Portada » Griego » Épica Griega: Origen, Transmisión y Legado de la Ilíada y la Odisea
La épica nace en Grecia con dos magníficos poemas, la Ilíada y la Odisea, herencia de una rica tradición oral, surgida en época micénica, quizá incluso antes de la guerra de Troya. La oralidad de estos poemas se debe principalmente a que no existía un alfabeto específico para la creación de una literatura escrita y no fue hasta el siglo IX –VIII a.C. aproximadamente cuando se produce la difusión de este.
En estas dos piezas literarias encontramos las hazañas de los hombres que tuvieron lugar como motivo de la guerra de Troya. En estas narraciones lo importante no es la guerra sino los sufrimientos que ha causado a los hombres.
Homero, el conocido como autor de los poemas que se supone que vivió en el siglo VIII a.C., ha sabido seleccionar y transmitir el rencor de Aquiles, en torno al cual elabora los más de 15.000 versos de la Ilíada y el difícil regreso de Odiseo a Ítaca en los más de 12.000 versos de la Odisea, con los que nos ofrece precisas y excelentes pinceladas de lo que fue la guerra de Troya y sus efectos.
Poco sabemos de la épica anterior a Homero. Las únicas noticias sobre la existencia de los aedos, de los que el propio poeta nos habla de estos cantores de palacio de los reyes como Demódoco y Femio.
En la épica encontramos también recursos propios de la poesía oral como son los epítetos fijos referidos a dioses y héroes, las escenas típicas y las fórmulas que se repiten en numerosas ocasiones a lo largo de los poemas.
La Ilíada y la Odisea han llegado a nuestras manos a pesar del tiempo. Sin duda han contribuido a su conservación en la antigüedad la aparición de los rapsodas, recitadores que ayudaron a fijar el texto, así como el hecho de que los niños griegos aprendieran a leer a Homero.
Aunque son los filósofos alejandrinos del siglo III a.C., Zenódoto de Éfeso, Aristófanes de Bizancio y Aristarco de Samos, quienes con su trabajo sobre las numerosas copias anteriores lograron hacer una edición lo más cercana posible al original. A ellos debemos, especialmente a Zenódoto, la división de los poemas en 24 cantos cada uno.
La lengua de Homero mezcla elementos de los principales dialectos griegos a excepción del dorio. Por lo que la lengua homérica ofrece una especie de mosaico dialectal, donde encontramos desinencias que no coinciden con las del dialecto jónico-ático del siglo V a.C.
Por otra parte, se trata de una lengua artificial con algunos arcaísmos y otras alteraciones debidas a la métrica, ya que la Ilíada y la Odisea están escritas en hexámetros dactílicos, versos de seis pies, espondeos (–) o dáctilos (–˘˘), generalmente alternándose entre sí.
También encontramos recursos para recordar, propios de este tipo de poesía, como los epítetos y fórmulas fijas que se repiten en las mismas situaciones y, con frecuencia, en los mismos lugares del verso.
En torno a la llamada “cuestión homérica”, la ciencia filológica de los dos últimos siglos ha ofrecido una opinión dividida entre dos tendencias: una, la crítica analítica, que veía varios autores en la elaboración de cada uno de los poemas, y otra, la crítica unitaria, que considera, al menos, cada poema obra de un solo autor, e, incluso, ambos poemas, opinión generalmente admitida hoy.
La Ilíada transcurre en la guerra durante el asedio de la ciudad de Troya, mientras que la Odisea comienza cuando esa guerra ya ha terminado, transcurre en un medio distinto al de la Ilíada: largas y azarosas navegaciones, vida en cortes de príncipes griegos y extranjeros y, siempre, el mar es fuente de peligros y camino de regreso, podríamos decir que la Odisea parece un poema más unitario, por centrarse su acción en un solo héroe, Odiseo.
La estructura de la Odisea es muy clara:
La Odisea nos ofrece un remoto origen de lo que serán las narraciones de aventuras, principalmente la novela, que, como el poema homérico, tiene un final feliz.
La Odisea fue la primera obra griega traducida en Roma al latín. La versión de Livio Andrónico indica el aprecio de los romanos por esta epopeya y, sin duda, por su famoso héroe. Más tarde, en la Eneida, aparece como el destructor de Troya, la ciudad de donde huye Eneas, el fundador de Roma. Aunque en la Edad Media no se conocían en occidente los poemas homéricos, Ulises era un héroe famoso. Y así, Dante lo representa en la Divina Comedia, condenado por su audacia en medio de una bola de fuego, y allí Ulises relata su muerte, contando cómo fue tragado en su barco con los suyos cuando, curioso y audaz, avanzaba por el océano Atlántico.