Portada » Historia » España en la Era Napoleónica: Guerra, Revolución y Constitución
La Revolución Francesa de 1789 marcó el inicio de un proceso que dio paso al liberalismo político, al capitalismo y a la sociedad de clases, provocando la caída del Antiguo Régimen en Europa. La revolución se extendió por el continente a través de los ejércitos de Napoleón, quien controlaba el poder en Francia. Los ejércitos napoleónicos invadieron España en 1808.
Tras la muerte de su padre, Carlos IV accedió al trono y delegó las funciones de gobierno en validos. Pronto se decantó por Manuel Godoy, una figura ajena a la aristocracia influyente del país, procedente de la guardia real.
El estallido de la Revolución Francesa provocó en España una reacción política conservadora. Floridablanca intentó evitar cualquier contagio revolucionario controlando las publicaciones y personas que cruzaban la frontera. La tensión con Francia fue en aumento, lo que condujo a la Guerra de la Convención, que finalizó en 1795 con la Paz de Basilea.
En noviembre de 1792, Godoy se convirtió en el todopoderoso valido del rey. Fue el artífice de una política de aproximación a Francia con el Pacto de San Ildefonso, que establecía la cooperación militar. España declaró la guerra a Inglaterra en 1797, sufriendo una derrota en el Cabo de San Vicente. En 1800 hubo un acercamiento entre España y la Francia de Napoleón, y en 1801 se declaró la guerra a Portugal en la Guerra de las Naranjas para contentar a Napoleón. Francia y España se enfrentaron a Inglaterra en la Batalla de Trafalgar. Godoy recurrió al endeudamiento público, pero no fue suficiente y aumentó su oposición.
En 1806, Napoleón decretó un bloqueo contra el comercio británico, respaldado por varios estados europeos. Portugal se negó a cumplirlo, por lo que Napoleón decidió invadirlo. Para ello, firmó en 1807 el Tratado de Fontainebleau con Godoy, mediante el cual España autorizaba al ejército francés a atravesar su territorio. A finales de 1807 y comienzos de 1808, entraron en España varios cuerpos de ejército, muchos más de los pactados, lo que levantó la oposición contra Godoy y Carlos IV.
Todo esto desembocó en una conspiración contra el rey, conocida como la Conjura del Escorial en 1807. El segundo acto fue el Motín de Aranjuez en 1808, donde una multitud asaltó el palacio real. Al día siguiente, Godoy fue depuesto y Carlos IV se vio obligado a ceder la corona a su hijo, Fernando VII.
Carlos IV escribió a Napoleón narrando lo sucedido y reclamando su ayuda. Napoleón exigió la renuncia al trono de toda la familia real en las Abdicaciones de Bayona. El nuevo rey, José I, convocó Cortes para aprobar una constitución, el Estatuto de Bayona, un texto que seguía las directrices de Napoleón, pero que en realidad era una carta otorgada.
José I puso en marcha un programa reformista para liquidar el Antiguo Régimen. Entre sus medidas destacan la libertad de imprenta y de comercio.
En mayo de 1808 se produjo un levantamiento popular contra la presencia francesa. Las tropas napoleónicas respondieron con una violenta represión, aplicando la pena de muerte. Ante el vacío de poder creado por las abdicaciones, surgieron numerosas Juntas de Armamento y Defensa. La necesidad de coordinar la lucha impulsó la formación de Juntas Provinciales que asumieron el poder en ausencia de Fernando VII. Esto provocó la huida de los franceses y la creación de la Junta Suprema Central, encargada de coordinar la guerra y dirigir el país, reconociendo a Fernando VII como rey legítimo.
Las dificultades a las que se enfrentaron las tropas españolas provocaron que Napoleón acudiera a España en 1808 con un gran ejército. La victoria francesa en Ocaña en 1809 y su avance hacia el sur permitieron la ocupación de casi toda España. Surgieron las guerrillas, pequeñas unidades de paisanos armados que hostigaban a los franceses, viviendo sobre el terreno. La derrota francesa en Vitoria en 1813 precipitó la salida de José I de España. En agosto, el ejército francés cruzó la frontera hispano-francesa tras la derrota de San Marcial. En 1813 se firmó el Tratado de Valençay, un acuerdo bilateral entre Napoleón y Fernando VII que ponía fin a la guerra.
La guerra provocó un elevado número de muertes y el exilio de miles de afrancesados que habían colaborado con José I y que tuvieron que cruzar los Pirineos junto con las tropas francesas. También hubo cuantiosas pérdidas materiales y el expolio de obras artísticas. La crueldad y la devastación fueron plasmadas por Goya en sus grabados titulados Los Desastres de la Guerra.
La Junta Suprema Central se disolvió en 1810. La elección de los diputados para las Cortes de Cádiz fue un proceso complicado, con una gran diversidad de representación. Las Cortes, que se abrieron en septiembre de 1810, estaban formadas por una única cámara que asumía la soberanía nacional y proclamaron a Fernando VII como único y legítimo rey.
Una comisión se encargó de redactar el proyecto de Constitución, que constaba de 10 títulos y 384 artículos. Se trata de un texto muy extenso y detallado. En las Cortes surgieron dos grandes corrientes ideológicas: los liberales y los absolutistas. Los principios fundamentales de la Constitución eran la Soberanía Nacional y la Monarquía Parlamentaria, el reconocimiento de derechos individuales y la igualdad ante la ley. Se establecía la división de poderes:
Las Cortes desarrollaron una legislación que buscaba acabar con el Antiguo Régimen y crear un nuevo Estado. Entre las medidas más destacadas se encuentran:
El periodo comprendido entre 1808 y 1814 fue una etapa convulsa que contribuyó a enriquecer el debate político y social, marcando la primera quiebra del Antiguo Régimen en la lucha por los derechos civiles. En las primeras décadas del siglo XIX se produjo la implantación del liberalismo, no sin interrupciones y sobresaltos.