Portada » Historia » España y la primera guerra mundial la crisis de 1917
La I Guerra Mundial, 1914-1918, fue decisiva para entender la política de España en el siglo XX. Por dos causas:
la neutralidad ante el conflicto y porque en 1917 se descompone finalmente el sistema de la Restauración.
La guerra comenzó el 28 de julio de 1914 y dos días más tarde se publicó el Decreto de Neutralidad y de no-intervención.
Contra la neutralidad firmada por el rey se opuso desde el principio el liberal Romanones que en un artículo periodístico ya advirtió que esa neutralidad sería negativa para la política internacional de España.
A pesar de la neutralidad, la guerra provocó un triple trastorno: dividió y enfrentó a los españoles en dos bandos, provocó una gran alteración económica y dio lugar a una profunda transformación moral.
La guerra alteró ideológicamente al país: las izquierdas demócratas se manifestaron al lado del bando aliado (Francia, Reino Unido, Rusia, Italia y EEUU) eran personas idealmente enamoradas de la cultura y del progreso, sobre todo de la cultura y del pensamiento de Francia. Además con estos países realizaban los industriales catalanes y vascos sus negocios.
Las derechas se hicieron germanófilas (a favor de Alemania y del Imperio Austro-Húngaro), eran sobre todo oficiales del ejército, el alto clero, la gran burguesía agrícola y de los negocios, y en general aquellas personas de la clase media defensoras del Orden y la Paz.
¿Por qué fue España neutral?, nadie ha explicado en profundidad este hecho, sí se ha apuntado a nuestra incapacidad militar, a la inestabilidad política y a nuestra perpetua debilidad económica.
Los negocios derivados de la neutralidad enriquecieron a unos desmesuradamente y hundieron en la miseria a la mayoría.
Frente a la euforia burguesa, continuó la carestía de la vida que afecto sobre todo a la clase obrera. En el transcurso de la guerra fue empeorando la situación del país porque fueron aumentando las diferencias entre las clases.
El rapidísimo enriquecimiento de unos pocos trajo la indignación de la clases trabajadoras a consecuencia de la subida de los precios de los productos básicos, de la especulación empresarial y comercial y de una exagerada exportación a precios muy altos.
La población comenzó a exigir una mayor participación en la vida política y social, que rompía con el esquema de partidos de turno y que provocó una radicalización tanto en el campo como en la ciudad.
Llamada “crisis del verano de 1917”. En realidad fueron tres revoluciones, aunque no conectaron entre sí. Todo comenzó con una revolución de los militares, continuó con otra de la burguesía y acabó con la del proletariado.
La monarquía quedó en pie pero quebrantada. La opinión pública despertó y el proletariado tomó conciencia de clase, que acabaría con un proceso de unión de todas las fuerzas de izquierda que culminaría en 1931.
LAS JUNTAS DE DEFENSA.
En 1910, el ejército español comenzó a demandar un incremento en sus salarios, eso, unido a la introducción de nuevos mandos militares por méritos en la guerra, fue el origen de las llamadas Juntas de Defensa.
Ahora, en 1917, las posibilidades de ascenso se encontraban en Marruecos. Una marcha al Rif por unos meses daba pie al rey para promocionar a sus amigos y beneficiaba a los oficiales más jóvenes y solteros que además de cobrar sueldos más altos se veían rápidamente ascendidos.
En enero de 1917 se habían formado Juntas de oficiales de infantería y de caballería en la mayor parte de las guarniciones del país. Sus objetivos: oponerse al ascenso por méritos en la guerra, solicitar una subida de salarios y enfrentarse a los políticos del Parlamento, que debían de tener más respeto al ejército, columna vertebral del país.
En 1918 se proclamó la Ley del Ejército, que trajo consigo el aumento de los sueldos y la regulación de los ascensos por medio de una Junta de Clasificación que frenaría los ascensos espectaculares. Conseguidas sus reivindicaciones el ejército volvió a ser el pilar de la monarquía y del gobierno frente al problema social.
LA ASAMBLEA DE PARLAMENTARIOS.
Fue el segundo acto de la crisis.
Desde febrero de 1917 las Cortes estaban cerradas por miedo a que surgieran los problemas en España. Había tantas cuestiones que solucionar que Cambó, líder de la Lliga y de la burguesía catalana decidió intervenir. La insurrección de las Juntas de Defensa era lo suficientemente importante como para abrir las Cortes. Si el presidente de Gobierno, Dato, no abría el Parlamento, entonces había que convocar una asamblea parlamentaria e imponer un nuevo gobierno con las fuerzas más representativas del país. No cabía duda de que lo que Cambó pretendía era imponer un estado federativo para España.
El gobierno no atendió a la petición de abrir las Cortes y el 5 de julio se reunieron en Barcelona 59 diputados y senadores catalanes. Era la rebelión de los grupos progresistas catalanes contra la oligarquía que ejercía el poder. Cambó intentó buscar el apoyo en las demás fuerzas políticas del país.
Pese a todo, la Asamblea Parlamentaria en acción contra el gobierno se celebró en Barcelona el 19 de julio. El gobierno contraatacó disolviendo la asamblea, rechazándola por separatista. Poco a poco esta asamblea se fue disolviendo sola, más por el miedo a la revolución social que por debilidad política.
LA HUELGA GENERAL.
Para cuando empezó la huelga los militares ya estaban preparados para impedir cualquier subversión social o política y los políticos catalanes ya no pretendían ir más lejos de donde habían llegado.
En mayo de 1916, el congreso de UGT propuso una huelga general para lograr la unión de los partidos republicanos, la salida del rey y la creación de un gobierno provisional.
En ese mes UGT (socialistas) y CNT (anarquistas) iniciaron contactos para pedir al gobierno medidas para lograr el abaratamiento de las subsistencias.
En diciembre de ese año se convoca una huelga general de 24 horas que fue un rotundo éxito.
Romanones prometió resolver los problemas de los obreros, pero dejó de ser presidente del gobierno y, cuando Dato llegó al poder, en junio de 1917, no cumplió las promesas de su predecesor. Fue entonces cuando se llegó a la convocatoria de una huelga general, pacífica, extendida por todo el país y que duraría lo que fuera necesario.
El momento parecía el apropiado, pues el ejército y la burguesía catalana se enfrentaban al gobierno; sin embargo, aparecieron diferencias entre los organizadores: el PSOE y la UGT preferían esperar, mientras que la CNT quería entrar en acción cuanto antes.
El 19 de julio se produjo en Valencia una huelga de ferroviarios y tranviarios que acabó en despidos sin posibilidad de readmisión. A partir de este momento se suceden los acontecimientos en cadena:
Desde entonces y hasta agosto, se produjeron huelgas en las principales ciudades industriales, los huelguistas se enfrentaron al ejército, hubo muertos y heridos en Madrid, Barcelona, Asturias y Biskaia. En Barcelona la huelga, a pesar del ejército, duró 17 días.
Fue entonces cuando el ejército decidió mostrar al país dónde estaba la verdadera fuerza de orden y paz, además de prueba de la fidelidad del ejército a la monarquía frente a los políticos. Su intervención contra los huelguistas fue definitiva para terminar con esta rebelión.
Estos hechos hicieron que el ejército español perdiera el favor y el apoyo del pueblo y le dio fuerzas para intervenir en la vida política cuando lo considerara oportuno.