupación de tierras. En las Cortes la derecha antidemocrática liderada por Calvo Sotelo hacía continuos llamamientos a la insurrección, mientras en las calles los falangistas de Primo de Rivera trataban de desestabilizar al gobierno atacando a líderes de la izquierda. La violencia culminó en Julio de 1936 con los asesinatos del teniente Castillo y de Calvo Sotelo. Este último aceleró la conspiración militar que se venía fraguando desde hacía meses.
La Guerra Civil (1936-1939) se desarrolló en un clima de gran tensión internacional que acabaría desembocando en la Segunda Guerra Mundial, en la que las democracias occidentales y la URSS se enfrentaron a los regíMenes fascistas. Tras el levantamiento militar de 1936 Francia y Reino Unido, a través del Comité de No Intervención, abanderaron la neutralidad para evitar que el conflicto español se internacionalizase (política de apaciguamiento de la Alemania nazi). Pero la “no intervención” fue una gran farsa diplomática. La ayuda de las potencias fascistas fue determinante en el triunfo de los sublevados. Tras prestar apoyo aéreo y naval para pasar el ejército de África a la península, Mussolini envió soldados italianos y material bélico. Hitler mandó la Legión Cóndor y utilizó la Guerra Civil como campo de ensayo de sus nuevas armas, sistemas de comunicación y aviación. Los sublevados también 6 recibieron créditos de Alemania e Italia y contaron con la ayuda de compañías estadounidenses (TEXACO, Shell, Ford y General Motors) y la simpatía de las fuerzas conservadoras de los países democráticos. La República solo contó con la ayuda de las Brigadas Internacionales (voluntarios extranjeros reclutados por la Internacional Comunista), de México (diplomática) y de la URSS (material bélico, técnicos y consejeros militares). La ayuda soviética fue fundamental pero insuficiente para sostener a la República. La esperanza de los republicanos de que la inminente guerra en Europa acabase con el aislamiento de la República se desvanecíó cuando Francia y Reino Unido reconocieron al gobierno de Franco en Febrero de 1939.
En la Guerra Civil podemos distinguir cuatro fases: La guerra de columnas y la batalla de Madrid (Julio 1936-Marzo 1937). Detenido el avance del General Mola en la sierra de Guadarrama, el general Franco, tras cruzar el estrecho con el ejército de África, líderó la ofensiva sobre la capital. Madrid resistíó gracias a la Junta de Defensa de Madrid, a la movilización del pueblo madrileño y a la llegada de las Brigadas Internacionales, la ayuda soviética y la columna Durruti. Los intentos de Franco de aislar la capital también fracasaron (batallas del Jarama y de Guadalajara). La campaña del norte (Abril-Octubre 1937). Franco uníó sus fuerzas a las del General Mola en el frente norte: la aviación nazi arrasó Guernica y en Junio cayó Vizcaya. Las contraofensivas republicanas en Brunete (Madrid) y Belchite (Zaragoza) no consiguieron evitar la caída de Cantabria y Asturias y, con ellas, del frente norte. El frente este (Noviembre 1937-Noviembre 1938). El fracaso de la ofensiva sobre Teruel hundíó la moral de los republicanos. Poco después, Franco emprendíó la batalla de Aragón y llegó al Mediterráneo partiendo la zona republicana en dos. El intento republicano de evitar la caída de Valencia también fracasó y dio lugar a una de las batallas más largas y sangrientas de la guerra (batalla del Ebro). El fin de la guerra (Diciembre 1938-Abril 1939). Tras la caída de Cataluña, el coronel Casado dio un Golpe de Estado y entregó Madrid a los sublevados. El 1 de Abril de 1939 el general Franco comunicaba el fin de la guerra.