Portada » Lengua y literatura » El Teatro Español del Siglo XX: Del Éxito Comercial a la Renovación Vanguardista
Durante la Guerra Civil, el teatro fue utilizado como un instrumento de agitación política por ambos bandos. En la década de 1940, el teatro fue el género que más sufrió las consecuencias de la dictadura, ya que nuestros mejores dramaturgos se exiliaron. En los años 50, un grupo de jóvenes autores intentó reflejar los problemas del país, y los años 60 y 70 se tiñeron de cierta modernidad. En la actualidad, surgen redes de festivales y ciclos de teatro con mucha variedad, pero poco novedosos.
Valle-Inclán y Lorca murieron en 1936 y muchos dramaturgos se encontraban exiliados. En este panorama desolador, solo encontramos tres dramaturgos de generaciones anteriores a la guerra: Jacinto Benavente, quien se vio obligado a estrenar obras sin que apareciera su nombre en los carteles debido a la censura; Enrique Jardiel Poncela, que continuó con su teatro del humor como antes de la guerra; y José María Pemán, que llevó a escena grandes dramas históricos del gusto del régimen.
En el plano de la creación, sobresalen dos tendencias:
La década de 1950 comenzó con tres estrenos importantes: Historia de una escalera (1949) de Antonio Buero Vallejo, Escuadra hacia la muerte (1953) de Alfonso Sastre y Tres sombreros de copa (1952) de Miguel Mihura. Estos autores partían de situaciones existencialistas para luego derivar a preocupaciones sociales.
Toda la producción de Antonio Buero Vallejo está marcada por el compromiso con los temas humanos. En cuanto a las técnicas teatrales, son muy importantes las acotaciones para describir los espacios y personajes. El diálogo ocupa un papel primordial. La obra de Buero puede clasificarse en tres grupos:
Los rasgos del teatro de Buero son la denuncia de la situación social mediante el lenguaje escénico simbólico, la ambientación en escenarios pobres, los personajes marcados por frustraciones, los finales abiertos (conflictos no solucionados) y la presencia del ambiente mísero de posguerra.
El teatro español del siglo XX se desarrolló a espaldas del teatro europeo y mundial. Los autores, para poder vivir del teatro, tuvieron que adaptar sus obras al gusto del público, dando lugar así al teatro comercial y a un teatro renovador.
A finales del siglo XIX, surgieron varios intentos de acabar con el teatro melodramático heredado del Romanticismo. Esto lo consiguió finalmente Jacinto Benavente, quien dio con la clave del éxito con obras de crítica leve. Obras destacables son Señora ama y La malquerida, ambas de ambiente rural y con un melodrama de pasiones incestuosas.
La comedia costumbrista consiguió el éxito mezclando aspectos de la zarzuela y del género chico, breves sainetes que alternaban diálogos con partes musicales. Se caracterizaba por la creación de personajes típicos, lenguaje vulgar, ambiente pintoresco y humorístico. Entre los autores de sainetes, destacan Carlos Arniches (La señorita de Trévelez), los hermanos Álvarez Quintero (Malvaloca) y Pedro Muñoz Seca (La venganza de Don Mendo). El teatro poético también tuvo éxito de público. Se trataba de un teatro en verso, de asunto histórico y con conservadurismo ideológico.
En la Generación del 98, Unamuno utilizó el drama como instrumento para plasmar los problemas que le obsesionaban. Azorín desarrolló su labor teatral sobre todo como crítico. El teatro en torno a la Generación del 27 depuró el “teatro poético”, incorporó las formas de la vanguardia y buscó acercar el teatro al pueblo. Pedro Salinas escribió casi todo su teatro en el exilio. Rafael Alberti estrenó antes de la guerra El hombre deshabitado (1930), Fermín Galán (1931), sobre un héroe republicano fusilado, y después realizó su obra más importante, Noche de guerra en el Museo del Prado (1956). Miguel Hernández (Quién te ha visto y quién te ve) cultivó un teatro social en verso. Alejandro Casona fue un dramaturgo puro que combinó humor y lirismo con obras como La sirena varada, y ya en el exilio publicó su obra más importante, La dama del alba, en la que esa dama representa a la muerte que llega a una pequeña aldea a cobrar una presa. Max Aub fue pionero en la frustrada revolución escénica. Su teatro está a la altura de Valle o Lorca. En España escribió comedias de vanguardia con el tema de la incapacidad del hombre para entenderse y entender la realidad, pero sus grandes obras las escribió en el exilio: piezas breves, Los transterrados y grandes dramas sobre el nazismo, la guerra mundial y sus secuelas (Morir por cerrar los ojos).
La originalidad, riqueza y fuerza del teatro de Valle-Inclán convirtieron a sus obras en teatro para leer. En su evolución teatral, pueden señalarse tres etapas:
Aunque el interés de Lorca por el teatro arranca desde muy temprano, su dedicación a este género sería una tarea absorbente en sus últimos años de vida. Su teatro puede llamarse puramente poético por el uso del verso y el lirismo de su lenguaje. La temática de las obras teatrales es la misma que la de la poesía: el deseo imposible y la frustración. Lorca lleva a escena destinos trágicos, casi siempre enmarcados en mujeres, que representan la tragedia de la persona condenada a una vida estéril y llena de frustración. El teatro lorquiano evolucionó en tres momentos: tanteos o experiencias de los años 20, experiencia vanguardista de principios de los 30 y la etapa de plenitud de los últimos años. Sus primeras obras comienzan con un ensayo juvenil: El maleficio de la mariposa (1920), cuyo tema es el amor imposible. Compone luego unas piezas breves inspiradas en el guiñol, Títeres de Cachiporra. Su primer éxito llega con Mariana Pineda, un drama de amor trágico en verso. En 1926 crea una pequeña obra maestra, La zapatera prodigiosa, una obra escrita en verso y prosa en la que una joven casada con un viejo zapatero vive una vida frustrada e insatisfecha.
El teatro vanguardista: Lorca vive una doble frustración (vital y estética) que se prolongará durante su estancia en Nueva York. La primera obra de esta etapa es El público (1930), una especie de auto sacramental sin Dios con tres propósitos: acusar a la sociedad que condena y crucifica al homosexual, criticar a los que no reaccionan valientemente contra la represión y proclamar la licitud de toda forma de amor. Así que pasen cinco años (1931) muestra el tema de la frustración en un joven dividido entre dos amores, con ansia de paternidad imposible y con ganas de realizarse. Estas obras, novedosas y audaces, tardaron mucho en subir a las tablas.
La plenitud: Lorca alcanzaría la plenitud aunando el rigor estético y buscando llegar a más gente. Son los años de La Barraca, compañía con la que Lorca recorrió los pueblos de España llevando obras de teatro clásico donde apenas había actividad cultural. En esta etapa destacan las siguientes obras, con la mujer como protagonista en casi todas ellas:
Más allá de todas estas obras, solo nos queda el acto I de Comedia sin título, que anuncia a un Lorca más revolucionario. Esta obra ha sido completada por el autor Alberto…