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Locke es uno de los principales teóricos del
liberalismo y de los más destacados partí-
darios de los valores ilustrados de racionalidad,
tolerancia y filantropía, así como un firme de-
fensor de la separación entre la Iglesia y el
Estado. En su teoría del conocimiento, se
mostró partidario de los supuestos empiristas;
es decir, consideraba la experiencia sensible la
base para la construcción del conocimiento.
Su teoría política
parte de la crítica al poder hereditario de los
reyes y de la negación de que dicho poder
fuese de origen divino, como manténían los
defensores del absolutismo monárquico, ya
que esta teoría supone rechazar la idea de que
los hombres son libres e iguales por naturaleza.
Para fundamentar racionalmente la sociedad,
es necesario saber cuál es el estado natural del
hombre. Según Locke, en dicho estado, los
hombres son libres iguales, y tienen una serie
de derechos a la vida, a la libertad y a la pro-
piedad privada de los bienes conseguidos con
su trabajo.Pero en el estado natural es difícil la
defensa de los derechos individuales, por lo
que es necesario un contrato social entre el
pueblo y el gobernante que establezca una ley
objetiva y una organización política que los
salvaguarde. Así, el origen de la sociedad es
un pacto entre iguales. Esto supone aceptar la
voluntad de la mayoría y renunciar, en cierta
medida, a una parte de nuestra libertad para
disfrutar más de ella en un ambiente de
seguridad y tranquilidad.Por su parte, el poder
del Estado no es ilimitado, ni absoluto, ni
arbitrario, y los gobiernos solo pueden actuar
como mandatarios del pueblo, de quien
proviene el poder.
En la Carta sobre la
tolerancia, Locke presenta argumentos a
1.- Argumento político: los
males que sufre la comunidad política no son
producto de la división religiosa, sino de la
intolerancia humana. Es decir, la unidad de
fe y de culto no es imprescindible para la
vida del Estado; diferentes creencias pueden
convivir en paz siempre que ningún grupo
de creyentes sea oprimido por otro.
2.- Argumentos religiosos: toda Iglesia es una
sociedad libre y voluntaria, y nadie puede ser
obligado a entrar en una Iglesia particular o
a permanecer a ella. De hecho, la autoridad
eclesiástica no tiene ningún poder de
coerción (solo las autoridades civiles del
Estado lo tienen). La única regla disciplinaria
de una Iglesia es la excomunión. Además,
la persecución es anticristiana, pues el odio
es incompatible con el espíritu de amor del
cristianismo. 3.- Argumentos filosóficos: el
empleo de la fuerza resulta ineficaz en los
asuntos de la fe. La conciencia no se puede
coaccionar y ningún hombre puede,
aunque quiera, conformar su fe a los
dictados de otro hombre. Además, es
imposible tener certeza absoluta en los
temas sobrenaturales; por tanto, nadie tiene
derecho a perseguir a otro en nombre de
una verdad de la que puede estar más
cerca el perseguido. Para acercarse a la
verdad, todos los hombres cuentan con su
razón.La confianza de Locke en la razón
no supone prescindir de la fe; lo que ataca
es el dogmatismo fanático. Existe una
religión natural cuyo conocimiento es
accesible a la razón y cuyos postulados
están en la base de toda religión.
La libertad ha de tener unos límites: deben
ser excluidas de los beneficios de la
tolerancia aquellas opiniones que son
contrarias a la sociedad humana o a las
reglas morales que son necesarias para la
preservación de la sociedad civil.
Son pocas las Iglesias que profesan ideas
tan disolventes. Es el caso de la Iglesia
católica, que promueve la idea de que sus
fieles no están obligados a guardar los
tratados firmados con los herejes y
defiende la excomunión como medio de
destronar al príncipe. Además, exige al
gobernante que se someta a los dictados
del Sumo Pontífice, de manera queda
convertido en súbdito de un poder ex-
tranjero. Tampoco los ateos podrán gozar
de la tolerancia. Negar a Dios supone disol-
ver los fundamentos de toda lealtad y
amistad, sin las cuales la vida política es
imposible.El alcance de la tolerancia se
podría resumir diciendo que la libertad re-
ligiosa llega hasta donde se pueden que-
brantar los derechos de otro individuo o
atentar contra la propia existencia del
Estado.
Estado
La libertad religiosa es, para Locke,
un principio básico de la sociedad política
y, por tanto, está al margen de la autoridad
de los magistrados o gobernantes, que
deben velar por la vida, la libertad y las
propiedades privadas de cada ciudadano,
según se sigue del contrato social
establecido. Así pues, la libertad de religión
exige una tajante distinción entre la esfera
civil (el Estado) y la esfera religiosa (la Iglesia).
Mientras la Iglesia es una comunidad de
hombres unidos para llevar a cabo el culto
público de Dios e intentar alcanzar la
salvación en la vida eterna, el Estado tiene
como fin asegurar la libertad y la propiedad
privada de los individuos; con ese objetivo
ha de legislar para regular la conducta
social y velar por que las leyes se cumplan.
Precisamente para garantizar las libertades
fundamentales (una de ellas es la libertad
religiosa), Iglesia y Estado ha de perma-
necer separados, no entrometíéndose los
magistrados y gobernantes en los asuntos
de fe ni los eclesiásticos en las cuestiones
civiles.