Portada » Lengua y literatura » Esquema de las aventuras de don quijote
Sancho Panza es el escudero de Don Quijote. Comparte con él el mérito de ser un protagonista central. Es la antítesis del hidalgo: bajito, grueso, a él le interesa estar alimentado y así ser feliz. Es un aldeano rústico, práctico, le interesa la realidad. Quiere sacarle provecho a cada situación. Sin embargo, resulta ser un servidor muy leal: en todo momento se preocupa por el bienestar de su amo, a quien protege y admira.
Don Quijote enloquece después de haber leído demasiadas novelas de caballería. Adopta un nuevo nombre, decide enamorarse de Dulcinea del Toboso (dama a la cual no conoce).
Se considera un caballero andante, siguiendo el modelo del Rey Arturo de Inglaterra, de Amadís de Gaula y de muchos otros. Su obsesión por la caballería hace que dispute batallas que no son necesarias, sale molido de ellas, y ve la realidad de forma diferente, como si estuviera bajo un encantamiento. Su enloquecimiento es inocente, no es peligroso para los demás, solo para él mismo.
En la primera parte, la gente se burla de su locura y de sus disparates. Don Quijote en esta tiene alucinaciones, mientras que en la segunda parte, excepto en el episodio del molino, son los demás personajes los que intentan jugar con la locura, ya conocida, de Don Quijote.
Cuando don
Quijote acepta su locura y se identifica con el papel de caballero andante, es capaz de pensar de forma realista dentro de esta personalidad adoptada.
La locura de Don Quijote tiene una función de análisis y crítica: un loco, en muchos casos, se fija en las cosas que los otros no ven o no quieren ver. Y así, la locura sirve también para exponer con libertad las opiniones críticas sin miedo a la censura.
En la primera parte, la narración de las aventuras del «caballero andante» se interrumpe en varias ocasiones por la intercalación de novelas cortas de diversos géneros: el episodio de Marcela y Grisóstomo (pastoril), El curioso impertinente (realista, emparentado con El celoso extremeño de las Ejemplares), El cautivo (ideorrealista, con rasgos autobiográficos). Por otra parte, abundan las interrupciones del tema para hablar de otras acciones (escrutinio de la librería, discurso de las armas y las letras y sobre la edad de oro, etc.). Y el estilo es, en general, antiguo, más altisonante, de períodos más amplios. Predomina la intención burlesca.
En la segunda parte, la narración es rectilínea, no hay intercalaciones ni interrupciones, y el estilo ha ganado en expresividad. Hay una mayor «seriedad».Se ha supuesto que Cervantes aceleró la terminación del Quijote ante la aparición de la falsificación de Avellaneda, pero también se ha dicho, con toda razón, que la gran novela cervantina es una excepción a la regla de que «nunca segundas partes fueron buenas», pues esta segunda parte es mejor que la 1ª la primera en todos los terrenos.
La locura de Don Quijote evoluciona en tres fases principales, correspondientes a sus tres salidas. La primera parte (1605) relata las dos primeras salidas por tierras de la Mancha y Andalucía. El peregrinaje por tierras de Aragón y Cataluña hasta Barcelona y su regreso a la Mancha ocupa toda la segunda parte (1615).
Primera salida Primera parte, capítulos 1 al 5. Don Quijote desfigura la realidad y la acomoda a sus fantasías El hidalgo manchego Don Alonso Quijano, llamado por sus convecinos el Bueno, “se enfrascó tanto en su lectura” que, “rematado ya su juicio” concibe la peregrina idea de hacerse caballero andante, y de “ejercitarse en todo aquello que él había leído que los caballeros andantes se ejercitaban, deshaciendo todo género de agravio, y poniéndose en ocasiones y peligros donde, acabándolos, cobrase eterno nombre y fama” con que mereciera el amor de su dama, Aldonza – Dulcinea, una aldeana idealizada por él. Bajo el nombre de Don Quijote de la Mancha, con armas antiguas y su viejo caballo, Rocinante, se lanza al mundo haciéndose armar caballero en una venta que imagina ser castillo, entre las burlas del ventero y las de las mozas del mesón. Creyéndose ya un auténtico caballero, realiza su primera hazaña liberando a un joven pastor a quien su amo está azotando. Tras una discusión acalorada con unos mercaderes, de la que resulta malherido, un vecino lo auxilia y lo devuelve a su aldea.
