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El problema que se plantea Santo Tomás acerca del conocimiento es éste: ¿Sobre qué trata nuestro conocimiento?, ¿sobre lo sensible o lo espiritual? ¿Cómo llegamos al conocimiento abstracto, universal?, ¿cómo pasamos del conocimiento de lo concreto y particular-sensible propio de los sentidos, al conocimiento universal propio del entendimiento?
Así como para San Agustín el conocimiento es propio del alma que se vale del cuerpo como instrumento, para Santo Tomás es un acto del compuesto, de esa realidad que resulta de la unión sustancial de cuerpo-alma.
Hay dos clases de conocimiento.
El modo de conocer depende del modo de ser: como el hombre está constituido por cuerpo y alma, quiere decir que está dotado de unos órganos de conocimiento que son los sentidos. Pero como se trata de una unión sustancial de cuerpo y alma, el conocimiento que se tiene es un conocimiento humano. Éste se obtiene a partir de los sentidos: Nada hay en el entendimiento que antes no haya estado en los sentidos. Sigue a Aristóteles: se empieza a conocer desde lo sensible, desde lo concreto y particular.
El entendimiento elabora los conceptos a partir de los datos suministrados por los sentidos: abstrae de esos datos lo esencial de cada objeto (porque el objeto del entendimiento es el ser, la esencia de las cosas). El entendimiento tiene una doble actividad: por un lado es capaz de abstraer, de sacar lo esencial de cada objeto percibido por los sentidos; por otro lado es capaz de formular un concepto abstracto, universal. Es capaz de hacer ciencia (sin conceptos universales no es posible la ciencia).
Santo Tomás hace un análisis muy fino de cómo llega el entendimiento a formular los conceptos universales a partir del conocimiento sensible:
1. Los sentidos captan el objeto sensible, concreto. Es el punto de partida: un hombre concreto, un árbol… A esto lo llama Santo Tomás especie sensible impresa.
2. En la imaginación se graba la imagen propia de ese objeto. A esta imagen la llama Santo Tomás fantasma (del grupo “faino” = aparecer). Los fantasmas son las imágenes de los objetos de nuestros sentidos que se graban en nuestra imaginación (=fantasía), y que Santo Tomás denomina especie sensible expresa.
3. El entendimiento agente (o activo) abstrae, despoja, desnuda al objeto concreto de todo aquello que le impide ser inteligible, quitándole todo aquello que tiene de particular, de concreto: le deja desnudo de todo lo individual, dejando sólo lo esencial y haciendo posible una representación inmaterial. El resultado es la especie inteligible impresa.
4. El entendimiento pasible (o pasivo) elabora, con los datos que le proporciona el entendimiento agente, el concepto universal. Es el que tiene propiamente la capacidad abstractiva, cognoscitiva, el que representa mentalmente el objeto percibido por los sentidos (se llama pasivo porque está en potencia en el orden cognoscitivo hasta que recibe la especie impresa del entendimiento agente). Los conceptos son siempre universales, abstractos. Es lo que Santo Tomás llama especie inteligible expresa.
5. La conversión al fantasma se produce cuando el entendimiento, teniendo este concepto universal, lo aplica al objeto concreto: si tengo el concepto universal “hombre” lo aplico a “juan” (este hombre concreto) que estoy viendo y formulo el juicio: “Juan es un hombre”. El entendimiento conoce directamente el universal: los seres concretos los conoce de modo indirecto.
Dios estableció el orden y funcionamiento del universo a través de una leyes (a esto lo denomina Tomás de Aquino “ley eterna”).
Esta ley eterna en el caso de criaturas creadas como los seres humanos da origen a la ley natural (la ley natural determina la moral humana en función de la naturaleza del ser humano y de su razón).
Las leyes positivas (o ley positiva) son las leyes, los códigos del derecho que aprueban los Estados, al aplicar la ley natural a las sociedades humanas.
Según Aristóteles el hombre actúa por un fin, por un bien; el bien supremo es la felicidad; y ésta consiste en el ejercicio de la virtud perfecta.
Siguiendo, pues, sus raíces aristotélicas Sto. Tomás está de acuerdo con Aristóteles en la concepción teleológica de la naturaleza y de la conducta del hombre: toda acción tiende hacia un fin, y el fin es el bien de una acción.
Según Tomáss, los actos del hombre son actos libres y proceden de la voluntad, y el objeto de la voluntad es el bien. ¿Cuál? No las riquezas, ni el placer, ni el poder, ni la ciencia, sino el Bien supremo, el bien universal; no es algo que esté fuera, ni dentro del hombre sino en algo que esté por encima, que sea trascendente; es decir, en Dios.
Entonces, todos los bienes, todos los fines, están subordinados a algo supremo, trascendente, que es Dios. Dios es el bien del que dependen todas las cosas; todas las cosas y todos los bienes están ordenados a Dios, como bien supremo que no puede estar en ninguno de los bienes externos.
