Portada » Historia » España en el Siglo XX: De la Monarquía de Alfonso XIII a la Segunda República
Durante el reinado de Alfonso XIII en España, desde 1902 hasta la proclamación de la Segunda República en 1931, el país enfrentó una serie de desafíos tanto internos como externos que dejaron una profunda huella en su historia. Uno de los principales eventos que impactaron en España fue su intervención en Marruecos. Este episodio se inscribe en el contexto del reparto de África entre las potencias europeas a finales del siglo XIX y principios del XX. La participación española en la Conferencia de Berlín de 1885 resultó en la adquisición de territorios poco convenientes en el norte de África, como el Sahara Occidental, Guinea Ecuatorial y áreas de Marruecos, especialmente en la región del Rif. Esta última zona estaba habitada por tribus rebeldes que se oponían al dominio colonial y colaboracionista marroquí.
La gestión española en Marruecos pronto se vio sumida en conflictos y tensiones. La incapacidad para controlar a las tribus rifeñas condujo a enfrentamientos violentos, como la llamada Semana Trágica en 1909, que estalló en Barcelona como respuesta a la movilización de reservistas para sofocar la revuelta en Marruecos. Estos disturbios sociales reflejaron el malestar generalizado y la creciente insatisfacción con el gobierno de la monarquía.
La Primera Guerra Mundial también tuvo un impacto significativo en España. Aunque el país se mantuvo neutral en el conflicto, su economía se vio afectada por las demandas de suministros de los países beligerantes. Las empresas españolas, especialmente las catalanas, se beneficiaron económicamente al proporcionar productos como textiles y carbón. Sin embargo, estos beneficios fueron en gran medida especulativos y no se reinvirtieron adecuadamente en mejorar la infraestructura o los medios de producción. Además, la guerra provocó un aumento de los precios y salarios sin control, lo que exacerbó la inflación y contribuyó a las tensiones sociales.
Las condiciones laborales empeoraron en muchos sectores, lo que llevó a un aumento de la actividad sindical y a la organización de huelgas y protestas. La inestabilidad política se agravó aún más por la incapacidad de los partidos dinásticos para abordar las crecientes demandas sociales y laborales. La crisis de 1917 fue un punto de inflexión, ya que marcó la consolidación de las protestas y demandas acumuladas en años anteriores. Las huelgas, manifestaciones y actos violentos se multiplicaron en todo el país, reflejando un profundo malestar con el régimen político existente. La Revolución Rusa y sus ideales también ejercieron una influencia significativa en este período, alimentando las aspiraciones de cambio y la lucha por los derechos sociales y políticos.
El descontento social y político continuó en ascenso, exacerbado por la profunda crisis económica que siguió a la guerra. El sistema político de la Restauración mostraba claros signos de agotamiento, con una incapacidad manifiesta para satisfacer las demandas y necesidades de la sociedad. Las tensiones entre los diferentes grupos políticos y sociales se intensificaron, abriendo paso a una era de convulsión y cambio en la que los ideales republicanos y la lucha por la justicia social cobrarían una relevancia sin precedentes. Finalmente, este período sentó las bases para importantes cambios políticos en el futuro de España. La inestabilidad y las tensiones sociales prepararon el terreno para la llegada de regímenes autoritarios, como el de Primo de Rivera, y, finalmente, para la proclamación de la Segunda República en 1931, un hito clave en la historia moderna del país.
La proclamación de la Segunda República Española en abril de 1931 fue el punto culminante de un período de agitación política y social en España, que puso fin al régimen de la Restauración, que había dominado la escena política del país durante más de medio siglo. La crisis económica mundial de 1929 exacerbó las tensiones internas, evidenciando la obsolescencia del sistema político canovista y generando un ambiente propicio para el cambio.
El Pacto de San Sebastián, firmado en agosto de 1930, fue un hito importante que reflejó la convergencia táctica entre los distintos sectores republicanos, desde los más moderados hasta los más radicales, así como con los socialistas. Esta coalición presentó una alternativa clara al régimen monárquico, aglutinando a diversos sectores de la sociedad española que anhelaban un cambio profundo y democrático.
Las elecciones municipales celebradas en abril de 1931 fueron un claro plebiscito a favor de la República, evidenciando el amplio respaldo popular a la coalición republicano-socialista. Aunque la mayoría de los concejales electos eran monárquicos, en los lugares donde el voto era genuinamente libre, los candidatos republicanos obtuvieron una victoria abrumadora. La proclamación de la República el 14 de abril de 1931 fue un acontecimiento histórico caracterizado por su espontaneidad y su amplio apoyo popular.
La ciudadanía se congregó en las calles y plazas para celebrar el advenimiento de un nuevo régimen político, que fue recibido con esperanza y entusiasmo en la mayoría de los sectores sociales, desde los carlistas hasta los anarquistas. El gobierno provisional, formado por las fuerzas políticas del Pacto de San Sebastián, asumió el poder y facilitó el relevo institucional de manera relativamente pacífica.
Sin embargo, la nueva República se encontró con numerosos desafíos tanto a nivel internacional como interno. La crisis económica mundial de 1929 y el ascenso del totalitarismo en Europa complicaron el panorama internacional, mientras que internamente, la República heredó una serie de problemas estructurales, desde la cuestión territorial hasta la reforma agraria y la separación entre la Iglesia y el Estado.
La Constitución de 1931 representó un avance significativo en términos de democracia y derechos civiles. Estableció una República democrática de trabajadores de todas las clases, reconociendo el sufragio universal masculino y femenino y garantizando un amplio abanico de libertades políticas y sociales. Uno de los logros más destacados de la Constitución fue la inclusión del sufragio femenino, que culminó tras un intenso debate parlamentario entre defensoras y detractoras. Esta victoria marcó un hito en la lucha por la igualdad de género y los derechos políticos de las mujeres en España.
Durante el Bienio Progresista (1931-1933) en España, liderado por Manuel Azaña tras la retirada de Alejandro Lerroux y el Partido Radical del gobierno, se implementaron una serie de reformas profundas que abarcaron diversos aspectos de la sociedad y la política española.
Finalmente, los sucesos de Casas Viejas en 1933, donde una revuelta anarquista fue reprimida violentamente, desgastaron al gobierno y contribuyeron a su caída. Estos eventos marcaron el fin del periodo de reformas estructurales y dieron paso a una nueva fase política en España, con la victoria de la derecha en las elecciones de noviembre de 1933, representada por la CEDA.