Segunda salida Primera parte, capítulos 7 al 52. Quijote desfigura la realidad y los demás le contradicen + Ama, sobrina, cura y barbero han pegado fuego a buena parte de los libros de Don Quijote y tapiado su biblioteca, mientras él se halla convaleciente en su lecho. Ya repuesto, convence a un rudo y ambicioso labrador vecino suyo, Sancho Panza, para que le acompañe en sus aventuras. Ya con su escudero, lucha contra unos gigantes que no son sino molinos de viento; se enfrenta con un vizcaíno, al que vence; da libertad a unos galeotes perseguidos por la Santa Hermandad, que, ingratos, le apedrean; hace penitencia en Sierra Morena, donde escribe una carta a Dulcinea; envía a Sancho al Toboso para que se la entregue; el canónigo y el barbero de su aldea han salido a buscarle; encuentran a Sancho y le impiden cumplir con el encargo de su amo; hallan a Don Quijote y lo devuelven, engañado, a su pueblo, metido en una jaula, dentro de la cual sufre pacientemente la burla de sus vecinos.
Tercera salida Segunda parte. Don Quijote no es víctima de su fantasía: ahora le engañan los demás Don Quijote y Sancho inician la tercera salida, encaminándose al Toboso, donde el escudero asegura a su amo que una rústica aldeana montada en un asno es Dulcinea, hecho extraordinario que Don Quijote atribuye a un mago enemigo suyo (el mismo que hizo desaparecer su biblioteca y transformó los molinos de viento en gigantes). Su obsesión será, a partir de ahora, encontrar el medio de desencantarla. Caminando por tierras de Aragón, ya famosos como personajes literarios, amo y escudero llegan a los dominios de unos duques que se burlan despiadadamente de la locura de ambos, hasta el punto de nombrar a Sancho gobernador de uno de sus estados (la ínsula Barataria), cargo que abandonará por razones extraordinariamente juiciosas. Nuevamente juntos caballero y escudero, para desmentir al falso Quijote de Avellaneda, cambian de itinerario y se dirigen a Barcelona, donde el hidalgo sufre su derrota definitiva luchando en fiera y descomunal batalla contra el Caballero de la Blanca Luna, que no es otro que su vecino, el bachiller Sansón Carrasco, quien le impone como condición regresar a su aldea. Física y moralmente derrotado, Quijote vuelve a la Mancha, de donde partió y, después de haber recobrado la cordura, muere cristianamente en su lecho.
Así como la locura del Quijote consiste en cambiar a su antojo cuanto le rodea, el centro principal de esa locura es el de todo hombre viviente: el amor. Si transformó la realidad, también transforma a la mujer amada hasta ver en ella a una alada princesa de las cortes caballerescas. Por ese su amor puede llegarse al fondo de su psicología, ya que responde a una necesidad de su vida, es un servicio que presta a otro ser y es una ilusión que lo sostiene en sus campañas. Amó a Dulcinea como se ama la gloria, como un reflejo de lo eterno, de lo indestructible, de lo permanente; con fidelidad y con desinterés, y por ella y en ella jamás se acobardó en el camino ni rebajó ninguno de sus pensamientos.
Dulcinea del Toboso, la amada del Quijote, lejana y fantástica, encierra en ella otros tipos femeninos: el de Aldonza Lorenzo, y el de la moza aldeana, en la cual fuera convertida por un encantamiento. Elemento indispensable para su vida de andante caballero es la dama: es decir, amó primero el ideal de una vida y buscó las condiciones a él inherentes. Así, aparentemente, no el amor le llevó a la aventura, sino la aventura le llevó al amor. El hallazgo de la señora de sus pensamientos fue bien sencillo: recordó a «una moza labradora de quien en un tiempo anduvo enamorado». No le era pues desconocida Y, aún más, no había desaparecido del todo en él aquel amor de antaño, así eligió a Aldonza para servirla y hacerla señora de los vencidos por su loca fantasía y de los librados —también en su imaginación— del atropello y de la insidia por la fuerza de su brazo.
