Portada » Historia » En 1837, el motín de los sargentos de la granja dio lugar a un cambio de gobierno de signo progresista, los cuales elaboraron la constitución de 1837
La regencia de maria cristina
Tras la muerte de Fernando VII, el 29 de septiembre de 1833, se inició una guerra civil, la primera guerra carlista, y María Cristina como regente.
En esta etapa se consolidó la división del liberalismo en dos corrientes principales a lo largo de todo el reinado de Isabel II:
María Cristina ocupó la regencia y nombró un gabinete presidido por Cea Bermúdez, que se proclamó defensor de la monarquía absoluta. Las reformas necesarias las llevó a cabo Javier de Burgos (División provincial de fines de 1833). Liberales y absolutistas se opusieron a esta tímida reforma, los primeros por escasa y los segundos por excesiva.
Carlos María Isidro(apoyado por absolutistas) reclamaba la corona porque la Ley Sálica impedía a una mujer ocupar el trono. Comenzó así la primera guerra carlista.
El cambio de gobierno se hizo inevitable y en 1834 la reina gobernadora llamó a Martínez de la Rosa, que había estado en el exilio desde 1823, para formar un nuevo gobierno integrado por destacados políticos del trienio liberal.
Martínez, formó una constitución que, por influencia francesa, tenía el carácter de carta otorgada*. El Estatuto era, en realidad, una convocatoria de Cortes con dos cámaras: la cámara alta, y la cámara baja.
*Carta otorgada: Documento que se asemeja a una constitución en la que el rey concedía ciertos derechos sin reconocer el principio de soberanía nacional.
Esta reforma constitucional no satisfacía a los liberales doceañistas (diputados liberales) que reclamaban mayor participación ciudadana. Para los más moderados era suficiente, y para los sectores más reaccionarios, inaceptable, pues defendían la vuelta al absolutismo. El gobierno se enfrentaba, pues, a la oposición liberal y a la carlista.
Fue el conde de Toreno quien sustituyó a Martínez de la Rosa en 1835. Llevó a cabo importantes reformas, con la ayuda de Mendizábal, ministro de Hacienda.
La milicia urbana*(Civiles armados y reclutados por el ayuntamiento), de ideología progresista, protagonizó levantamientos (gobierno «revolucionario» de corte anticlerical y antiabsolutista). Poco después se exclaustraron todos los conventos.
Como consecuencia de las medidas del gobierno y de la «revolución de 835», el clero regular abrazó con entusiasmo la causa carlista. El gobierno de Toreno ordenó la disolución de las juntas, pero la tensión revolucionaria no disminuyó, por lo que la regente llamó a Mendizábal, para formar un gobierno.
La desamortización de Mendizábal
Desde 1835 hasta 1837 se consumó la transición política hacia el sistema liberal. Mendizábal consiguió que María Cristina respaldara la causa liberal progresista.
Se reorganizó la Milicia Nacional, y se planteó acabar la guerra gracias a los ingresos que se obtendrían por la desamortización de bienes del clero.
La desamortización de Mendizábal consistió en la transformación de las propiedades, en públicas, para subastarlas a particulares.
Los planes de Mendizábal no dieron resultado, pues la guerra continuó y el intento de sanear la deuda fracasó. La regente nombró presidente a lstúriz, que contó para su gobierno con Alcalá Galiano y Ángel de Saavedra.
La Constitución de 1837
La situación política no se estabilizó. El 12 de agosto se produjo el «motín de los sargentos de la Granja», que dio lugar a un cambio de gobierno progresista.
Los ayuntamientos pasaron a ser elegidos por sufragio universal masculino.
Pero el resultado más importante del motín de La Granja fue la convocatoria de unas Cortes que elaboraron una nueva constitución (1837).
La Constitución de 1837, de carácter progresista, recuperaba algunos aspectos del liberalismo de 1812 y con planteamientos del ideario moderado.
Tras el regreso de los exiliados políticos, el gobierno cesó y la reina gobernadora ofreció el gobierno al general progresista Espartero, que no aceptó. Las elecciones de 1837 dieron el triunfo a los moderados. El gobierno más duradero de esta etapa fue el de Evaristo Pérez de Castro (diciembre de 1838-julio de 1840).
El poder militar estaba protagonizado por Narváez (liberalismo moderado) y Espartero (progresista). Las diferencias entre progresistas y moderados reflejaron como afrontar la guerra:
La firma del Convenio de Vergara (1839) con los carlistas y su modificación posterior provocó un motín, lo que obligó a cambiar el gobierno.
Los moderados iniciaron una ofensiva legislativa para recuperar el control del proceso político.
La oposición de los progresistas a que la corona nombrase a los alcaldes obligó a la regente intento lograr el apoyo de Espartero sobre la ley. La firma por María Cristina en 1840 de la ley de ayuntamientos provocó la dimisión de Espartero. María Cristina no aceptó la dimisión, y provocó un cambio de gobierno.
El motín desatado en Madrid el 1 de septiembre, con la formación de juntas, obligó a la regente a pedir a Espartero que lo reprimiese. Este no solo se negó, sino que pidió un nuevo gobierno progresista, la disolución de las Cortes y una nueva ley de ayuntamientos.
La reina gobernadora nombró a Espartero presidente y renunció a la regencia el 12 de octubre.