La felicidad propuesta por Aristóteles es imperfecta, puesto que es la que puede alcanzarse en esta vida.
La felicidad que propone Tomás es perfecta, porque incluye la visión beatífica de Dios, completamente extraña a la felicidad aristotélica. La felicidad perfecta consiste en un acto del entendimiento: no en un conocimiento natural de Dios, sino en un ver a Dios y conocerle como Él es, por un don del mismo Dios.
Todo ser natural posee unas tendencias que se derivan de su naturaleza. El hombre también, y de su conocimiento derivan ciertas normas de conducta. De ahí que podamos decir que su ética está basada en la ley natural.
Contenido de la ley natural.
-Se deduce del repertorio de tendencias naturales del hombre. Existen tres tipos de tendencias:
a) En tanto que sustancia, el hombre tiende a conservar su propia existencia. La conservación del individuo y de la especie es un deber moral.
b) En tanto que animal, el hombre tiende a procrear. De aquí pueden derivarse algunas normas de conducta relacionadas con el cuidado y protección de los hijos: deber moral de la pareja y educación de los hijos.
c) En cuanto racional, el hombre tiende a conocer la verdad y a vivir en sociedad. Puesto que la vida en sociedad supone organizar la convivencia de manera que nos permita a cada uno alcanzar nuestros fines, la exigencias de verdad y justicia deben respetarse siempre: la sociedad es la “ordenación racional de la convivencia”. Hay por tanto obligación natural de buscar la verdad y respetar la justicia.
Santo Tomás interpreta la ley natural como la ley moral, que establece lo que los seres humanos deben y no deben hacer. Estas leyes morales surgen de la razón humana que ordena hacer el bien y prohíbe hacer el mal. La ley moral es natural y racional. Es racional porque es dictada por la razón; es natural porque la propia razón es un rasgo de la naturaleza humana y porque describe las acciones que resultan convenientes para alcanzar los fines de nuestra naturaleza.
La razón es una, pero con dos usos distintos, distinguiéndose entre:
-Razón teórica o especulativa es decir, la razón que se encarga de conocer.
-Razón práctica, aplicable a la acción humana, es la razón que se encarga de cómo debemos actuar. Engloba, por tanto, las cuestiones éticas, el conocimiento del bien moral (lo que para Santo Tomás es la ley natural).
Para Aristoteles y para Santo Tomás, los primeros principios de la razón teórica son ciertas verdades que suponen leyes primeras que cumplen todos los entes, todo lo existente. Se trata de verdades evidentes por si mismas e indemostrables. También son principios lógicos, ya que regulan toda la actividad racional (toda razón es regulada por estas leyes primeras). Santo Tomás también los llama “primeros principios de la demostración”.
Siguiendo a Aristoteles, para Santo Tomás el primero de estos principios es el principio de no contradicción. Éste es el principio supremo, el más firme de todos los principios, y se formula de las siguientes maneras:
-“No se puede afirmar y negar a la vez una misma cosa”.
-“Es imposible ser y no ser al mismo tiempo” (es decir, no es posible que algo exista y no exista al mismo tiempo).
Ahora bien, para Santo Tomás lo mismo que existen primeros principios de la razón práctica (los primeros principios de la ley natural), que también resultan ser evidentes por sí mismos. Lo mismo que existe un primer principio de la razón teorica (el principio de no contradicción), existe un primer principio de la razón práctica, que tiene el mismo valor de aquél.
El primer principio de la razón práctica se funda sobre la noción de bien, y se formula así: “el bien es lo que todos apetecen”, siendo en consecuencia el primer precepto de la ley natural: “debe hacerse el bien y evitarse el mal”, principio en el que se fundan todos los demás preceptos o principios de la ley moral.
Dado que la ley natural se fundamenta en la naturaleza humana, y ésta en Dios, la ley natural no es convencional, es inmutable y la misma para todos (universal).
Si verdaderamente la ley natural se deduce de nuestras tendencias naturales, su contenido ha de ser evidente, universal e inmutable.
-Evidente:
Los preceptos de la ley natural han de ser conocidos fácilmente por todos los hombres. No serviría para orientar la conducta de todos los seres humanos si sus mandatos no son asequibles fácilmente a todos los hombres, sin necesidad de un sofisticado proceso educativo.
-Universal:
La naturaleza humana es común para todos los hombres.
Si realmente es un reflejo de la naturaleza humana, los hombres de todas las culturas, países, razas, y religiones deberían reconocer los mandatos derivados de ella.
-Inmutable:
La naturaleza humana permanece siempre la misma. Sólo es ley natural lo que permanece inalterado a través de todos los cambios en las distintas sociedades.
Si su contenido se deriva directamente de lo más auténtico esencial de la naturaleza humana, en nada debería haber cambiado su contenido a lo largo de la historia. Debe permanecer constante a pesar de los cambios históricos.