Sin embargo, en el capítulo XXV del libro Sancho Panza nos hace una descripción de la aldeana, como tipo de mujer más cercana a Teresa Panza que a la princesa de Oriana. Don Quijote cambió el nombre a Aldonza Lorenzo y al variarlo, varió con él la personalidad de la moza. Comprendió el caballero la importancia del nombre en la humana personalidad: trocó el suyo al emprender la jornada de sus sueños Y trocó el de su dama. Su calidad ha de ser de princesa. En la hermosura de la dama se hacen realidad los imposibles atributos de la belleza: como en nuestros sueños son verdad nuestros anhelos y se nos entregan los más lejanos ideales. Don Quijote, como buen caballero andante, no admite réplica a su amada; en verdad, no hay nada que más le hiera que el que se ponga en tela de juicio la belleza o la nobleza de su dama.
El ideal amoroso puede de tal manera ser tan alto que llegue el hombre que lo ha creado a juzgarse incapaz de expresarlo.Dulcinea tiene valor de alta princesa por la única razón de que él la ama, como sus aventuras tienen inconmensurable valor por la única razón de que él las ha soñado, como su vida de caballero andante guiada por su ideal, iguala a las más grandes, porque él así la concibió.Para amar a Dulcinea le basta al caballero que posea dos cualidades: hermosura y buena fama. Los dos ideales del Siglo de Oro: la belleza formal y la moral, reflejada: en la honra.
Cervantes se inventa la figura del historiador arábigo Hamete Benengeli en el capítulo VIII de la Primera parte al fingir haberse encontrado en el mercado de Toledo un manuscrito árabe que continúa la historia interrumpida. Como está en árabe, Cervantes se la hace traducir a un morisco, por lo cual, el texto que le llega al lector ha sufrido dos mediaciones. La crónica del árabe es fiel y detallista, a veces hasta extremos inverosímiles, por lo que Cervantes tiene que hacerle algunas observaciones y, de paso, le atribuye cualquier tinte de inverosimilitud; para sí, en cambio, Cervantes se reserva los otros registros. Este procedimiento de recurrir a un segundo autor ya era conocido; lo utiliza principalmente en la Segunda parte, y no sólo para narrar la historia, sino también para algunos excursos y opiniones sobre la verdad literaria, la veracidad y la verosimilitud.
Solo con conocer un poco la figura de don Quijote se evidencia una falta de correspondencia con los modelos de héroe de la literatura caballeresca. Aunque las cualidades físicas (hombre maduro, con poca fuerzas) y el estado de sus armas (lleva unas armas que pertenecieron a sus bisabuelos) lo definen como un aspirante a caballero o como simple imitador, sus rasgos morales y su personalidad valiente lo convierten en ocasiones en un héroe perfecto. Don Quijote asume los peligros que le traen sus aventuras y no tiene miedo a cumplir las leyes éticas de la caballería en defensa de los más desafortunados aunque le cause consecuencias. Una de las características más peculiares del personaje es el deseo de ser lo que no puede ser. En muchas circunstancias, la constancia de don Quijote para afrontar cualquier reto o para ir más allá de sus propias posibilidades, lo convierten en un símbolo del esfuerzo humano.
Su percepción de la realidad y de sus convenciones personales, le impiden distinguir las normas jurídicas y legales de los ideales y usos de los libros de caballerías. Don Quijote se considera un caballero andante. La caballería y todo lo que ella conlleva es una religión para él. Uno de los ideales más importantes de don Quijote es el amor que procesa a su amada Dulcinea y que le animará a resistir ante las dificultades.